[AVISO: Este reportaje (evidentemente) destripa los finales de las películas y los libros, así que contiene SPOILERS]
Hay una serie de elementos en el cine con los que no se debería jugar nunca. Y menos si lo que tienes entre manos es la adaptación a la gran pantalla de alguna novela de renombre, que cuente con millones de seguidores en todo el mundo o que tenga el beneplácito unánime de la inmensa mayoría de la crítica. Aún así, algunos cineastas, contando con la complicidad de sus guionistas, o viceversa, cogen la bandera de la valentía con mano de hierro y se lanzan de lleno al atrevimiento de variar desenlaces que, funcionen mejor o peor sobre una hoja en blanco, son los que marcaron a sus lectores para siempre, los que les convirtieron en fanáticos, los que les emocionaron, los que disfrutaron con especial intensidad.
Se puede entender, en cierto modo, una libertad creativa esencial a la hora de llevar a cabo una tarea tan compleja como la de trasladar una historia y sus respectivos personajes de la literatura al lenguaje cinematográfico. Comparten ciertas similitudes, pero no dejan de ser dos ámbitos de actuación completamente diferenciados. No todo lo que funciona en un libro a pleno pulmón tiene porque hacerlo en imágenes, por mencionar una evidencia, y por eso suelen tener más valor artísticos aquellas propuestas que se esfuerzan más por captar la esencia de la obra original en vez de transcribirla punto por punto sin salirse nunca de la ruta más sencilla. ¿Se juega sobre seguro? Sí y no. Por supuesto que esta maniobra te permitirá contentar a más personas pero, en tu contra, se ausentará el factor sorpresa por completo.
Esto no quiere decir que realizar cambios a la hora de llevar a cabo una adaptación sea siempre la idea correcta, en absoluto, pero si que somos muchos los espectadores que agradecemos ciertos detalles inesperados. Sirva como ejemplo la notable 'Un monstruo viene a verme', en la que Juan Antonio Bayona, en compañía del autor de la obra original, Patrick Ness, consigue engrandecer la historia con giros tan maravillosos como el que cierra el relato. A continuación, analizamos ocho ejemplos en los que el final de la novela y el de la película se distanciaron gracias a decisiones que, dependiendo el caso específico, se celebraron como una victoria sorprendente o que nos obligaron a llevarnos las manos a la cabeza.
Películas que cambiaron el final de los libros que adaptaban
'El planeta de los simios'
Atención, tema controvertido. Antes de nada, y a pesar de que la imagen que ilustra este texto es más que clara, conviene recalcar que estamos hablando de la película estrenada en 1968 y protagonizada por Charlton Heston. Es decir, nada que ver con el fallido remake de Tim Burton a comienzos de la década de los 2000. Sin embargo, el libro original de Pierre Boulle contaba con un desenlace mucho más parecido al de la obra del director de 'Eduardo Manostijeras' que al de la obra maestra de Franklin Schaffner.
Y es que, en la novela, Ulises sí que regresa a la Tierra, acompañado por Nova y su hijo recién nacido, encontrando que ya estaba conquistada con anterioridad por los simios. Un final magistral que Schaffner convirtió en historia del cine con una ligera variación, pero manteniendo la esencia sorprendente e impactante, y que Burton respetó un poco más con resultados mucho peores.
'Inferno'
¿Qué? ¿'Inferno' podría haber sido una buena película? Tampoco lo tenemos tan claro, pero lo que si que es toda una certeza es que, si Ron Howard y su equipo se hubieran planteado respetar la novela original de Dan Brown, especialmente el final, nos habríamos encontrado con una propuesta mucho más interesante. Y es que, mientras que la rutinaria película protagonizada por Tom Hanks y Felicity Jones desembocaba en una sucesión de tópicos con cuenta atrás y salvación en el último segundo incluida después de uno de los clímax de acción más torpes y aburridos de los últimos años, el libro de Brown optaba por un desenlace mucho más oscuro y pesimista, con un virus que causa la esterilidad en los seres humanos dispersado por todo el planeta, aunque programado para afectar de manera aleatoria a menos de un tercio de la población mundial, que planteaba una interesante reflexión más allá del entretenimiento propio del tradicional best seller.
Uno de los aciertos más evidentes e inesperados del trabajo de Brown que Hollywood arrancó de manera dolorosa para evitar que las palomitas no se nos atragantaran. Como si no lo hubieran hecho ya por el aburrimiento.
'Desayuno con diamantes'
Ni siquiera el imprescindible Truman Capote pudo evitar ver como su obra 'Desayuno con diamantes' terminaba convertida, gracias a la maquinaria más tradicional de Hollywood, en una comedia romántica de las de toda la vida. O, al menos, en uno de los más claros ejemplos de que el género puede mirar cara a cara a cualquier otro sin dejarse destrozar por prejuicios y azúcar.
Aún así, lo que en la novela original era un juego constante con el lector para descubrir poco a poco la personalidad de su protagonista masculino se transformó por arte y gracia del cine en un romance lleno de encanto que, para hacer más daño en el corazón de Capote, sustituía su final abierto por una clásica escena (inolvidable) de reencuentro y amor bajo la lluvia. El genial escritor puso el grito en el cielo mientras millones de espectadores caían rendidos ante el suspiro. ¿Un final mejor y otro peor? Complementarios.
