Reivindicando 'First Man': 10 razones para celebrar el 50 aniversario del alunizaje con la joya de Damien Chazelle

En los primeros diez minutos de 'First Man - El primer hombre' podemos encontrar, con inusitada facilidad, algunos de los pilares esenciales sobre los que se sustentará el poder de la película. Asfixiante y poético, silencioso y abrumador, caótico y apabullante. El prólogo de esta obra maestra supone un punto de partida perfecto para comenzar a presentar a su protagonista, su universo (interno y externo) y la fina línea que separa el éxito del fracaso, la perfección del bronce. Cine en estado puro explotando como el más impactante de los disparos de salida.

'First Man - El primer hombre' es una de esas películas que tienen la enorme virtud y el envidiable poder de ir mucho más allá de la pantalla, de traspasar límites y fronteras hasta alcanzar directamente al espectador, agarrarle de la solapa y no soltarte en ningún momento. Todo ello, además, dejando el espacio justo para que el oxígeno de la poesía visual aparezca en cada uno de sus rincones, completando así una experiencia cinematográfica de primer nivel que conmueve desde su apasionante búsqueda de la sensación perfecta.

Las llamas queman, los golpes duelen, las catástrofes pesan, las pérdidas escuecen y la liberación conmueve hasta la mismísima lágrima. El espectáculo está en ir más allá sin dejar de lado un clasicismo a prueba de décadas. El espacio impone, pero se alcanza. Y levitas. Y escuchas la soledad. Y todo lo demás, invisible, importa más que nada.

El lugar común y el tópico más perezoso pide, casi exige, señalar la interpretación de Ryan Gosling como una nueva demostración de lo inexpresivo como zona de confort. Es decir, lo que empezó en aplauso ('Drive') terminaba resultando diana perfecta para la crítica general en base a la supuesta caricatura. Un tratamiento absolutamente injusto para una interpretación que, de forma más justificada que nunca, exigía ese acercamiento por parte del actor, esa forma de transmitir los demonios, miedos e inseguridades desde el silencio y la mirada perdida, asustada y desorientada.

Gosling, un actor que, por encima de todo, siempre ha sido profundamente inteligente a la hora de escoger sus personajes y saber las necesidades exactas que tenían cada uno de ellos, entrega en 'First Man - El primer hombre' un trabajo por encima del elogio, una lección de contención de poderoso alcance emocional y una demostración de humanidad casi constante. Por eso, cuando su Amstrong derrama una lágrima en una escena que es emoción en estado puro, uno no puede más que rendirse ante la evidencia: Gosling era el actor perfecto para liderar esta película. Una vez más.

Entre los múltiples olvidos que tuvo la Academia en la pasada (y terrible) edición de los Oscar, la ausencia de la impresionante banda sonora de Justin Hurwitz entre las nominadas fue una de las más destacadas. Y dolorosas. Y profundamente incomprensibles. Principalmente porque, más allá de su indiscutible belleza melódica, su papel desde un punto de vista estrictamente narrativo es total a lo largo de 'First Man - El primer hombre'. Es decir, la banda sonora no sirve solamente para adornar escenas, sino que es parte fundamental en la esencia de las mismas. Una obra maestra de Hurwitz que va de lo mínimo a lo máximo sin perder en ningún momento el calado de la belleza y del verso sonoro. Uno de los elementos más memorables de una película repleta de ellos.

La amistad en 'First Man - El primer hombre' es otro de esos temas que, a priori, uno habría imaginado de otra forma. Y es que, partiendo siempre de la personalidad que demuestra el Neil Armstrong de Ryan Gosling a lo largo de la cinta, el compañerismo entre los astronautas de la NASA se basa en la lealtad, el respeto y, sobre todo, el terror compartido. El miedo al fracaso, a la derrota y a la decepción, casi más profundo que el que sienten hacia la muerte, es lo que motiva a estos profesionales a cuidarse los unos a los otros sin necesidad de establecer una comunicación demasiado fluida o profunda.

Son escenas pequeñas que pueden pasar desapercibidas en un primer visionado pero que, analizadas con detalle, se demuestran piezas fundamentales del puzzle dramático al que da forma Damien Chazelle y los guionistas Nicole Perlman y Josh Singer. La amistad, en definitiva, como una forma de supervivencia.

Bienvenidos a una lección de interpretación en toda regla. No busquéis fisuras, errores o despistes, el trabajo que entrega Claire Foy desde su primera escena en 'First Man - El primer hombre' hasta ese inolvidable epílogo de miradas encontradas y separadas al mismo tiempo es, sencillamente, asombroso. Especialmente porque la actriz británica tenía en sus manos un personaje que podría haber caído de lleno en el estereotipo más aburrido, previsible y plano de la historia, pero que, gracias al guion de la película y a la manera en la que la intérprete sabe entenderlo, quererlo y cuidarlo, termina resultando uno de los puntos más fuertes del conjunto. Para entenderlo mejor, digamos que conmueven más las lágrimas que intuimos que derramará fuera de plano que aquellas que caen frente a la cámara. Ir más allá, deslumbrar con sencillez, humildad y transparencia. Milagrosa Foy.

Más allá de Esa Escena en la que todos estamos pensando a la hora de destacar los momentos más impresionantes e inolvidables de 'First Man - El primer hombre', si tuviéramos que quedarnos con un instante a la hora de ejemplificar el inmenso calado de la película, su auténtica relevancia cinematográfica, está claro que uno de los que más opciones tendría para conseguir ese honor sería aquel en el que se produce una última conversación familiar antes del histórico viaje a la luna del protagonista.

Hablamos de una escena que, apoyada en lo mínimo, alcanza un impacto total en el espectador, terminando de perfilar por completo la personalidad de los personajes de Ryan Gosling y Claire Foy. Y es el primero de la pareja el que protagoniza uno de esos momentos que se quedan anclados en la memoria, una despedida silenciosa en la que el pánico termina por derribar la más férrea de las prisiones. Por primera vez en toda la película, y no ocurrirá muchas veces más, atisbamos el ser humano desolado que habita en esa cárcel mediática y profesional llamada Neil Armstrong y comprobamos el efecto que tiene en el resto de su familia. Ni una pizca de melodrama lacrimógeno, simplemente cine. Y del mejor.

La épica en 'First Man - El primer hombre' no llega a través del espectáculo, el ruido y la furia, sino desde la claustrofobia de una nave destartalada, el fuego impaciente por acabar con todo, el extraño silencio que se esconde tras cada escafandra y la forma en la que los personajes se desnudan por completo al ponerse el traje de astronauta. Un mérito excelente que se debe, en gran parte, a la labor de un Damien Chazelle que, también aquí, demuestra ser un cineasta superdotado. La forma en la que entiende y plasma en pantalla el poder de la delicadeza por encima del estruendo es absolutamente maravillosa y es esta misma decisión la que permite que la épica se abra paso de forma tan progresiva como deslumbrante, apabullando con la poesía por bandera.

Todos los excepcionales caminos abiertos en el mapa de 'First Man - El primer hombre' llevan hasta este momento, una huella inmortal acompañada de una frase para la historia. A pesar de que, antes de la llegada de esta escena, la película había alcanzado holgadamente el sobresaliente, la demostración de talento, virtuosismo, equilibrio y destreza que marca cada segundo del último tramo de la cinta es absolutamente excepcional. Un vals de imágenes de una belleza arrebatadora que convierten el alunizaje, desde sus momentos previos hasta su consecución y posterior golpe emocional, en uno de los grandes momentos cinematográficos de la última década. La guinda perfecta para toda una obra maestra.