Quizás no hay unos pasos obligatorios a seguir para llegar a ser un director de cine consagrado. Quizás sí los haya. Quizás es simplemente la inercia, el saber estar, el rascar donde nadie rascó antes. El talento, la inteligencia, la visión cósmica de aquellos que ven historias donde la mayoría ve miseria. Quizás es buscar un ángel de la guarda, ser el tuyo propio o rodearte de la gente adecuada. A lo mejor no es nada de esto. Por suerte (o por desgracia) directores de este tipo, de los que nos vienen a la mente al segundo de escuchar la palabra "cine", hay pocos. Pedro es uno de ellos. Pedro Almodóvar cumple 70 años en los que la vida le ha dado de todo y de nada. La crítica demoledora y el aplauso del público, detractores y admiradores, el León de Oro honorífico en Venecia, actrices fetiche e historias incomprendidas, la representación española en los próximos Premios Oscar con 'Dolor y gloria', polémicas y reportajes de homenaje, premios, glamur y abandono.
El cine de Pedro encierra tantas cosas que sería imposible recopilarlas en un solo artículo. El color, el humor, la pena, lo local, los paisajes, el vestuario, Chanel, Dior, el oro y Chavela Vargas. Sus películas hablan de la feminidad. Carmen Maura, Julieta Serrano, Penélope Cruz, Chus Lampreave, Victoria Abril, Marisa Paredes, Loles León, y otras tantas chicas Almodóvar que convergen en una sola: la ciudad de Madrid. La eterna protagonista de las películas del director.
Madrid ha aparecido en los veintiún largometrajes del cineasta manchego en un homenaje inconsciente a la ciudad que lo vio madurar artísticamente. Y es que poco tardó Almodóvar en mudarse desde su Calzada de Calatrava natal, en Ciudad Real, a la capital, tras cumplir 18 años y correr a trabajar en Telefónica al mismo tiempo que escribía sus guiones. Fue Madrid el escenario principal de su vida y de sus ideas, el plató que nunca fallaba y la chica Almodóvar más fiel y entregada. Madrid ha sido testigo de las vidas alocadas de Pepi, Luci y Bom paseándose por el rastro en plena movida madrileña, de las Redentoras Humilladas en el antiguo convento de las Recogidas de Santa María Magdalena (actualmente sede de UGT), de las lágrimas de Raimunda en los descampados de Vallecas y del ocaso lento y doloroso de Salvador Mallo.
Tanta es la devoción entre ambos, que el cineasta fue nombrado hijo adoptivo de Madrid en 2018. Al recibir el reconocimiento aseguró que "para un niño manchego, Madrid era la ciudad de los teatros, del cine, donde uno podía ser uno mismo sin ser señalado con el dedo, la ciudad de la libertad". En ese mismo año Pedro Sánchez Castrejón escribió 'Todo sobre mi Madrid', un libro sobre los rincones madrileños que Almodóvar plasma en sus películas. En el prólogo el autor explicaba que la decisión de tal homenaje venía "no solo porque en él descubro los rincones por los que yo también transito a diario, sino porque reconozco el alma de la ciudad en sus películas: abierta, original, transgresora, divertida, polifacética, crítica, cosmopolita y campechana a la vez".
Como Woody Allen con Nueva York, como Federico Fellini con Roma, como dos enamorados en verano que no saben estar el uno sin el otro. Almodóvar y Madrid, Madrid y Almodóvar, es complicado entender una cosa sin mencionar la otra. Madrid, testigo de tantas historias diferentes, de las pelucas y las faldas de colores, de las misas de los domingos y los desayunos llenos de churros. De las esquinas que siempre quedarán en nuestra retina, las postales que viajan por todo el mundo, el arte de los museos y las calles, el aeropuerto y los bares centenarios, la decadencia y el lujo, el turismo que viene a ver Madrid y, por consecuencia, también ve a Pedro. Recorre la plaza Mayor y Callao, pero también los pequeños rincones de la Taberna Ángel Sierra ("excepto beber, qué difícil me resulta todo"), la calle Fernando VI o los cines Renoir de Princesa. El director cumple 70 años enamorado de su ciudad, de su libertad y del cine. Madrid lo felicita y lo celebra, la Gran Vía se rinde a sus pies, no lo adopta, sino que lo protege con el abrazo más cálido y sincero. Como si ella fuera una madre orgullosa. Y que sea por muchos años más.
