Una de las cosas más mágicas que tiene el cine, y uno de esos elementos por los que muchos lo definimos, entendemos y valoramos como el primero de los artes, es su capacidad para trasladarnos a lugares increíbles. Sitios, rincones, espacios que solamente pueden aparecer en una gran pantalla, desplegarse ante nosotros y permitirnos entrar de lleno en ellos. Caminas en la compañía de personajes que pueden tocar, oler e interactuar con todos los elementos del paisaje, pero tú te sientes parte activa de esa experiencia, como si pudieras participar en un viaje demasiado barato para las recompensas que te termina ofreciendo. A lo largo de su historia, el cine nos ha presentado reinos, castillos, planetas, universos imposibles, surgidos en la mente de unos genios que nos han dejado descubrir su invención desde nuestra butaca.
Cada persona, cada espectador, tendrá sus preferencias, y todas las opciones son válidas, pero hay películas que, desde su mismo arranque, nos han llevado de la mano hasta dejarnos con la boca abierta tras cruzar la primera de sus esquinas. Porque, ¿quién no ha estado alguna vez en un cine soñando con traspasar la pantalla? Desde paisajes naturales hasta castillos impresionantes, fábricas de dulces imposibles y parques en los que las atracciones son tan peligrosas como fascinantes. En el cine todo, absolutamente todo, es posible. Y sus responsables siguen empeñados, afortunadamente, en querer seguir desmotrándolo año tras año, estreno tras estreno.
Aquí y ahora recogemos una lista de esos lugares que nacieron desde un proyector y que se quedaron para siempre en nuestra memoria. Rincones con los que soñamos despiertos y viceversa, que han marcado nuestra educación cinéfila y continuamos asociando de manera inevitable con nuestros mejores recuerdos vividos en una sala de cine. Nueve paraísos con sus peligros y maravillas. Nueve universos que nos encantaría poder visitar después de abandonar nuestra butaca.
Lugares ficticios que ojalá fueran reales
Casa de los baños termales
La mejor crítica que recibió 'El viaje de Chihiro' venía firmada, nada más y nada menos, que por una de las hermanas Wachowski: "Es una obra maestra que se imprime en la imaginación y permanece allí para siempre". No le faltaba razón alguna. Desde su inicio, con esa preciosa banda sonora acompañando a un coche perdido en medio del bosque, la cima de la carrera de Hayao Miyazaki presenta un universo tan particular y personal como de costumbre pero más hipnótico que nunca. Ese rincón de descanso para los dioses, iluminado de madrugada para recibir a sus fascinantes visitantes, no ha perdido ni un ápice de fuerza visual. Uno de esos lugares en los que perderse y dejarse llevar, soñando con encontrarte con cada uno de los personajes que pueblan esta cima del séptimo arte. Belleza en estado puro. Tradición de ensueño.
El País de las maravillas
Lewis Carroll lo imaginó y plasmó en hojas en blanco y el cine se encargó de convertirlo en psicodelia inolvidable. La adaptación de Disney más libre y valiente de su época dorada nos trajo a Alicia como perfecta guía turística por un país de las maravillas que, efectivamente, escondía un tesoro en cada paso, sin desperdiciar ni uno solo de sus detalles. Pero, al mismo tiempo, se permitía traspasar la oscuridad y el reverso tenebroso de la infancia, jugando con las referencias y metáforas sobre el mundo de la droga y regalando un relato fascinante en el que los adultos se lo pasaban tan bien, o más, que los pequeños a los que acompañaban. En su más reciente regreso, de la mano de Tim Burton, todo queda más desdibujado e insulso, pero el poder del país de las maravillas sigue completamente intacto. De vez en cuando, continuamos siguiendo al conejo blanco.
Genovia
'Princesa por sorpresa' sirvió, por encima de todo, para cuatro cosas:
1- Los prejuicios pueden jugarnos una mala pasada. Esperábamos un cuento Disney algo tontorrón y cursi y nos encontramos con un entretenidísimo relato de princesas que, de haber sido animado, probablemente sería uno de los clásicos indiscutibles de su catálogo.
2 - Enamorarnos de Anne Hathaway. Ella es la película. Su encanto, su ternura y su sonrisa nos conquistan desde la primera escena y no nos abandonan hasta el último plano. Nunca más volvió a causarnos una fascinación así, pese a que muchas veces estuvo cerca de conseguirlo.
3 - Julie Andrews. Todos los que consideramos 'Mary Poppins' la mejor película de la historia de Disney soñábamos con un reencuentro así. Y lo tuvimos.
4 - Queremos vivir en Genovia. Para siempre. Perdernos en sus rincones, descubrir sus lugares escondidos, desaparecer al amanecer y no volver hasta la madrugada. Queremos ser felices y comer perdices allí. No pedimos tanto, ¿no?
Hogwarts
Hubo una primera generación, a la que se han ido sumando legiones de seguidores a los que recibimos con los brazos abiertos, que soñaron con ser magos desde la primera línea que leyeron de 'Harry Potter y la piedra filosofal'. Aquel libro marcaba el inicio de la relación entre lectores y universo ficticio más importante de las últimas décadas. Nos enamoramos de los personajes que habitaban cada uno de los rincones de una saga que nos acompañó en la infancia y adolescencia hasta convertirse en una parte más de nuestros intentos imposibles de madurez.
