Desde que Netflix llegó a nuestras vidas, la forma en la que consumimos cine ha cambiado por completo. Entre otras cosas, una de las particularidades que definen al servicio de streaming es que sirve de trampolín para que series y películas que en su día fracasaron o pasaron sin pena ni gloria entre el público, encuentren una segunda oportunidad para dar con la audiencia que originalmente no tuvieron.
Pasa continuamente, y uno de los últimos títulos en ser redescubiertos por el público gracias a su llegada a la plataforma es una superproducción épica de acción y aventuras de 2016 en la que Warner Bros. depositó muchas esperanzas -además de un desorbitado presupuesto- para finalmente pegarse un batacazo crítico y comercial. Hablamos de 'La leyenda de Tarzán', protagonizada por Alexander Skarsgård y Margot Robbie.
Warner recurrió a David Yates después de que este dirigiera las cuatro últimas entregas de 'Harry Potter' y llevase a la saga hacia un final por todo lo alto, tanto en satisfacción de los fans como en cuanto a la taquilla. Con esas credenciales, el estudio no dudó en darle su voto de confianza para levantar su nueva versión en acción real de la historia de Tarzán, el mítico personaje creado por Edgar Rice Burroughs. Incluidos unos demenciales 180 millones de dólares de presupuesto (sin contar gastos de marketing).
Una apuesta económica muy arriesgada teniendo en cuenta el bajo interés del público en un personaje que había sido llevado a la pantalla en muchas ocasiones, que, efectivamente, salió mal. La película debutó en Estados Unidos con unos poco alentadores 38 millones de dólares y, aunque tuvo cierto recorrido en la cartelera, no logró resultar rentable para el estudio. Su total doméstico ascendió a 126,6 millones y el global a 357, cifras que pueden parecer aceptables, pero que en relación a su altísimo coste no son ni de lejos suficientes para justificar la inversión.
Pero el golpe dolió más porque llegó acompañado del varapalo de la crítica y el rechazo de los espectadores, que no quedaron nada convencidos con esta relectura moderna de la leyenda de John Clayton III, en la que, tras acostumbrarse a la vida en Londres, este regresa a su antiguo hogar en la jungla para investigar acusaciones de esclavitud en la zona. Con un triste 35% de críticas positivas y un 58% del público en Rotten Tomatoes, el film de Yates figura entre las adaptaciones peor consideradas de la última década, ya que, entre otras cosas, no consiguió ofrecer nada nuevo o especialmente destacable. A su llegada a los cines en 2016, la mayor parte de la crítica coincidió en señalar su argumento genérico, su falta de personalidad y su ritmo lento como razones por las cuales esta versión no llegó a cuajar.
Sin embargo, ocho años después, el rey de los monos vuelve a colgarse de la liana para saltar entre película y película del catálogo de Netflix y hacerse un hueco en las opciones de ocio de los espectadores en esta recta final del verano. En el momento de escribir esto, 'La leyenda de Tarzán' figura en el segundo puesto de las 10 películas más vistas de la plataforma, solo superada por el film original de Netflix 'El sindicato', con Halle Berry y Mark Wahlberg. Habrá que ver cuánto tarda en bajar para quedar de nuevo archivada en la memoria cinéfila.
Estrellas estrelladas
Uno de los mayores alicientes de 'La leyenda de Tarzán' fue su reparto estelar, encabezado por Alexander Skarsgård ('True Blood'), que se puso en la piel -y los músculos- de Tarzán, y Margot Robbie, que por aquel entonces se encontraba en pleno ascenso en Hollywood tras su revelación en 'El lobo de Wall Street', y que daba vida a Jane, el amor de Tarzán. Ninguno de los dos fue reclamo suficiente para salvar la película de hundirse (el físico de Skarsgård dio mucho que hablar en Internet, pero parece que la gente se conformó con ver las fotos en redes). Como tampoco pudieron hacer nada sus distinguidos secundarios, Samuel L. Jackson, que interpreta a la figura histórica George Washington Williams, aliado de Tarzán en el film, y Christoph Waltz, muy en su línea como el villano de la cinta.
Así concluía la historia de un proyecto que estuvo en desarrollo a lo largo de una década, con nombres como el de Guillermo del Toro vinculados temporalmente a la dirección, muchas reescrituras de guion y vaivenes en torno a su abultado presupuesto. Un proceso largo y tumultuoso que acabó reflejándose en el producto final, una película prácticamente olvidada hasta ahora.
