El cine del argentino Juan José Campanella respira, se mueve y, sobre todo, habla de una manera especial. Y emocionante. La clave está, sencillamente, en dejar respirar a unos personajes que no dejan de buscarse, encontrarse, perderse y reubicarse a lo largo del tiempo, el espacio y los recuerdos. No hay más camino que el de ida y vuelta. Toca volver a empezar. Todo ello, claro, con diálogos destinados al recuerdo colectivo, escenas de una sensibilidad especial y un pulso firme detrás de la cámara con el que coronar cada cima, incluso cuando no son de una altura especialmente relevante.
Campanella busca la sensibilidad y el entendimiento, la lágrima y el corazón de un espectador cómplice que no necesita demasiado para poder conectar con la historia que nos está contando la pantalla y los seres, profundamente humanos, que la habitan. Puede ser una canción de amor, una pesadilla irrespirable, un relato sobre la amistad, una reflexión sobre la venganza e, incluso, un cuento infantil sobre jugadores de fútbol de madera y plástico, pero Campanella siempre observa al tipo que se sienta en la butaca con respeto y consideración. No es solamente su película, es la de toda aquella persona que se acerque a ella.
A lo largo de este especial, repasamos todas y cada una de estas cintas, estableciendo un orden de menos a más con el que subrayar la valía y el talento de un conjunto de películas que, en sus mejores casos, y hay varios, resplandecen de una manera única. El cine de Campanella es un lugar al que se recomienda acudir con el corazón abierto de par en par. Porque así están concebidas sus historias y el modo de contarlas.
Las películas de Juan José Campanella, de peor a mejor
'El niño que gritó puta'
El primer largometraje de Juan José Campanella se podría resumir en dos palabras: Harley Cross. Y es que, dentro de una película tan fallida como 'El niño que gritó puta', lo único que se puede destacar con cierto entusiasmo es la forma en la que se mete en la piel de este niño con conducta agresiva y querencia por la violencia verbal hacia todas las personas que le rodean en general y a su madre en particular.
Una historia que, más allá de estar rodada con una imprecisión y desgana preocupantes, nunca llega a sacar todo el potencial a su punto de partida, haciendo más de una trampa argumental tan indefendible como gratuita. De acuerdo, el punto más flojo de la película, sin duda, es el guion escrito por Catherine May Levin, pero, en cualquier caso, Campanella tampoco parece mostrar capacidad alguna para salvar a la película de un lugar extraño y decepcionante. Nos queda, eso sí, un desenlace inspirado e impactante, pero no deja de ser un bagaje bastante negativo para un debut. Afortunadamente, todo iría a mejor a partir de aquí.
'Futbolín'
Digamos que 'Futbolín' no era, ni mucho menos, lo que podíamos esperar de Juan José Campanella después de que firmara su obra maestra: 'El secreto de sus ojos'. Aplaudimos la valentía del cineasta a la hora de probar suerte con un género tan complejo y exigente como el de la animación, de acuerdo, pero el resultado final se aleja del aprobado con dolorosa insistencia.
Por supuesto, el acabado técnico es impoluto, especialmente resplandeciente en los detalles, pero todo lo que tiene que ver con la historia se hace demasiado previsible y rutinario, cayendo constantemente en un humor exclusivamente infantil que aleja la película de todo tipo de público adulto. Es una decisión por parte de Campanella, responsable también del guion, totalmente respetable, pero la sensación general es la de ocasión perdida. Puede que los más pequeños disfrutaran en su momento de ella, pero, con el paso del tiempo, parece complicado que haya dejado algún tipo de huella en ellos. O en la carrera de su director.
'...Y llegó el amor'
Seis años después de su primer largometraje y tras participar en algunas series estadounidenses, Juan José Campanella regresaba a la gran pantalla con '...Y llegó el amor', película en la que, además de la dirección, el argentino se ocupaba de adaptar en formato guion la novela original de José Pablo Feinmann, una tarea en la que contó con la ayuda del propio autor y de Lynn Geller. El resultado, sin ser nada especialmente memorable, funcionaba como thriller resultón, tan carente de grandes ambiciones como efectivo en su búsqueda de entretenimiento general con pequeños chispazos de inspiración formal.
