Existen directores que conviven con la opinión unánime de que nunca serán reconocidos a la altura de lo que merece su obra. Cineastas en cuyas trayectorias se acumulan los triunfos artísticos y los errores se cuentan con los dedos de una mano. Y en esa liga, con bastante diferencia del resto, destaca de un tiempo a esta parte la figura de un genio llamado Peter Weir.
En el fondo no es complicado, se trata sencillamente de revisar con atención su filmografía, deteniéndose en todas y cada una de las obras maestras que ha facturado hasta la fecha. Spoiler: No son pocas. Ni mucho menos. Y es que Weir es uno de esos directores que agarran una historia, sea del tipo que sea, a la misma altura de la solapa y no la dejan escapar, encontrando siempre las maneras, tonos y exigencias que requiere cada una de ellas. El espectador, por su parte, solamente tiene que poner atención y dejarse llevar con la certeza de que las recompensas serán numerosas, tanto al final del viaje como durante el mismo.
Si hacen falta ejemplos para demostrar esta teoría, este especial reúne los catorce más contundentes. Un conjunto de propuestas de alto calado cinematográfico que conforman una de las carreras más estimulantes, compactas y memorables de las últimas décadas. La marca Peter Weir. No nos cansemos, por favor, de subrayar un talento de semejantes dimensiones.
Peter Weir, de peor a mejor
'Sin miedo a la vida'
Lo peor de 'Sin miedo a la vida', la película más floja de la carrera de Peter Weir, es que, por primera y única vez, nos encontramos con un director que no tiene claro ni lo que quiere contar ni la forma en la que quiere hacerlo.
Incapaz de aprovechar un punto de partida que daba para mucho más y que presentaba la supervivencia imposible como renacimiento de ideas, convicciones e incluso miedos y traumas, el cineasta nunca termina de coger el tono y el ritmo de una película que termina cayendo en lo soporífero de manera bastante contundente. Ni siquiera un Jeff Bridges entregado a la causa consigue salvar los muebles. Un Weir perdido en medio de la nada que, afortunadamente, se recuperó a lo grande con su siguiente proyecto, algo relacionado con un programa de televisión y un tal Truman...
'El visitante'
Antes de firmar una nueva obra maestra para su trayectoria, Peter Weir lanzó la película más extraña de toda su filmografía: 'El visitante'. Con menos de ochenta minutos de duración, estamos ante una propuesta que, en cierto modo, continúa la senda marcada por 'La gran ola' en lo que respecta a trasladar a la pantalla la eterna lucha entre personas de clases y culturas distintas, apostando de nuevo por una atmósfera tan irreal como fascinante, pero logrando resultados más pobres, por obvios. Y es que, en esta ocasión, Weir no termina de aprovechar al máximo el punto de partida de la historia, cediendo demasiado espacio a un humor negro con el que nunca termina de acertar del todo. Queda, eso sí, un desenlace brillante que dispara a 'El visitante' hacia una lectura mucho más interesante.
'Los coches que devoraron París'
En su primer largometraje, 'Los coches que devoraron París', Peter Weir ya mostraba algunas de las muchas virtudes que encontraríamos posteriormente a lo largo y ancho de su filmografía: la precisión tras la cámara, la (supuesta) calma que precede a la tormenta, las conversaciones repletas de interés en los momentos más inesperados o la capacidad para hilar finales de auténtica altura. Sin embargo, lo más destacado de este debut es su sentido del humor, su mala leche, su ironía y sarcasmo brutal a la hora de describir a la mayoría de sus personajes y, todavía con más fuerza, al pueblo en el que transcurre esta historia imposible.
Y en ese sentido, 'Los coches que devoraron París' sigue siendo una rara avis dentro de la carrera de Weir, un pistoletazo de salida muy cercano a la comedia más imposible al que solamente se le pueden achacar ciertos despistes a nivel de ritmo narrativo. Teniendo en cuenta todo lo que vino después, y pese a sus momentos más inspirados, no deja de ser una obra tan interesante como menor de su autor.
'Matrimonio de convivencia'
Después de conquistar a crítica y público con la eterna 'El club de los poetas muertos', Peter Weir sorprendía a todo el mundo con 'Matrimonio de conveniencia', una (a priori) comedia romántica protagonizada por Andie MacDowell y un Gérard Depardieu recién llegado a Hollywood. Sin embargo, como ha ocurrido otras veces con el cineasta, las apariencias engañaban por completo, ya que estábamos ante una película que, sí, partía del citado género, pero tardaba muy poco a la hora de desmarcarse de cualquier tipo de lugar común o tópico.
