Llega el calor y, con él, los blockbusters veraniegos, y sin duda alguna 'Prince of Persia: las arenas del tiempo' es todo un paradigma de dicho fenómeno, por lo que a nadie debería extrañarle que esta nueva permutación icónica de Indiana Jones en clave consola adolezca de buena parte de los estigmas recurrentes en dicho tipo de género. Y lo cierto es que, si la fórmula funciona, bienvenida sea, pero por desgracia con 'Prince of Persia: las arenas del tiempo' estamos muy lejos de tener ante nuestros ojos la panacea del cine pop-corn.
Y eso que el film de Mike Newell, uno de los cineastas potterianos, contiene todos los ingredientes a priori indispensables para que el conjuro surta efecto: un héroe guapete, una belleza de armas tomar, un malo de perfil exótico y la imprescindible dosis de humor, en esta ocasión de la mano de un Alfred Molina obsesionado con los impuestos y las avestruces que se erige como la parte más recordable de las dos horas de metraje del film. Por el camino, por desgracia, nos topamos con un entramado ya muy transitado, unos giros en exceso consabidos, diálogos carentes de chispa, una historia épico-fantástica sin demasiada épica ni fantasía, y unos efectos especiales mucho más pobres de lo que muchos esperábamos, constituyendo un desencanto general que no hace sino acrecentar la cargante verborrea de su respondona co-protagonista femenina y, por encima de todo, la insípida interpretación de Jake Gyllenhaal, quien dista mucho de aproximarse al carisma de Indy o incluso de Brendan Frasier en la saga de 'La momia', que ya es decir.
A pesar de ello, uno puede disfrutar sin problemas de este nuevo ejercicio palomitero, cuya acción, aunque algo menos apabullante de lo previsto, no deja de ser constante. Eso sí, dudo bastante que nadie recuerde alguna escena en particular del film, del mismo modo que, como nacimiento de una nueva franquicia, 'Prince of Persia: las arenas del tiempo' tiene muchos aspectos a mejorar.
Aunque un servidor le augura posibilidades.
