Y al fin llegaron. Pasado el ecuador del Zinemaldia por fin han llegado esas películas que justifican un festival, esas que compensan todas las horas de sueño acumulado, bocatas engullidos (o mejor dicho, pintxos) en un santiamén entre proyección y proyección, esas películas que marcas en tu calendario vital y tardas en olvidarlas.
La primera de ellas es 'Jauja', el filme del director de culto Lisandro Alonso con Viggo Mortensen como protagonista. Co-producción Argentina-USA-México-Holanda hablada medio en castellano y medio en danés pero de lenguaje universal, 'Jauja' es una película que entiende el cine como expresión artística completamente libre de convenciones y reglas. La cámara como pincel y las imágenes como lienzo sobre el que plasmar los sentimientos, inquietudes y emociones de un director que, dando un enorme paso en su carrera, entrega la vida a su Arte y entrega su Arte al público.
Entendiendo el Cine como un conglomerado de todas las disciplinas artísticas, 'Jauja' representa un triunfo fílmico de proporciones armoniosas y calado reflexivo. Una experiencia sensorial e introspectiva que abarca la pintura (fruto de la soberbia composición de colores del director de fotografía Timo Salminen) y la poesía (fruto del guión del poeta Fabián Casas) con tanto primor, que dota a las imágenes de una fuerza visual embelesadora.
Rodada en formato 4:3 (como una diapositiva), el filme tiene un primer acto marcado por la palabra y la interacción que poco a poco avanza en una especie de western clásico despojado de sus códigos particulares. Todo parece encajar dentro de los esquemas narrativos habituales hasta el momento en que la narración gira a la deriva, el personaje de Viggo Mortensen se pierde en una búsqueda personal y el filme entra en una zona onírica y metafísica en la que sueño y vigilia se confunden para llegar a la trascendencia. Un oasis de cielo, tierra y superficie abrumador donde vagar por las cuestiones más recónditas del ser humano. "¿Qué es lo que hace que la vida siga adelante y tenga sentido?". Pura poesía para los curiosos del séptimo arte.
La vida como ritmo incesante
Hablando de experiencias que traspasan la cuarta pared, 'Eden', el último filme de la cineasta francesa Mia Hansen-Løve, es todo un ejemplo de película-vivencia. Menos filosófica que 'Jauja', su lírica reside en saber captar el sentir de un movimiento cultural devorado por el tiempo. El ascenso y la caída de un DJ parisino en la escena electrónica de los 90' (y posteriores décadas) nos es mostrado en una amalgama nebulosa de luces, beats, colores y drogas que nos remiten a un '24 Hour Party People' a la francesa en versión garage con la trascendencia generacional de 'Spring Breakers'.
Sin subrayados excesivos, sin estridencias ni picos de euforia, Mia Hansen-Løve nos brinda un estado de ánimo con el que dejarse llevar, un permanente estado de embriaguez visual y espiritual para poner en repeat todo el día. Un jardín paradisíaco donde alcanzar el nirvana emocional, que nos habla sobre la resistencia de un estilo al paso del tiempo y, al mismo tiempo, sobre una generación que entiende la vida como un ritmo incesante, "desde la ventana a la puerta, desde el techo al suelo, con luz en la apertura y oscuridad en la clausura".