Desde que debutara en el largometraje con la curiosa 'El factor Pilgrim', y exceptuando un único trabajo que se podría considerar más o menos fallido ('After'), el cine de Alberto Rodríguez no ha hecho otra cosa que crecer. Una evolución que se ha desarrollado al compás del nervio y la fiebre, el estallido y la poesía, la contundencia y la complejidad hasta convertirle, sin margen alguno para la duda, en uno de nuestros directores fundamentales.
Maestro del thriller por encima de cualquier otro género y especialista en sacar a relucir las lágrimas, el sudor, los terrores y las inseguridades más salvajes de su maravillosa colección de personajes, Rodríguez es un cineasta con el que siempre apetece reencontrarse. Sus películas, la inmensa mayoría de ellas al menos, son una apuesta segura a la hora de disfrutar de momentos de gran cine, ofreciendo además un detalle nuevo y sorprendente en cada uno de los revisionados.
A la espera de confirmar que siga en un estado de gracia portentoso con 'Modelo 77', sigamos devorando este conjunto de películas que conforman una trayectoria profesional asentada en el más alto de los notables. Alberto Rodríguez, el cineasta de conversación tranquila, mirada portentosa y pulso de hierro.
El cine de Alberto Rodríguez, de peor a mejor
'After'
Cuatro años después de la notable '7 vírgenes', Alberto Rodríguez regresaba con una película que funcionaba mucho mejor sobre el papel que en pantalla. Y eso que, por encima de todo, contaba con un trío protagonista realmente inspirado donde sobresalía la interpretación de una entregadísima Blanca Romero, auténtico corazón (destrozado) de esta historia de madrugadas interminables, resacadas con nombre y apellido y silencios que lo decían todo. Lástima que la manera en la que la vida arrasaba con estos personajes nunca terminara de ir más allá de lo evidente, quedándose en un drama generacional al que le faltaba mucha más garra, energía e impulso.
'El factor Pilgrim'
Acompañado por Santi Amodeo en las labores de dirección y guion, Alberto Rodríguez debutó en el largometraje con 'El factor Pilgrim', curiosa y refrescante comedia que, teniendo en cuenta sus limitaciones, sigue funcionando mejor que bien como simpática puerta de entrada a la filmografía del cineasta. Alejada por completo del tono, intenciones, atmósferas y señas de identidad que caracterizarían sus posteriores trabajos, estamos ante una propuesta tan ligera como disfrutable.
'El traje'
Lo que caracteriza a 'El traje', segundo largometraje de Alberto Rodríguez, es su admirable capacidad para equilibrar tonos, pesos dramáticos y recovecos argumentales. Se trata de hablar de temas tan complejos y profundos como la inmigración y la tolerancia desde la sonrisa y la sencillez, logrando un balance casi perfecto en una propuesta donde también conviene resaltar la interpretación de Manuel Morón, sobresaliente de principio a fin.
'7 vírgenes'
Alberto Rodríguez logró su primer gran éxito de crítica, público y premios, seis nominaciones a los Goya incluidas, con '7 vírgenes', retrato certero, crudo y con trazos de poesía callejera de la amistad entre dos jóvenes de un mismo y conflictivo barrio. Una cinta repleta de grandes momentos de cine en su estado más puro y febril, esa pelea observada desde el terror del asiento trasero de un coche, en la que destacaban las interpretaciones protagonistas de Juan José Ballesta y Jesús Carroza, impresionantes, y la fabulosa dirección de Rodríguez.
'Grupo 7'
Tras firmar su trabajo más irregular ('After') y antes de deslumbrarnos con 'La isla mínima', Alberto Rodríguez firmó la magnífica 'Grupo 7', vibrante y contundente thriller que nos transportaba a la Sevilla más oscura y marginal de finales de la década de los ochenta. Liderada por un reparto en permanente estado de gracia comandado por un espectacular Antonio de la Torre y narrada con pulso de hierro y nervio de maestro, nos encontramos ante uno de los thrillers policiacos más redondos que se han visto en el cine español en los últimos años.
'El hombre de las mil caras'
Conseguir explicar lo inexplicable, legible lo indescifrable, transparente el laberinto. 'El hombre de las mil caras' es una telaraña revestida de thriller, una trama tan imposible que solamente puede ser real. ¿Ficción sobre hechos reales? Puede, pero probablemente sus giros más alocados e inverosímiles sean los que cumplan a rajatabla lo que ocurrió realmente en un caso, el protagonizado por Luis Roldán y Francisco Paesa, tan apasionante como, a priori, enrevesado. Conviene subrayar lo de a priori porque, vistos los resultados de su traslado a la gran pantalla, la labor realizada por el director Alberto Rodríguez y su guionista Rafael Cobos adquiere condición de milagro. Todo se entiende, absolutamente todo: motivaciones, engaños, decisiones y comportamientos de un grupo de personajes dibujados con maestría a través de diálogos repletos de detalles brillantes. Y si te acompaña un reparto como el que se da cita en esta ocasión, excelentes Eduard Fernández, Carlos Santos y Jose Coronado, el objetivo está más que cumplido.
Además, 'El hombre de las mil caras' sirve para confirmar lo que ya era más que una intuición, que estamos ante uno de los mejores directores de nuestro país. Repleta de ideas visuales de primer nivel, creador de atmósferas cargadas de intención que funcionan como un personaje más dentro de la trama, Rodríguez se desmarca de los tópicos y, con estupendos guiños al thriller y el cine de espías más clásico, firma una nueva lección de dirección inteligente y precisa. Porque de eso se trata, manejar todos los elementos como si de un malabarista se tratase, movimientos sin pausa posible en la que el más mínimo traspiés habría tirado todo el conjunto por tierra. Pero, afortunadamente, nada de esto ocurre y 'El hombre de las mil caras' se eleva hasta convertirse en uno de esos trabajos modélicos en los que, sencillamente, todo funciona. Sin trampas.
'La isla mínima'
En España también tenemos una amplia variedad de thrillers que consiguen respetar y trasladar el género hasta adaptarlo a un código cinematográfico en el que el costumbrismo y el tópico consiguen fundirse con ganas y sin demasiadas reticencias. Y uno de los ejemplos más memorables lo tenemos en 'La isla mínima', un prodigio cinematográfico en toda regla. Uno de esos casos en los que todo funciona a la perfección, desde unos títulos iniciales arrebatadores, de una belleza abrumadora, hasta el último portazo. Fin de la historia. O principio. Al frente, Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez con dos portentosas interpretaciones a la altura de la dirección de Alberto Rodríguez, brillante, sin fisuras, de un control del detalle y una pasión fascinantes. Una obra maestra y un clásico de nuestro cine desde casi su mismo día de estreno. La (imprescindible) cima de Rodríguez.