Han pasado ya unos cuantos años desde que Kristin Scott Thomas se diera a conocer en el maravilloso e incómodo film de Polanski 'Lunas de hiel', para poco después saltar al estrellato con 'Cuatro bodas y un funeral'. A partir de ese momento, su dilatada carrera ha estado colmada de títulos de variponta calidad a caballo entre Hollywood, Francia y Reino Unido, entre los cuales cabría destacar sus participaciones en 'Gosford Park', 'El paciente inglés', y su reciente papel protagónico en 'Hace mucho que te quiero', película cuyo personaje comparte no pocas similitudes de fondo con el del film de Catherine Corsini que ahora nos ocupa.
A pesar de las dispares premisas argumentales, en ambas películas la actriz nos ofrece el inequívoco perfil de una mujer obligada a reiniciar su vida y salir adelante a base de fuerza y tesón, lidiando con las adversidades sociales y económicas, en un particular e intimista tour de force. Por desgracia, la película de la directora de 'La nueva Eva' recurre en exceso a los lugares, conflictos y giros argumentales comunes para narrar una consabida historia de amor que se divide en un esquematizado tríptico constituido por el affair adúltero, la consecuente crónica social de un divorcio, y el melodrama del crimen pasional.
Partiendo de un premonitorio disparo en mitad de la noche, Catherine Corsini hilvana un enorme flashback siempre correcto pero carente de verdadera intensidad, que no aburre pero tampoco atrapa, ya sea por la inocua química existente entre Kristin Scott Thomas y Sergi López, sea por el maniqueo retrato del marido interpretado -con atino e intensidad, todo hay decirlo- por Yvan Attal. De este modo, 'Partir' termina convirtiéndose en una nueva revisitación de Ana Karenina, o lo que es lo mismo, en la fatalidad social de una historia de amor entre burguesa y proletario.