Uno de los directores y guionistas realmente imprescindibles surgidos en las últimas décadas llegó de Chile y, manteniendo intactas muchas de las virtudes del cine de su país de origen, se reveló como talento universal. No hay límites ni fronteras que dificulten el alcance emocional de una filmografía, la de Pablo Larraín, en la que cuesta encontrar un fallo significativo. Y mejor así.
Desde su debut hasta la reciente y celebrada 'Spencer', Larraín ha construido una trayectoria profesional repleta de grandes películas, personajes propios y figuras históricas de recuerdo imborrable. Cada una de sus cintas tiene un espíritu particular, una manera distinta de respirar y sus propios latidos, pero también se encuentran en el punto exacto del camino reservado al talento. Ahí, justo ahí, es donde el cineasta chileno se eleva entre sus compañeros y compañeras de generación.
Autor de sello característico, personalidad visual arrebatadora y valentía admirable, Pablo Larraín ha evolucionado con el paso de los años sin perder en ningún momento las señas de su fascinante identidad artística. Algo muy cercano a la categoría de genio.
Pablo Larraín, de peor a mejor
'Fuga'
La película menos satisfactoria, que no mala, de Pablo Larraín se titula 'Fuga' y fue el punto de partida de una trayectoria que, solamente dos años después, empezaría a mostrar los primeros signos de su grandeza. Sin embargo, en este debut cuesta identificar el inmenso talento del cineasta más allá de pequeños destellos en la puesta en escena y una dirección de actores con momentos realmente inspirados. Poca recompensa para un Larraín que se estrenó con una cinta tan correcta como intrascendente.
'Tony Manero'
Aunque solamente fuera por la interpretación de Alfredo Castro, de matrícula de honor, 'Tony Manero' ya justifica con creces su visionado y celebración. Situando la historia en el convulso Chile de 1978, contexto en el que se moverían varias de sus películas posteriores, Pablo Larraín consigue aquí un equilibrio casi imposible entre la ilusión y el horror, el festejo y el pesimismo, la libertad y las cadenas. Una película imperfecta, especialmente en un tramo central donde el ritmo se tambalea peligrosamente, pero imprescindible para entender la evolución del cineasta.
'Ema'
De espectacular forma e irregular fondo, 'Ema' se sitúa con bastante claridad como obra menor dentro de la maravillosa filmografía de Pablo Larraín. ¿Malas noticias? En absoluto, simplemente ocurre que hablamos de un cineasta que ha firmado títulos tan brillantes como 'No', 'Jackie' o una 'El Club' que sigue siendo su particular cima. Un conjunto de cintas que justificaban con creces las expectativas con las que nos acercábamos a esta historia de supervivencia, rabia, mentiras, sexo, pérdida, dolor y mucho baile que funciona mucho mejor cuando quiere ser reggaetón y no tango, cuando se mueve, suda y se retuerce sobre sí misma. Eso sí, en el apartado de lo indiscutible resuena con enorme fuerza el nombre de Mariana Di Girolamo, inmensa de la primera a la última mirada.
'Neruda'
Si alguien se acercó a 'Neruda' buscando un biopic tradicional con sus lugares comunes, tics narrativos y características dramáticas más reconocibles, se llevaría un buen chasco. Y es que, frente a la llamada de la zona de confort y las facilidades que otorga siempre la opción del camino fácil, Pablo Larraín planteó esta historia sobre el célebre senador y escritor chileno con la forma de un espejo cinematográfico de múltiples reflejos, géneros y movimientos inesperados, aumentando los niveles de complejidad y riesgo, sí, pero también logrando un mayor número de hallazgos. Una obra distinta en la que, probablemente, se encuentre la puesta en escena más brillante de la carrera del cineasta.
'Post Mortem'
Pese a no alcanzar los altísimos niveles de 'No', primera pieza fundamental de la carrera de Pablo Larraín, 'Post Mortem' ya suponía un trabajo de auténtica altura para el cineasta. Turbia, perturbadora, conmovedora y profundamente impactante, la cinta se mueve al compás de su inolvidable protagonista, reconstruyendo pedazos de un pasado de horror, dolor e injusticia con el lenguaje de un cine mayúsculo, maduro y contundente. Una auténtica joya.
'No'
La principal y más importante virtud de esta magnífica 'No', primer trabajo realmente sobresaliente de la carrera de Pablo Larraín, es su destreza para, desde el primer plano, sumergirnos en su universo de despachos, silencios incómodos, miradas sospechosas, refugios domésticos, reuniones insoportables, hipocresía latente y rodajes en busca de un futuro mejor. Reflejo de un momento histórico desde la grandeza de los detalles, esta propuesta fue un punto de inflexión clave en el camino de un cineasta que, desde entonces, no ha bajado del notable alto.
'Jackie'
Tras los disparos, el silencio. La pérdida. La ausencia propia y ajena. Las estancias como castillos de pasillos infinitos. Las puertas como salidas de emergencia al vacío. El impacto de las sombras. Las mentiras de los ecos. Lo interminable de los días. Lo perpetuo de las noches. Jacqueline Kennedy andando como un fantasma, buscando lo imposible, tratando de asimilar lo inabarcable. Con 'Jackie', Pablo Larraín firmó una obra mayor capturando la poesía del shock emocional. Y Natalie Portman, junto a su milagroso trabajo en 'Cisne negro', entregó la interpretación de su vida.
'El Club'
La mejor película de la maravillosa trayectoria profesional de Pablo Larraín continúa resonando con fuerza en la memoria de todas aquellas personas que vivimos esta experiencia cinematográfica de primer nivel hace ya seis años. Un espacio mínimo, los personajes justos, una cámara que se mueve con elegancia infinita y una capacidad absoluta para mantener al público atado a lo que sucede en la pantalla. Desoladora y divertida, profunda e impactante, compleja y apasionante, 'El club' es, sencillamente, la obra maestra de Larraín. Y una película fundamental en lo que llevamos de siglo XXI.