Como bien indica su título, 'Terror en el espacio' es un ejemplo pionero y clave para comprender esa fusión entre terror y ciencia ficción, híbrido entre géneros hermanados que tan bien ha funcionado desde hace décadas y que, gracias a Mario Bava, adquirió una tonalidad plenamente camp.
En el ecuador de su carrera, y convertido ya en un claro referente del cine de género italiano, Bava presentó al mundo su visión de las invasiones alienígenas de forma puramente kitsch, convirtiéndose (y sin ser consciente de ello) en un claro referente para directores posteriores y para la ciencia ficción que llegó después. Conocida también como 'Planet of the Vampires', 'Planet of Blood', 'Space Mutants' y 'The Outlawed Planet', 'Terrore nello spazio', servía como inspiración absoluta para 'Alien, el octavo pasajero', el film al que siempre le ha pesado la losa de la verdadera implicación de Dan O'Bannon y Ridley Scott, siendo los referentes que manejaba el primero mucho más acordes al imaginario que presentaba la película.
Considerada como una de sus claras herederas, Bava conseguía financiación para la película después de que dos de sus títulos de principios de los sesenta, 'La máscara del demonio' (magnífico ejemplo de folk horror con reminiscencias al folclore ruso con Barbara Steele de protagonista) y 'Las tres caras del miedo' (antología que se atrevía a adaptar a Tolstoi, con Boris Karloff entre el reparto y que se adelantó más de tres décadas a lo que Wes Craven hizo en 1995 con 'Scream. Vigila quién llama'), tuviesen cierto éxito comercial.
A raíz de este, pudo dar vida a su historia acerca de los miembros de una tripulación espacial que se topará con el terror cuando descubran lo que les ha pasado a los tripulantes de una expedición anterior. Gracias a la sabia formulación de Bava y a la planificación de los espacios, algo con lo que el maestro ya llevaba lidiando desde hacía años para sacar todo el jugo posible a sus producciones, el bajo coste de la cinta dio pie a que la imaginación fuese la que explotase todos sus recursos, por mínimos que fuesen.
Concebida como una co-producción ente Italia y Estados Unidos, su presupuesto de 200.000 dólares fue recuperado gracias a la buena acogida que tuvo tras su paso por los cines, pues solo en territorio estadounidense, la película recaudó más de 250.000 dólares. El porqué de cómo una producción de serie B europea consiguió calar tan hondo entre el público yankee, responde a una de las tendencias de la época: la película fue presentada en un programa doble junto a 'Die, Monster, Die!', producción británica dirigida por Daniel Haller que adaptaba un relato de Lovecraft y tenía como principal reclamo en su cartel a Boris Karloff.
El éxito de las series B y Z, sobre todo en USA, venía de la mano de aquellos programas dobles que hicieron que, muchos de los títulos que de estrenarse a día de hoy consideraríamos casi imposibles que fuesen exhibidos en cines, tuviesen la oportunidad de llegar a un público ávido de historias de monstruos, marcianos asesinos, amenazas de otros mundos imposibles de abatir, y todo tipo de criaturas a las que el hombre se tenía que enfrentar.
No es exagerado decir que es gracias a esos pases dobles y pequeñas maratones programados a lo largo y ancho del país, que nacen muchas de las películas de culto de la época, pues tanto el boca-oreja como la concepción de aquellos estrenos como un evento al que nadie podía faltar, son elementos que acabaron de idealizar a pequeños títulos que no se habían hecho con otra intención que la de entretener al público. Y que a día de hoy se siga hablando de muchos de ellos, es tan solo una muestra del valor cinematográfico que algunos pudieron dejar marcado a fuego en el imaginario de varias generaciones.
Culto al pulp espacial
Teniendo en cuenta ese legado, el cual los críticos de la época ya describieron como un ejemplo absoluto de aventura pulp espacial llevada al cine, 'Terror en el espacio' no podía faltar como una de aquellas películas objeto de una restauración, con el fin de acercarla al espectador del nuevo siglo y dándole la oportunidad de ser (re)descubierta por muchos. En este caso, dicha remasterización corría a cargo del mismísimo Nicolas Winding Refn, quien lideraría un equipo de expertos que a partir del metraje original, le daba una segunda vida en glorioso 4K a la película de Bava.
Gracias a la labor de Winding Refn, la figura del cineasta italiano volvía a primera línea de batalla de la mano de una reivindicación que años atrás muchos habrían considerado casi impensable. Pese a que ella suya fuese una obra que consiguió sentar las bases para algunas corrientes cinematográficas que vinieron después, como bien demuestran 'Seis mujeres para el asesino' o 'Bahía de sangre', a camino entre el giallo y el slasher y que, de una forma u otra, fueron claves en el momento de su estreno y por cómo cambiaron tópicos, fórmulas y clichés; Mario Bava seguía siendo un gran desconocido para muchos que vieron cómo en 2016, una de sus obras capitales se convertía en objeto de culto y veneración por su paso en festivales, teniendo lugar su presentación mundial en ese nuevo exquisito 4K, en el festival de Cannes.
A casi una década del estreno de 'La invasión de los ladrones de cuerpos' de Don Siegel, que había visto la luz en 1956, el film del italiano le debía tanto a esta como al escritor Renato Pestriniero, el autor de la novela corta 'One Night of 21 Hours' en la que se basó la película y para cuya adaptación hicieron falta hasta seis guionistas. Es por aquella forma de representación del horror a través de la suplantación por parte de aquella suerte de parásitos espaciales del film, que este jugó a la perfección a camino entre los dos géneros que abrazaba sin pudor.
En la misma línea de aventura terrorífica con visitantes de otro mundo, un año después de su estreno, en 1966, Curtis Harrington estrenaba 'Planeta sangriento' (también conocida como 'Queen of Blood'), en la que se volvía a poner sobre la mesa aquella concepción de vampiros espaciales. Eso mismo sería revisitado en los ochenta de la mano de Tobe Hooper en 'Lifeforce, fuerza vital'. Por si su importancia y legado no fuesen suficientes, las comparaciones no solo se quedan en estas y en cómo Ridley Scott pudo llegar a construir el imaginario de 'Prometheus'' años más tarde.
Cineastas como Brian de Palma o John Carpenter también podemos establecer que beberían del clásico de Bava. El primero, con su 'Misión a Marte'. El segundo, con aquella pequeña joya trash que fue 'Fantasmas de Marte', siendo ambas ejemplos de la nueva ciencia ficción que vendría con el cambio de milenio, y que volvieron a poner sobre la mesa una trama ya casi universal como lo es la de los pobres humanos que, a la respuesta de una llamada de auxilio de una nave espacial, se toparan ante horrores de carácter casi cósmico, algo que Bava convirtió en un pequeño hito el género al que el paso de los años le sigue sentando de maravilla.