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CRÍTICA

'Puro vicio': Cortina de humo

Paul Thomas Anderson y Joaquin Phoenix vuelven a colaborar tras 'The Master' en la nueva película del realizador, 'Puro vicio', que llegará a las salas españolas el próximo 13 de marzo.

Por Alejandro Rodera Herrero 12 de Marzo 2015 | 10:00

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Cada vez que un director del nivel de Paul Thomas Anderson estrena película nos encontramos ante todo un evento. Pero como todo estreno, puede sobrevivir a aquellas obras maestras a las que te tiene acostumbrado el realizador en cuestión o dejarte frío en la butaca. Desgraciadamente, con 'Puro vicio' tuve la segunda experiencia.

 Joaquin Phoenix en 'Puro vicio'

A estas alturas nada le queda a Anderson que demostrar, con siete largometrajes a sus espaldas ha dejado muestras suficientes del enorme talento que atesora. Pero ha sido justo este último trabajo el que ha provocado por primera vez que me sintiera como un extraño ante su cine, viendo la película desde fuera sin lograr introducirme en la narración. Una vez más, Paul Thomas Anderson, -que suele partir de historias y guiones originales- se ha decantado por adaptar una novela. 'Pozos de ambición' marcó su primer trabajo a partir de material ajeno, pero al adaptarlo con su sello característico, el resultado no perdió ni una gota de la esencia propia de Anderson. En cambio, la extrema fidelidad que ha tratado de mantener con respecto a la novela de Thomas Pynchon, 'Inherent Vice', hace que en esta ocasión se sienta que no hay tanto de Anderson como cabría esperar. Como el propio director dijo en una entrevista concedida a The New York Times, el proceso de adaptación de la novela al guión fue prácticamente una transcripción frase por frase para después estructurar la película. Obviamente no parece que la cinta esté realizada por un desconocido, pero sí que pierde identidad, para dejar paso a la personalidad del novelista, que desplaza a la suya como guionista. Y si hay algo que definía a Anderson era su habilidad de trabajar con un todo, no era solo director y guionista, sino que era capaz de ensamblar las dos facetas, de tal manera que no se entendía la una sin la otra. Aquí sigue desempeñando las dos labores, pero están demasiado diferenciadas.

El protagonista de 'Puro vicio' es el detective privado Doc Sportello, que un día recibe la visita de su exnovia Shasta, la cual le expone una enrevesada trama en la que están involucrados su amante, la mujer de este, ella misma y más adelante se involucrarán compañías secretas, asociaciones nazis y todo tipo de personajes. La historia va perdiendo sentido a cada minuto que pasa, sumiéndose en un absurdo entramado de personajes desdibujados que aparecen fugazmente sin mayor relevancia, todo esto guiado por un protagonista hippie cuya única fijación parece ser tener algo de droga siempre a mano y resolver un misterio que a partir de cierto punto carece de interés. La labor de Joaquin Phoenix al frente de la película nada tiene que ver con el titánico trabajo que llevó a cabo en 'The Master', aquí su personaje se ve introducido en una confusa trama y su voluble personalidad no sirve de sustento para atraer la atención durante las largas dos horas y media de metraje.

 Imagen de 'Puro vicio'

Como es habitual en el cine de Anderson, el director ha contado con un envidiable reparto para contar esta historia. Al encontrarte con los nombres de Josh Brolin, Owen Wilson, Reese Witherspoon, Benicio Del Toro, Michael Kenneth Williams... Esperas que tengan algo más de presencia, pero a excepción de Brolin el resto aparecen con cuentagotas, alguno en una única escena. Esto no tiene por qué ser malo si fueran apariciones certeras y necesarias, pero queda el sabor de boca de que cualquier actor habría encajado en esos roles, no tienen una personalidad clara. Es imposible imaginarse a Daniel Plainview en la piel de alguien que no sea Daniel Day-Lewis o a Barry Egan con un rostro diferente al de Adam Sandler, ya que Paul Thomas Anderson siempre ha conseguido dejar personajes memorables con sus películas, que inmediatamente se convierten en parte esencial de la filmografía de los actores que participan en ellas. Pero en 'Puro vicio' es difícil encontrar a algún personaje que permanezca en la memoria una vez que se marcha uno de la sala, no parecen componer una historia conjunta si no que dan la impresión de encontrarse en segmentos paralelos, que tienen como único punto en común a un Phoenix que acaba agotando por la conducta monótona de su personaje.

El efecto de las drogas

Un hombre que ha trabajado con grandes intérpretes como Philip Seymour Hoffman, Julianne Moore, Amy Adams y el propio Joaquin Phoenix, no iba a perder su faceta de gran director de actores, y aquí destacan sobre todo Josh Brolin y Katherine Waterston. Ambos consiguen acoplarse a la extraña atmósfera que se adueña de la película. Brolin encaja a la perfección en el papel de extravagante policía-actor come plátanos cubiertos de chocolate, al igual que Waterston se da a conocer con su interpretación de Shasta, que es de lo mejor de la película. Por el otro lado, elementos que solían atraparme en las películas de Anderson aquí me han repelido. Comenzando por la música de Jonny Greenwood, al que le pido expresamente que se dé un tiempo con Anderson y se dedique al nuevo disco de Radiohead, ya que en 'Puro vicio' la frustración promovida por la historia no es aliviada por la música omnipresente que trata de encubrir la falta de interés de las propias escenas. Buena parte de la discontinuidad de la historia la provoca la soporífera voz en off femenina que narra ocasionalmente los hechos, al igual que los manidos planos secuencia durante las conversaciones que invitan a rechazar lo que se está viendo.

 Imagen de 'Puro vicio'

No se le puede reprochar a Paul Thomas Anderson que haya hecho algo diferente a sus anteriores trabajos y no queda duda de que una comedia suya no iba a ser convencional, pero cuando una película te deja fuera, por muy frustrante que sea, no puedes disfrutarla de la misma manera. Resulta chocante encontrarse con el Philip Marlowe de Robert Altman en 'El último adiós' después robar el maletín de drogas de Johnny Depp en 'Miedo y asco en Las Vegas' cuando te esperabas algo totalmente diferente.