¿Lo mejor? La capacidad de Campanella para mantener al espectador siempre atento a la historia, enganchado a una trama que nunca terminas de saber el lugar en el que puede terminar hasta que todo se precipita en un convincente desenlace. En definitiva, '...Y llegó el amor' no es una gran película, pero es un entretenimiento más que digno.
'Luna de Avellaneda'
Después del espectacular y merecido éxito de 'El hijo de la novia', Juan José Campanella repetía con la maravillosa dupla formada por Ricardo Darín y Eduardo Blanco en 'Luna de Avellaneda', película que podría funcionar perfectamente como una especie de recopilación de virtudes (muchas) y defectos (pocos) de su autor. Y es que, nos volvemos a encontrar con una historia de esencia Frank Capra, orientada a rascar la lágrima y la carcajada del espectador, con sus dosis exactas de emotividad y comedia.
Sin embargo, esta vez la fórmula se resiente por una cuestión de duración: 140 minutos son muchos, demasiados, para una propuesta de estas características. Un error de cálculo que hace que la película caiga de vez en cuando en el siempre peligroso terreno de lo reiterativo y gratuito, dando vueltas sobre sí misma de una manera que podría haberse evitado con cierta facilidad. Pequeños baches en el camino de una cinta que, en cualquier caso, funcionaba de forma notable durante gran parte de su metraje gracias, especialmente, a un reparto inspiradísimo y entregado a la causa Campanella.
'El mismo amor, la misma lluvia'
'El hijo de la novia' y 'El secreto de sus ojos' son, para la inmensa mayoría de público y crítica, las cimas esenciales de la dupla formada por Juan José Campanella y Ricardo Darín. Sin embargo, conviene rescatar con insistencia y rotundidad 'El mismo amor, la misma lluvia' como otro de sus trabajos esenciales.
Una historia de amor a lo largo del tiempo, con sus pérdidas, encuentros y reencuentros, manejada y estructurada con sumo talento gracias a un guion repleto de diálogos brillantes y con un dúo protagonista, formado por el citado Darín y la maravillosa, en mayúsculas, Soledad Villamil, cuya química nace para quedarse en nuestra memoria. Campanella se estrenaba como director en su país con una joya imprescindible siempre lista para ser (re)descubierta y amada.
'El hijo de la novia'
El monólogo del inmenso Héctor Alterio sentado en una vida disfrazada de restaurante. La declaración de amor bajo la lluvia menos tópica posible. Todos y cada uno de sus secundarios, especialmente el inolvidable personaje de Eduardo Blanco. Las lágrimas de una boda. El reencuentro entre una madre y un hijo. El discurso de agradecimiento de una hija. La interpretación de Ricardo Darín. Todos y cada uno de los elementos que componen 'El hijo de la novia' son un prodigio de sensibilidad y delicadeza, una demostración apabullante de talento por parte de Juan José Campanella para construir uno de esos puzzles que justifican la existencia del término 'dramedia'.
Imposible no enamorarse de cada uno de los personajes que recorren una historia maravillosa en la que las sonrisas y las lágrimas se encuentran tras cada esquina, turnándose a la hora de llegar a un espectador que termina profundamente conmovido. Hay películas que te reconcilian con la vida, con el amor y con el cine. Y aquí tenemos una de ellas.
'El secreto de sus ojos'
Se nos olvida muchas veces, demasiadas, mencionar a Juan José Campanella y Ricardo Darín como una de las parejas cinematográficas más potentes de los últimos años. Un dúo que nos ha ofrecido hasta ahora dos maravillosas películas y una rotunda obra maestra: 'El secreto de sus ojos'.
Llena de emoción tan desbordante como controlada y de momentos de cine puro y duro como el asombroso plano secuencia futbolero, esa máquina de escribir vieja y rota que encuentra su tecla en el momento justo, la escena del ascensor, pura tensión, o su magistral desenlace, la última conexión entre director y actor hasta la fecha se ha convertido, de forma justa, en un clásico contemporáneo. La palabra inolvidable, a veces, se queda corta. La película por la que Campanella será recordado para siempre.