Ha sido una carrera de los Oscar bastante rara. A diferencia de otros años, el adelantarlo a tan pronto como un 10 de febrero ha condensado tanto las demás entregas de premios que parecía que Joaquin Phoenix, Renée Zellweger, Brad Pitt y Laura Dern estaban recogiendo una estatuilla cada día. Aunque, a decir verdad, fue un poco así, y eso no beneficiaba a los Oscar porque todo anticipaba una ceremonia de lo más previsible. Y sí, lo fue. Pero se guardó una gran sorpresa para el final. Y menuda sorpresa.
La 92 edición de los premios de la Academia fue un gran valle franqueado por dos picos de intensidad al principio y al final de la retransmisión. Comenzaron fuerte con Janelle Monáe y Billy Porter haciendo un número musical eléctrico acompañados por personajes de muchas de las películas nominadas (y de las que deberían haberlo estado). Y siguieron Chris Rock y Steve Martin ejerciendo de micro-maestros de ceremonias con un discurso divertidísimo en el que dieron cera a Jeff Bezos, jefe de Amazon con frases tan bien traídas como "Es tan rico que se divorció y sigue siendo rico. Vio 'Historia de un matrimonio' y pensó que era una comedia". Justamente la música y el humor fueron los grandes protagonistas de a noche, pero mucho de la primera y quizás poco de la segunda acabaron metiéndonos en ese valle del que costó varias horas salir.
Hay que decir que la música protagonizó alguno de los segmentos más especiales de la noche. El In Memoriam con la versión de 'Yesterday' de Billie Eilish o la actuación de la primera directora de orquesta de la historia de los Oscar, Eímear Nooneis, funcionaron para llegarnos a la fibra, aunque sin duda en eso ganó el montaje con canciones que marcaron películas, que culminó con uno de los pocos sorpresones de la noche: Eminem se resarcía subiendo al escenario para cantar 'Lose Yourself', tema principal de '8 millas' que ganó el Oscar en 2002 pero que no fue a recoger (ni cantar) en su día. No me puedo olvidar de ese montaje precioso de las Elsas del mundo acompañando a Idina Menzel y AURORA presentando 'Into the Unknown' de 'Frozen 2', con nuestra querida Gisela cantando estupendamente en "Castilian". Pero llegó el punto en el que más que los Oscar parecían los Grammy y demasiada actuación musical acabó lastrando mucho el ritmo.
Tampoco ayudó que, salvo el de Joaquin Phoenix y el de Bong Joon-ho, los discursos de los ganadores fueran tan estándar, tan poco sentidos. Vale que pesó sobre ellos que casi todos los triunfadores eran los grandes favoritos de la noche y ya iban bastante mentalizados, pero precisamente por eso podían haberse preparado discursos un poco mejor aprovechados. A Phoenix le dio tiempo a hablar de injusticias, de la leche de las vacas, de nuestra desconexión con la naturaleza, de dar las gracias por la segunda oportunidad que le había dado Hollywood y de su hermano River. Los demás aprovecharon poco sus momentos de gloria, ni siquiera Brad Pitt tuvo uno de sus monólogos de humor tan característicos de esta temporada de premios.
Quizás prefirió dejar que los profesionales hicieran el humor. Uno de los grandes aciertos de esta edición fue confiar la presentación de casi todos los galardones a genios de la comedia como Steve Martin y Chris Rock, Will Ferrell y Julia Louis-Dreyfus, Rebel Wilson y James Corden o Kristen Wiig y Maya Rudolph. Si la Academia no está llamando a estas dos últimas para hacerse cargo de la gala del año que viene, es que están muy ciegos. El repaso de canciones que hablan de ropa para el vestuario o el homenaje de 'Cats' a los efectos visuales fueron los pocos momentos de lucidez de ese nudo tan gordo que se hizo la parte central de los premios.
Porque precisamente los premios fueron sucediéndose sin absolutamente ninguna sorpresa, hasta que llegamos a los gordos. Todo pintaba a cero riesgos por parte de la Academia, los españoles bien lo sufrimos con el robo de 'Toy Story 4' a 'Klaus' en la categoría de película de animación. Pero como nunca se puede dar todo por perdido, de pronto cuando ya estábamos a punto de dormirnos como Martin Scorsese en la butaca (pobre, normal, de los más nominados y se va de vacío), todo empieza a dar un vuelco.
El triunfo del outsider
Esperábamos el Oscar a la Película Internacional para 'Parásitos', por mucho que nos doliera por Almodóvar. Pero lo de Bong Joon Ho como Mejor Director no estaba en los planes, menos cuando se había quedado sin Mejor Montaje. Pero esa era solo una de las primeras alegrías que se iba a llevar la surcoreana en los últimos minutos de gala. Sam Mendes se quedaban sin ese Oscar, y sin el de Mejor Película, que también fue a parar a 'Parásitos'. Un hito porque la convierte en la primera película de habla no inglesa en lograr el gran premio de los Oscar. Más meritorio cuando también se había llevado el de Película Internacional. Al final, con cuatro estatuillas, fue la película más premiada de la noche. Pero ni siquiera este momento histórico para la Academia, y para la industria cinematográfica en general, fue suficiente para que la organización se saltase la escalera. Se apagaron las luces del escenario y el micrófono bajó cuando el equipo de 'Parásitos' llevaba poquísimo tiempo agradeciendo. Pero todo el Dolby Theatre se levantó para exigir que les dieran más tiempo. Lo consiguieron, claro, a ver quién le dice que no a Tom Hanks.
Con este hermanamiento del mundillo cinematográfico y este histórico triunfo de 'Parásitos' se cerraba una edición de los Oscar que volvió a hacerse larga, a pesar de contar con uno de los escenarios más bonitos y dinámicos de los últimos años y de contar con unas cuantas buenas ideas para dar vidilla a la fiesta. Pero se siguen echando en falta esos momentos que se quedaban marcados y que recordaríamos años después. No es que se haya echado de menos un presentador, pero sí ha faltado un hilo conductor, y un momento realmente viral que podamos hablar largo y tendido cuando despertemos mañana. Quién nos iba a decir que Eminem iba a ser en 2020 lo más cerca que tendríamos de "momento histórico".
Pero los 92 Oscar serán, a pesar de los fallos de ritmo y cohesión, una edición de lo más especial. Porque una película coreana ha roto muchas barreras, ha demostrado que la frescura como la que tiene el cine de Bong Joon Ho se puede imponer a los Mendes, Tarantinos y Scorseses y que quizás algo sí está cambiando dentro de la Academia. En un año con películas tan potentes como las de esta edición, pero con una falta tan fuerte de diversidad, ha triunfado la outsider. Eso siempre es una buena noticia, sumar y arriesgar debería ser la tónica. Habrán sido pocas sorpresas, pero al menos merecieron la pena.