Y es que, a la hora de la verdad, 'Matrimonio de conveniencia' volvía a presentar un discurso basado en las diferencias de clases y culturas que tantas veces han aparecido en la obra de Weir, aportando en esta ocasión una mayor dosis de sentido del humor e inevitable azúcar. ¿El mayor mérito? Conseguir que nada empalague más de la cuenta, que todo fluya con naturalidad, que los personajes desprendan simpatía y carisma, que el conjunto, en definitiva, se mantenga en todo momento en pie. No está, ni de lejos, entre los mejores trabajos del director, pero sigue siendo una película tan efectiva como recomendable.
'La última ola'
Primer acercamiento al choque y diálogo entre culturas, tema que aparecerá en la inmensa mayoría de películas de Peter Weir, 'La gran ola' supuso el acercamiento del cineasta al thriller, un género en el que no había profundizado hasta entonces. De acuerdo, estamos simplemente ante un contexto general que Weir aprovecha para introducir elementos como la pesadilla apocalíptica, los dramas judiciales o incluso el melodrama familiar, pero es en el manejo del suspense, especialmente en un primer tramo que alberga escenas memorables, donde el director saca mayor partido de la historia. Lástima que el desarrollo de la trama no esté a la altura y que el desenlace explique demasiado unas reflexiones y conclusiones a las que el espectador podría/debería haber llegado por sí mismo.
'La costa de los mosquitos'
Camino de la nada a la locura. Viaje de ida hacia la convicción innegociable, la impaciencia colectiva, la pesadilla de una búsqueda sin más recompensa que la incomprensión. 'La costa de los mosquitos' puede tener algunos fallos, empezando por un tramo central que pierde algo de fuelle en sus niveles de intensidad, pero su contundencia a la hora de enfrentar al espectador a la idea de que el ser humano es capaz de infectar el paraíso más virgen del mundo con una mezcla peligrosísima de ambición y autoridad es tan potente que no queda otra opción que caer rendido a sus complejísimos encantos.
Película contemplativa en apariencia, pero profundamente vertiginosa en su nervio interno, y protagonizada por un impresionante Harrison Ford, 'La costa de los mosquitos' es un Peter Weir a la altura de su nombre. Y eso son palabras mayores.
'Único testigo'
Historias pequeñas contadas con la fuerza de un gigante e historias enormes contadas con la sencillez más conmovedora. En esos dos terrenos en los que se divide gran parte de la filmografía de Peter Weir, 'Único testigo' juega un curioso papel intermedio. Por un lado, tenemos un thriller policial de corte clásico, con policías corruptos y asesinos a cara descubierta. Pero, al mismo tiempo, también estamos ante un romance imposible lleno de delicadeza y ternura.
La combinación impecable de estos dos géneros es lo que convierte a 'Único testigo' en una propuesta comercial elegante y ejemplar de inicio a fin, engrandecida por la presencia de un Harrison Ford que pocas veces ha estado mejor.
'Camino a la libertad'
'Camino a la libertad', adaptación de la novela de Slavomir Rawicz dirigida por Peter Weir, quien volvía a demostrar por enésima vez su dimensión de cineasta impecable, se servía de un reparto coral para adentrarse en los sentimientos más profundamente relacionados con la supervivencia, la constancia y la esperanza depositada en un lugar mejor.
Una poesía literaria disfrazada de prosa densa y compleja que terminaba elevándose al sobresaliente por una cuestión de pura entrega y dedicación. Una propuesta de corte clásico que mereció mucha más suerte en su paso por las carteleras, pero que, al menos por el bien del caso que nos ocupa, sirvió para que Weir sumara otra excelente película a su trayectoria.
'El año que vivimos peligrosamente'
Siguiendo con la estela de clasicismo que desprendía su anterior película, 'Gallipoli', Peter Weir consiguió con 'El año que vivimos peligrosamente' firmar una de sus propuestas más accesibles, celebradas y admiradas. Y es que, pese a que su rodaje se pareciera mucho al infierno, amenazas de muerte incluidas, el cineasta consiguió dar forma a una de esas cintas impecables en las que la mayoría de elementos funcionan a un nivel que no baja del notable, mientras que otros alcanzan la misma perfección (Linda Hunt). Romanticismo apasionado, thriller de suspense sostenido y reflejo de una sociedad sumida en la desesperación total: 'El año que vivimos peligrosamente' hace de todo. Y todo lo hace bien.
