En plena oleada del resurgir del cine de terror adolescente de finales de los noventa, y desmarcándose de los patrones en los que establecían que el mal al que se debían enfrentar los jóvenes en pantalla siempre era el de un enmascarado asesino, en el año 2000 veía la luz una de las propuestas que mejores críticas cosechó en su momento.
Dirigida por John Fawcett y escrita por Karen Walton, 'Ginger Snaps' servía como carta de presentación para la hipnótica Katharine Isabelle (futura musa del cine de género) y, además, se atrevía a darle la vuelta a varios de los arquetipos que desde el cine de horror se nos habían ido mostrando desde hacía décadas.
Con la intención clara de revolucionar los cimientos del terror, el tándem formado por Fawcett y Walton dio en el clavo a la hora de abordar su cinta de género como un coming-of-age bañado en sangre (de ahí que se dijese, tiempo después, que 'Crudo' tiene mucho más de 'Ginger Snaps' que de cualquier título de caníbales con el que se quiera comparar) y en el que se vislumbra un claro empoderamiento femenino.
Mujer lobo de culto
Y no solo hablamos de feminismo porque estemos ante una producción de terror escrita por una mujer (pocas hay, pese a lo que eso está cambiando en los últimos años), sino por la forma en la que Fawcett aborda en pantalla la maldición de la licantropía: estableciendo un nexo de unión entre la menstruación y las fases lunares. Así, no solo conecta al monstruo con lo femenino, sino que ello rememora de forma directa a aquellas diosas mitológicas de la fertilidad, primeros símbolos feministas antropológicamente hablando.
En 'Ginger Snaps', el horror y el gore van en consonancia con algo tan trascendental como lo es el paso a la madurez por parte del cuerpo femenino, el cual acabará dibujado en el personaje de Ginger Fitgerald (magnífica Katharine Isabelle) como símbolo de liberación sexual, aunque esta se materialice en pantalla en forma de monstruo. Porque no olvidemos que, pese a todas las lecturas que de ella se puedan hacer, la intención primordial de sus creadores fue en todo momento la de crear una historia de terror que se saltase todos los convencionalismos.
Y nada más sencillo que eso que hacer que todo el peso dramático recayese sobre los dos personajes femeninos sobre los que se formula la historia. Esta, partirá de una premisa básica: tras ser brutalmente atacada por una extraña criatura, Ginger empezará a sufrir en sus carnes una transformación que va más allá de todos los signos evidentes de la pubertad. Y ahí estará su querida hermana Brigitte (Emily Perkins) para convertirse en su principal apoyo, aunque para ello tenga que pedir ayuda al camello del instituto, Sam (Kris Lemche).
Tras su fría acogida por parte del público, el film de Fawcett acabó siendo objeto de culto, es por ello que en el presente especial le rendimos tributo repasando su historia: desde su concepción hasta la consagración como una de las mejores propuestas sobre licántropos que nos ha dado la historia del cine.
'Ginger Snaps', joya de culto del 2000
Origen
Corría el año 1995 cuando John Fawcett decidió que tenía que rodar una película de terror que tuviese dos elementos clave: metamorfosis y dos chicas como protagonistas. Fue entonces cuando contactó con la guionista Karen Walton para que esta empezase a darle forma a una historia que tardaría años en llegar.
Tras haber dirigido algunos episodios de series como 'Nikita' o 'Xena: La princesa guerrera' entre 1998 y 1999, Fawcett y Walton por fin tuvieron entre manos el que sería uno de los grandes títulos sobre licantropía del cine moderno, 'Ginger Snaps'.
Vuelta de tuerca intencionada
Parte del éxito del guion de 'Ginger Snaps' residió en el hecho de que John Fawcett contase con Walton para que le ayudase con la historia. La guionista, harta de las historias insustanciales y el cliché negativo que había perseguido siempre a las mujeres dentro del cine de terror, decidió que ya era hora de mostrar algo diferente.
Así es como nacía la idea de querer darle una vuelta de tuerca a las producciones de género, pues el hecho de tratarse de una historia con una visión puramente femenina fue algo que sendos creadores tuvieron en mente desde un primer momento.
Podríamos considerar, en este caso, que esta pequeña muestra de revolución feminista dentro del cine de terror no fue fruto de la casualidad, sino que fue algo pensado de forma estratégica que caló hondo en el público y crítica de la época.
Violencia juvenil
Tras la masacre del Columbine de 1999, la opinión pública se había vuelto más conservadora que nunca en el país de la doble moral por antonomasia. Debido a que 'Ginger Snaps' iba a ser una película de terror independiente, Fawcett tuvo que buscar co-producción entre Canadá y Estados Unidos, por lo que al presentarse el proyecto enmarcado bajo la etiqueta de "slasher adolescente", parte de la prensa se mostró reticente, alegando que no se trataba del mejor momento para ahondar en la violencia en el cine con jóvenes de por medio.