Madrid, por Pedro Almodóvar
'¿Qué he hecho yo para merecer esto?'
Gloria (Carmen Maura) vive en uno de los múltiples minúsculos y asfixiantes pisos de las colmenas del barrio de la Concepción, al pie de la M-30. Diez bloques colosales daban techo a 22.000 personas en 8.000 apartamentos. Se construyeron durante los años 50 por petición de Franco. El escenario, decadente y lleno de miseria, ubica la historia de esta ama de casa infeliz, adicta a las anfetaminas y desesperada por traer dinero a casa. '¿Qué he hecho yo para merecer esto?' se estrenaba en 1984 y alejaba al cineasta de la purpurina y las pelucas de sus películas anteriores para entrar en el Madrid profundo, triste y marginado.
'Matador'
Su siguiente película fue 'Matador', en 1986. El argumento hablaba de la pasión desmedida y sin control, del placer extremo que lleva a la muerte. El halo mortífero se respira en la película con localizaciones como el Viaducto de Segovia, un puente que une en altura el Palacio Real y el barrio de las Visitillas. Su longitud y su altura (23 metros) han sido escenario idóneo para los suicidas. Aparecerá también años más tarde en 'Los amantes pasajeros, cuando el personaje de Paz Vega protagonice un intento de suicido.
'La ley del deseo'
En 'La ley del deseo' Almodóvar escribió su primera carta de amor a ese mundo tan suyo. El de los directores de cine, el del amor sin comprensión, los transexuales, la homosexualidad, la locura más retorcida y el color más vivo de Madrid. El personaje de Carmen Maura es Tina, un transexual explosivo y feliz, optimista por naturaleza. En un paseo nocturno por las calles de la capital con su hermano Pablo (Eusebio Poncela) y la pequeña Ada (Manuela Velasco), Tina acaba sofocada en la noche estival de Gran Vía. No se le ocurre otra cosa que gritar, con soltura y sensualidad, a un operario municipal que regaba las calles en ese momento: "¡Riégueme! No se corte". La ducha callejera de Maura es de las escenas más emblemáticas de la filmografía del director y la esquina es el Cuartel de Conde Duque en la calle Conde Duque número 9. Es complicado pasar por allí y no buscar desesperadamente un poco de agua fresca.
'Mujeres al borde de un ataque de nervios'
La película que le dio la fama y el favor internacional, 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', sucedía en el Madrid clásico y burgués. Pepa (Carmen Maura) vivía en un ático espacioso de la calle Montalbán con vistas a la Gran Vía, edificio de Telefónica incluido. El "mambo taxi" recorre las calles madrileñas hasta llegar al piso de Julieta Serrano y Antonio Banderas en la calle Almagro, en el portal número 38. El edificio obtuvo el Primer Premio del Ayuntamiento de Madrid en el año 1914 a la casa más artística y mejor construida. Las protagonistas corren en tacones y vestidas de Chanel de rojo y rosa por las calles señoriales del Madrid más elegante. Al final, el aeropuerto de Barajas, punto de partida y de salida.