'La naranja mecánica'
Stanley Kubrick lo tenía claro, y de no ser así, lo parecía al cien por cien. 'La naranja mecánica', además de una obra maestra, es una de las reflexiones más agudas e inteligentes jamás rodadas sobre la violencia y su inevitable impacto en la sociedad, su omnipresencia en las calles, su evidente ausencia de límites. Un punto de partida que llevaba al extremo el libro original escrito por Anthony Burgess, quien reservaba el epílogo para aportar un final feliz para su protagonista. En él, Alex ya está cansado de cometer barbaridades, incluyendo crímenes y violaciones varias, y desea tener una familia feliz, llevara a cabo un cambio profundo e intenso en su vida.
Sin embargo, Kubrick decidió ignorar este desenlace por completo, finalizando esta película imprescindible con un personaje alejado de cualquier tipo de arrepentimiento o reflexión real. El eco de sus golpes resuena aún más fuerte tras una decisión artística que redondeaba la propuesta y que dolía más.
'El club de la lucha'
Una de las imágenes más potentes y recordadas de 'El club de la lucha', una de esas películas que está siendo sometida al peligroso arte de infravalorar, es esa postal terrible y apocalíptica en la que los personajes de Edward Norton y Helena Bonham Carter se dan la mano mientras observan hipnotizados el culmen de la violencia, la catástrofe más oscura.
Un desenlace tan excesivo como coherente con el resto de la historia que mejoraba el que aparecía en el estupendo libro de Chuck Palahniuk en el que se basaba y que finalizaba con el protagonista encerrado en un manicomio, ahorrando explosiones y caos. Nadie sabe si el epílogo de esta excelsa película de David Fincher nos habría ofrecido una conclusión similar pero, a pesar de eso, estamos que satisfechos con el cierre de 'El club de la lucha'.
'El resplandor'
'El resplandor' es una de esas películas que se aman o se odian, sin término medio. Es decir, puro Stanley Kubrick. Sirviéndose la novela original de Stephen King para ofrecer un espectáculo visual de primer nivel que basa la práctica totalidad de su potencial en lo opresivo y asfixiante de sus imágenes, el cineasta aportó una serie de decisiones artísticas que finalizaban con un arriesgado giro en su desenlace. Uno de esos finales que ha dado para horas y horas de debate entre cientos de espectadores y que, sin embargo, el libro conseguía narrar con mayor fluidez y acierto.
La cuestión es que, donde King ofrecía un punto y final explosivo, literalmente, en el que el hotel terminaba de descubrirse del todo como un personaje más, pura maldad, mientras que Jack y Danny conseguían un efímero instante de reencuentro familiar antes de la tragedia, Kubrick se descantaba por una persecución bajo la nieve que se solucionaba con un plano que incitaba a la risa involuntaria. Minutos más tarde, esa foto en blanco y negro con Jack Nicholson sonriendo proponía un intento más de sorprender y plantear dudas en el espectador, una apuesta interesante que, sin embargo, no contentó a muchos de los lectores apasionados de la novela original ni al mismísimo King, que se mostró en pleno desacuerdo con las innovaciones del director. Amores que matan.
'¿Qué hacemos con Maisie?'
La primera decisión conflictiva tomada por los directores Scott McGehee y David Siegel a la hora de adaptar la novela de Henry James, titulada 'Lo que Maisie sabía', fue cambiar el Londres del siglo XIX del original al Nueva York del siglo XXI. Una diferencia que, visto lo visto, casi se debe saludar como una alternativa acertada en comparación con el tremendo giro de concepto e interés que sufrió el desenlace de la historia.
En la obra de James, la protagonista, en un personaje infantil complejo y lleno de matices, toma una opción vital que incita al debate y a la conclusión de la valentía que siempre rodea ese paso de la infancia al mundo adulto mientras que, en su adaptación cinematográfica, los directores optan por cerrar el relato con altas dosis de almíbar, optando por el camino más sencillo y previsible y privando al espectador de algo más que no sea el intento desesperado de emocionarle con la trampa más común. Una decepción para los lectores. Un drama que aprueba justito para los demás.
'Perdida'
Pese a que la extraordinaria adaptación que realiza David Fincher de 'Perdida' se cierra con uno de esos planos perfectos e hipnóticos marca de la casa, conviene recordar que la estupenda novela de Gillian Flynn retorcía aún más ese sorprendente e imprevisible final. Un desenlace tan coherente como impactante que, sin embargo, el cineasta respetó en esencia pero varió en forma.
Y es que la película señala a los medios de comunicación, especialmente aquellos de marcada naturaleza sensacionalista, como empujón final para una declaración de felicidad impostada y aterradora, mientras que la obra de Flynn señalaba directamente a Amy como motor absoluto de trama, causas y consecuencias. En cine, sus ojos. En papel, sus palabras. En cualquier caso, dos trabajos complementarios que sobrepasan con solvencia el notable.