Hoy en día no es difícil perderse en el catálogo de Netflix. Cientos de títulos entre los que el público debe elegir y que mayoritariamente pasan desapercibidos. Sin embargo, aunque el algoritmo contribuya a su invisibilización, algunas producciones están íntimamente relacionadas con cuestiones políticas y sociales contemporáneas. Una de ellas es 'Hillbilly, una elegía rural', adaptación del homónimo superventas publicado por J. D. Vance en junio de 2016, que como el texto original, se centra en la infancia de su autor, desde el pasado lunes nuevo candidato a la vicepresidencia de los Estados Unidos a través de la candidatura de Donald Trump.
Dirigido por Ron Howard, responsable de las oscarizadas 'Apolo 13' y 'Una mente maravillosa', el largometraje coloca en el centro al personaje de Vance, interpretado durante la adolescencia por Owen Asztalos ('Paterson') y Gabriel Basso ('Super 8') en la madurez. Se trata de un joven que en medio de su formación universitaria se ve obligado a regresar a su tierra natal, Ohio, para enfrentarse al crítico estado de salud de su madre y lidiar con el pasado. Es aquí donde entran en juego los principales alicientes de la película, sus actrices. Amy Adams y Glenn Close encarnan a las matriarcas de la familia, mientras que Haley Bennett ('La chica del tren'), Freida Pinto ('Slumdog Millionaire') y Bo Hopkins ('El expreso de medianoche') completan el reparto principal.
Nacido en Middletown, Ohio, el empresario y político fue criado por su abuela Mamaw (Close en la versión cinematográfica), demócrata moderada de fuerte carácter, dada la adicción de su madre, Bev (Adams), a los opiáceos. Tras haberse graduado en Ciencias Políticas y Filosofía por la Universidad de Ohio, doctorarse en Derecho por la Universidad de Yale y participar en la guerra de Irak, dirigió la compañía de capital riesgo Mithril Capital. Fue precisamente su propietario, Peter Thiel, quien le aupó, con la ayuda del ecosistema mediático trumpista comandado por Tucker Carlson, antiguo presentador estrella de Fox News, a convertirse en senador en 2022.
El suyo ha sido un viaje de 360 grados, que probablemente esté sustentado en el interés personal, en un ansia de poder carente de principios. De otra manera, resulta incompresible que pasara de ejercer la oposición más recalcitrante (llegó a definir al candidato conservador como el "Hitler estadounidense" y calificó su campaña de "heroína cultural") a ser su principal aliado, a erigirse en baluarte del negacionismo climático y electoral que tanto gusta a la mayoría de seguidores del Make America Great Again. De formarse gobierno republicano, se convertiría en el Veep más joven desde los tiempos de Eisenhower y colocaría otra piedra en el discurso que sustenta el sueño americano.
Pero antes habría que entender el impacto del libro. Estamos ante una obra centrada en la White trash (basura blanca), término con el que se hace referencia a las familias blancas poco pudientes, abonadas a la pobreza gobierne quien gobierne. En él se abordan cuestiones como la adicción a las drogas, la educación, la pobreza y el ascenso social a través de la vida de una familia de clase trabajadora residente en la zona de los Apalaches. Un texto que logró acaparar la conversación durante su año de lanzamiento, sobre todo a partir de la victoria electoral de Trump en noviembre de 2016. Fue líder del ranking lector de The New York Times y se convirtió en una obra de referencia para comprender por qué el magnate había alcanzado la Casa Blanca. No obstante, se acusó al autor de simplificar la vida rural y la pobreza y obviar temáticas delicadas, principalmente el racismo.
Son precisamente algunos de los aspectos que se recriminan a su versión cinematográfica. Etiquetada por el crítico de cine Matt Zoller Seitz en el subgénero 'Getting Out', aquel que propone "narraciones centradas en personajes sensibles, inteligentes y creativos, que crecen en un entorno convulso y complicado, entre generaciones condenadas a repetir comportamientos destructivos y no escapar del lugar en el que se desarrollaron", fue tachada de depositar una mirada dulcificada hacia el entorno miserable que retrataba. Da la sensación de que Howard y Vanessa Taylor ('La forma del agua'), guionista, eran conscientes de la posición privilegiada que ocupaba el verdadero protagonista del filme. O simplemente trataron de levantar una producción a la que le lloviesen nominaciones a los Oscar, como representa la elección de su dupla femenina. Nada más lejos de la realidad. 'Hillbilly, una elegía rural' tan solo consiguió dos candidaturas: mejor actriz de reparto para Close y mejor maquillaje y peluquería. Se fue de vacío.
En caída libre
Es más, podría decirse que estamos ante el proyecto que marca el inicio del declive de la carrera de Adams. La artista venía de enlazar proyectos por los que siempre estuvo en las quinielas de la temporada de premios. Un periodo, tras 'Junebug' y 'La duda', marcado por su asociación con David O. Russell en 'The Fighter' y 'La gran estafa americana', su única nominación en la categoría principal de interpretación, las llamadas de Paul Thomas Anderson ('The Master'), Tim Burton ('Big Eyes'), Tom Ford ('Animales nocturnos') y Denis Villeneuve ('La llegada') o el reencuentro con Adam McKay para 'El vicio del poder'.
Sin embargo, tras trabajar con el responsable de 'Willow' y 'Rush', la celebridad ha sido incapaz de escapar de proyectos para streaming hundidos por la crítica, 'La mujer en la ventana' y 'Desencantada: Vuelve Giselle', o, como representa 'Querido Evan Hansen', que han pasado sin pena ni gloria por la cartelera. Un estatus que la Lois Lane de Zack Snyder tratará de recuperar con la comedia terrorífica 'Nightbitch', a las órdenes de Marielle Heller.