Su salto al cine era tan inevitable como temido, pero tras el estreno de la adaptación de la mencionada novela, respiramos tranquilos. Aquellos que ya conocíamos la escuela de magia Hogwarts sabíamos que se nos pondrían los pelos de punta en cuanta la viéramos en todo su esplendor en la gran pantalla. Y todos los que se acercaron por primera vez a ella a través del cine, terminaron por convencerse. Si existiera de verdad, más allá de las atracciones descafeinadas de parques temáticos, habría listas de espera por entrar. Incluso para asistir a esas clases tan aburridas que se impartían en el invernadero. Siempre nos quedará el quidditch.
El País de Nunca Jamás
No importa que la película funcione bien ('Descubriendo Nunca Jamás', 'Peter Pan'), funcione regular ('Hook') o funcione mal ('Pan'), cada vez que viajamos desde nuestra butaca al País de Nunca Jamás, nos merece la pena. Puede que el inicio de la historia de Peter Pan, o mejor dicho, la manera en la que nos lo cuentan, nos guste más o nos guste menos, pero es surcar el cielo de Londres y despegar con nuestra imaginación hasta llegar a uno de esos paraísos llenos de color y lugares increíbles. Sirenas, niños perdidos, indios, piratas malvados o hadas, entre otros personajes, nos acompañan a lo largo de un universo en el que, por supuesto, nadie quiere hacerse mayor. Liberamos nuestra sombra, aunque nos empeñemos en coserla a nuestros pies, y nos dejamos llevar. ¿Quién no querría vivir en el País de Nunca Jamás?
La Comarca
La Tierra Media que imaginó Tolkien y Peter Jackson convirtió en historia del cine, está repleta de rincones y personajes inolvidables. Pese a que viajar hasta Nueva Zelanda sigue siendo la opción más recomendable para conseguir sentir lo que Frodo, Sam, Aragorn o Gandalf vivían en la trilogía de 'El señor de los Anillos', seguimos soñando con poder pasar una noche de fiesta, cerveza y fuegos artificiales en la Comarca, la casa de los Hobbits, el lugar más idílico de todo su universo. Un paisaje siempre verde y esplendoroso que conecta directamente con la Irlanda que dibujó mejor que nadie John Ford y que, acompañando nuestra visita con la melodía inolvidable que compuso Howard Shore para ella, supone uno de esos viajes cinematográficos que desearíamos convertir en realidad con todas nuestras fuerzas. A falta de vuelos directos, nos queda la imaginación, el libro y el cine. No necesitamos más.
Jurassic World
Vale, lo sé, puede que este destino conlleve más peligros de los deseados y que no siempre apetece escapar de velociraptores o esquivar jeeps que caen desde lo alto de un árbol. Podríamos habernos quedado con 'Parque Jurásico'', pero lo cierto es que el 'Jurassic World' que nos presentó Colin Trevorrow nos parece más fiable, pese a la inevitable reiteración de errores que causó la muerte de muchas personas. Nada, me sigo manteniendo firme. Es simple, un parque en el que puedes ver DINOSAURIOS es un lugar que queremos que exista. Ponemos nuestra vida en juego, confiamos en que todo va a salir bien y, oye, si tenemos que terminar viviendo la aventura de nuestra vida y corriendo delante de un T-Rex, pues esa experiencia que nos llevamos. En serio, DINOSAURIOS.
Pandora
'Avatar' ha envejecido regular. Eso es así. La fascinación colectiva en la que se sumergió el mundo entero, ahí está la taquilla para demostrarlo, en su estreno se ha ido rebajando a base de nuevos logros técnicos (hola, 'Gravity') y secuelas que nunca terminan de llegar. Pero nadie puede olvidar aquel primer encuentro con Pandora. Sus personajes eran horribles, el diseño de sus criaturas era más hortera que memorable, pero aquel planeta tenía algo que nos enganchaba a volver al cine una y otra vez.
Puede que fuera su faceta nocturna, preciosa en sus juegos de luces y detalles visuales, o quizás se trataba de sus vuelos alrededor de las montañas sobre aquellas aves gigantes que parecían imposibles de controlar sin caer al vacía al instante. Está claro que la experiencia de las tres dimensiones fue la principal culpable del éxito de 'Avatar', pero nada habría sido posible si Pandora no hubiera justificado el gasto extra de nuestra entrada y soportar esas gafas ideadas por el demonio. James Cameron, cuando vuelvas allí, tenlo en cuenta.
La fábrica de chocolate de Willy Wonka
Los amantes de los dulces tenemos en el hogar de Willy Wonka algo parecido al Edén. Es absolutamente imposible que terminemos de ver 'Charlie y la fábrica de chocolate' sin la necesidad de salir corriendo a la nevera y lanzarnos de cabeza al temible mundo del azúcar y las calorías. Ocurre con cualquier de sus versiones, pero especialmente en la fantástica adaptación que realizó Tim Burton, la cual nos mostraba escenarios que se podían oler y saborear desde nuestros asientos. Los personajes, salvo el pequeño Charlie y su entrañable abuelo, eran más repugnantes que otra cosa, pero nada de eso importaba cuando podías viajar por un río de chocolate o dejarte caer por un valle de piruletas y nubes de algodón. Necesitamos que alguien se anime a convertir esa fábrica en un lugar real. Y que lo haga pronto. Ahora, si me perdonáis, tengo que ir un momento a la cocina.