'Tacones lejanos'
Marisa Paredes es Becky del Páramo en 'Tacones lejanos'. Después de una larga estancia en México desarrollando su faceta como artista y cantante, la actriz regresa a Madrid junto a su hija (Victoria Abril). "Señor conductor, ¿puede llevarnos a la plaza del Alamillo antes de ir al hotel?", le dice al taxista que las recoge. Cuando se bajan, se detienen en una casa con las ventanas con rejas a ras de suelo. Explica la madre a la hija que ahí nació ella, en la calle de Alfonso VI, número 5, donde veía los pies de la gente. Más tarde, cuando Paredes canta y llora 'Piensa en mí', de Luz Casal, lo hace en el teatro María Guerrero en la calle Tamayo y Baus, 4. La maravillosa interpretación de Miguel Bosé con peluca rubia de 'Un año de amor' es en el local Villa Rosa, en Plaza de Santa Ana, 15. El bar sigue hoy dando espectáculos y llenando sus mesas y camerinos cada noche.
'Kika'
En el rodaje de 'Kika' primaron los interiores y los exteriores se simularon con cartón piedra. Aun así, real o no, Madrid aparecía como escenario principal. Se divisan desde las ventanas las torres Kio y la torre Europa. Desde el apartamento de Kika (Verónica Forqué), se ve a lo lejos la torre Picasso, que aparece también en 'Los abrazos rotos'. El café del Círculo de Bellas Artes en la calle Alcalá, 42, enclave de turistas y madrileños castizos, es donde Victoria Abril y Peter Coyote se encuentran para hacer negocios. Y la modernización de la estación de Atocha recién estrenada en 1992, es también escenario de la llegada en AVE de Nicholas (Coyote). Como su cine, como sus historias, como sus personajes, la ciudad evoluciona bajo la atenta mirada de Pedro.
'Todo sobre mi madre'
Cecilia Roth y Eloy Azorín van al cine a ver 'Un tranvía llamado deseo' en el Teatro Bellas Artes en la calle Marqués de Casa Riera, 2. Siempre lleno de gente, el Teatro simboliza la tradición madrileña del arte, la gente desplazándose sin parar en la Gran Vía, la aglutinación de ministerios gubernamentales, y el neoclasicismo de Cibeles. Ocurre en 'Todo sobre mi madre', cinta que se llevó el Oscar a mejor película de habla no inglesa en 1998. En ella, Cecilia Roth aprovecha la revolución del AVE para ir de Madrid a Barcelona. Por aquel entonces ese trayecto no existía todavía.
'Los abrazos rotos'
En Gran Vía, 12 se encuentra la Coctelería Museo Chicote. Se convirtió en epicentro de aristas, cantantes, maravillados y apasionados de la capital madrileña durante los años de la dictadura franquista. El Hollywood clásico de Ava Gardner, Frank Sinatra o Sofia Loren, se juntaba con Dominguín, Di Stefano o Mihura. Noche tras noche se reunían entre cantidades indecentes de alcohol. El estereotipo de la fiesta española se cocinó en el Chicote. No es por tanto de extrañar, que en 'Los abrazos rotos', Judit (Blanca Portillo) confiese todos sus secretos en la barra de este bar, después de varios gin-tonics.
'Dolor y gloria'
El monólogo 'Adicción' que Alberto Crespo (Asier Etxeandia) recita cada noche se interpreta en la Sala Mirador de la calle Doctor Fourquet, 31. En la Filmoteca Española, el cine Doré, Salvador Mallo (Antonio Banderas) recibe (sin recibir) un homenaje a toda su carrera como cineasta. Un cine que aparece también en 'Hable con ella', cuando Benigno (Javier Cámara) va a ver un corto en la gran pantalla. Mallo vive en Pintor Rosales, una calle céntrica con vistas al Parque del Oeste y a la Casa de Campo. Un apartamento que, por cierto, se decoró siguiendo la estética del piso real de Pedro Almodóvar. Incluso algunos muebles eran del propio director. En 'Átame!' Ricki, también interpretado por Banderas, se desplaza hasta la Plaza de la Villa en busca de heroína. En 'Dolor y gloria', Mallo va hasta Lavapiés a por un chute. En la película en la que el cineasta más se explica, perdona y confiesa, Madrid es el único y deseado escenario de tantas vidas que han pasado por encima del protagonista. Madrid como inicio y final de tantas historias.