En un principio, se temió porque el proyecto no saliese a la luz, pero los castings se pusieron en marcha tanto en Los Angeles y Nueva York como en Montreal, Toronto y Vancouver, lugar donde parecieron converger los astros en lo que parecía ser un día más de interminables audiciones.
Casting
Tras varios meses de casting en los que no se había logrado dar con los rostros de las actrices que interpretarían a las hermanas protagonistas de 'Ginger Snaps', en la agencia de Vancouver se presentaron el mismo día Katharine Isabelle y Emily Perkins.
Según cuentan, John Fawcett se había quedado con las ganas de que el rol de Ginger fuese interpretado por Natasha Lyonne o Sarah Polley, quienes rechazaron el papel. Por lo que aquel mágico día acabaría siendo casi una revelación.
Isabelle y Perkins, quienes habían nacido en el mismo hospital y habían ido al mismo colegio e instituto, leyeron sus textos ante la cámara. Cuando Karen Walton vio la grabación, aseguró que ellas eran exactamente lo que había ideado en papel.
Vecindario aterrorizado
Con una planificación de seis semanas acabó por cumplirse casi al milímetro, 'Ginger Snaps' se rodó entre octubre y diciembre de 1999 en varios enclaves que formaban parte de zonas residenciales de Toronto.
Fawcett no contó con la multitud de curiosos que se acercaban cada día a los sets de rodaje, seguramente alentados por ver a dos jóvenes actrices manchadas de sangre falsa casi todo el tiempo. Para alejarse del ojo público, Katharine Isabelle y Emily Perkins consiguieron como vestuario el sótano de uno de los vecinos de la zona, el cual tenía que esconder a su hijo para que no las viera ensangrentadas y no crear así ningún tipo de trauma.
A la vieja usanza
Apostando plenamente por los efectos especiales a la vieja usanza, Fawcett descartó por completo la idea de que Ginger se transformase mediante CGI (algo que agradecemos).
Así es como se optó por las prótesis faciales, las cuales pusieron la paciencia de Katharine Isabelle a prueba, pues hubo sesiones de rodaje en las que la actriz debía someterse previamente a unas siete horas de maquillaje y otras dos para poder retirárselo una vez ya habían grabado.
Antes del estreno
Tras el fin del rodaje en diciembre de 1999, Fawcett continuó haciendo que el calendario se cumpliese a rajatabla. Trabajando en sintonía con el montador Brett Sullivan, el montaje final de 'Ginger Snaps' estaba listo a finales de febrero, en todo un tiempo récord.
Fue entonces cuando el director, y tras haber comprobado en primera persona el resultado final de la película, definió su obra maestra como un cruce entre 'La mosca' de Cronenberg y 'Criaturas celestiales' de Peter Jackson.
Ahora solo quedaba la prueba de fuego: mostrarla al público.
Fría acogida
Como bien indica su etiqueta como "película de culto", era evidente que 'Ginger Snaps' no acabaría siendo un éxito en taquilla del que hablaría todo el mundo.
Estrenada en el festival de cine fantástico de Munich y tras haber sido programada en el Festival Internacional de Cine de Toronto, allí fueron pocos los que apoyaron la película (o que la llegaron a ver). Comenzaba entonces un breve periplo a través de certámenes hasta que llegó el momento de llegar a los cines.
De los 4,5 millones de dólares que había costado, en Canadá tan solo recaudó poco más de 425.000. Sería con su llegada al mercado estadounidense cuando empezó a convertirse en todo un fenómeno, renaciendo como film de culto a tener en cuenta.
El favor de la crítica
Pese a lo poco que se habló de ella en Toronto, es curioso recordar que fue ese mismo certamen el que otorgó a 'Ginger Snaps' una Mención Especial del Jurado para Karen Walton, la autora del guion.
Quedaba así patente el hecho de que, fuese como fuese, la propuesta se desmarcaba por completo de lo que solían presentar las películas de género en aquel momento.
Casi veinte años después de su estreno, la película cuenta con un 89% en Rotten Tomatoes y un 70 en Metacritic, cifras más notables que para un título de terror que se había vendido a las productoras como un simple film de terror para adolescentes.
Legado
Convertida tras su llegada a los videoclubs en uno de los primeros título de terror de culto para un nuevo milenio que no había hecho más que comenzar, 'Ginger Snaps' pronto vio su futuro ampliarse cuando se planeó seguir explotando su fórmula. ¿Cómo? Evidentemente, mediante secuelas.
En 2003 Brett Sullivan (montador de la primera parte) se ponía tras las cámaras para llevar a cabo 'Ginger Snaps II', en lo que bien podría considerarse como un cruce perfecto entre 'Inocencia interrumpida' y el cine de hombres lobo. El mismo año, y casi a la misma vez, Grant Harvey filmaba 'Ginger Snaps: El origen', precuela que nos llevaba hasta principios del siglo XIX para conocer de primera mano la maldición que recaería siglos después sobre las hermanas Fitgerald.
Como no podía ser de otra forma, tanto Emily Perkins como Katharine Isabelle estuvieron presentes en ambas secuelas, mucho más dignas de lo que algunos podrán imaginar.