'Master and Commander: Al otro lado del mundo'
Si la entrega de la medalla de oro a La Mejor Aventura del Siglo XXI dependiera de la crítica, tendríamos una ganadora segura: 'Master and Commander: Al otro lado del mundo'. Una joya repleta de clasicismo dirigida por el imprescindible Peter Weir, entregado a la construcción de una película que recogiera el eco de las propuestas más inolvidables del cine de piratas sin dejar de aportar una impresionante profundidad psicológica y dramática a sus personajes.
Russel Crowe y Paul Bettany, impecables en cada una de las escenas, protagonizan una amistad repleta de matices y duelos al sol del océano que cautivan por su combinación de fuerza y delicadeza, infierno y calma, tempestad y paz. 'Master and Commander: Al otro lado del mundo' es una gran película de aventuras, sí, pero también es mucho más. Y uno no se cansa de intentar descubrir cada uno de sus rincones.
'Gallipoli'
Entre las muchas, muchísimas virtudes con las que cuenta Peter Weir como cineasta, hay una que brilla con especial intensidad, y es la de convertir algo tan hermoso y complejo como la amistad en grandes dosis de cine en estado puro. En este sentido, 'Gallipoli' sería uno de los ejemplos más sobresalientes de su trayectoria.
Porque el cineasta es capaz de sacar oro de todas y cada una de las escenas que comparten sus protagonistas, espléndidos Mel Gibson y Mark Lee, consiguiendo que el espectador se sienta parte activa de una relación que se mueve siempre en el terreno de la admiración y el cariño mutuo, especialmente cuando el terror en forma de guerra hace acto de presencia de la manera más cruel posible. Narrada con pulso maestro y con uno de los desenlaces más emotivos e inolvidables jamás rodados por Weir, 'Gallipoli' sigue siendo una película tan esencial como el primer día. Cine, amistad y viceversa.
'Picnic en Hanging Rock'
Existen películas que nacen sostenidas sobre el tiempo y el espacio. Y 'Picnic en Hanging Rock' es una de ellas. Tratar de describir una obra maestra siempre es tremendamente complicado, pero, en el caso que nos ocupa, la dificultad es doble puesto que se trata de una propuesta que funciona por encima de todo a un nivel sensorial. Es un sueño y una pesadilla. Una experiencia y un golpe en el estómago. Un nudo en la garganta de belleza y poesía. Un canto calmado y un silencio inagotable.
Un conjunto de imágenes plasmadas con la mano de un maestro, Peter Weir, y elevadas al infinito por un aura que no se puede describir, pero se siente en cada plano. Misterio sin solución, despedida sin grito de auxilio, rescates que terminan en locura y, por encima de todo, lección de cine en fondo y forma. 'Picnic en Hanging Rock' es más milagro que película. Y sigue ahí, sostenida, implacable, fascinante.
'El show de Truman'
Primer papel protagonista dramático en la carrera de Jim Carrey, primer Globo de Oro a Mejor Actor. Con 'El show de Truman', las alertas se dispararon y muchos de los fanáticos del actor empezamos a soñar con su imagen sujetando un Oscar tan grande como la obra maestra dirigida por Peter Weir. Una ilusión que desapareció en cuanto se conocieron las nominaciones y comprobamos cómo Roberto Benigni le robaba su espacio en el quinteto de posibles ganadores. Un error que se terminó de redondear con el italiano haciéndose con la estatuilla. Ver para creer.
En cualquier caso, tanto Carrey como Weir consiguieron con 'El show de Truman' dejar con la boca abierta a millones de espectadores que esperaban otra comedia característica de su estrella y se encontraron con una de las interpretaciones más brillantes de su carrera. Ayuda, y no poco, que todos los elementos que le rodeaban funcionaran a la misma altura de la perfección, construyendo un clásico contemporáneo que no ha hecho más que crecer con el paso de los años. Un punto de inflexión absoluto para la carrera de ambos. Y uno de sus triunfos más incontestables.
'El club de los poetas muertos'
Con esa obra maestra llamada 'El club de los poetas muertos', Peter Weir consiguió la película más completa, emocionante, clásica y brillante de su trayectoria profesional hasta la fecha. Una cinta que deslumbraba desde el primer minuto hasta su inolvidable desenlace, uno de los más hermosos jamás filmados. Protagonizada por un Robin Williams situado más allá del elogio, esta historia de inocencias perdidas entre versos y de sueños robados en cuevas pintadas con poemas recitados a pleno pulmón continúa helando la sangre en sus momentos de mayor dramatismo y conquistado con sus instantes más épicos. Un capitán para siempre. Una película eterna. 'Carpe Diem' grabado a fuego en la memoria cinéfila de millones de espectadores.