El western es un terreno sembrado de soledad. Los fugitivos que escapan de pasados que acechan al otro lado de las cabañas, los sheriffs que observan como pasa el tiempo desde su heredada silla de madera, las camareras y prostitutas que sueñan con escapar de las melodías de piano del burdel, los niños que aprenden a disparar mientras dan sus primeros tragos. Personajes siempre solos y amenazados, temblando en su valentía. El género que mejor rima con lo crepuscular, el género representado por el mejor director de la historia, John Ford, el género de las canciones tristes, el género de los abandonados, el género de los derrotados, el género más humano. El género definitivo.
No es fácil entrar en este universo cinematográfico, pero, cuando ocurre, es un amor para toda la vida. Una de esas pasiones que se renuevan con el estreno de películas como 'El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford', 'Slow West' o 'Valor de ley', tres obras maestras, o con propuestas televisivas del calado y la grandeza de la reciente 'La balada de Buster Scruggs', 'Hatfields & McCoys' o el clásico inoxidable que nos ocupa: 'Deadwood'.
Y es que, el prodigioso western creado por David Milch para HBO mantuvo, desde su primer capítulo hasta el último de sus planos, incluyendo en este balance a la extraordinaria 'Deadwood: La película', un listón absolutamente deslumbrante. Una serie que condensaba todos y cada uno de los elementos que convierten al género en algo más que disparos, persecuciones a caballo o frases lapidarias antes del duelo al sol. En 'Deadwood' había poesía, intensidad dramática de auténtico nivel, un reparto maravilloso, unos guiones de oro y, sobre todo, un conjunto de personajes destinados a quedarse para siempre en nuestra memoria. A estas alturas, más de una década después de que comenzara su andadura, sigue sin aparecer una propuesta similar que roce los talones sucios y gastados de 'Deadwood'. El último gran western.
10 razones que convierten a 'Deadwood' en un clásico de la historia de la televisión
Su ambientación
Antes de que obras como 'Boardwalk Empire' o 'Juego de Tronos', por citar dos ejemplos realmente deslumbrantes, demostraran que en términos de ambientación y puesta en escena la televisión podía situarse a la misma altura del cine más espectacular, 'Deadwood' ya había caminado por esta ruta con la cabeza bien alta. Y es que, desde el primer minuto, el pueblo donde suceden todos los acontecimientos que marcan la serie de David Milch se presentaba ante nuestros ojos como un personaje más, y no precisamente secundario.
Sus callejuelas, salones, casinos, tiendas, comercios y barrios marginales conforman un mapa casi vital, un conjunto de venas de madera y cemento por las que corren ríos de sangre, lágrimas y escupitajos. Un trabajo de producción impecable cuya obsesión por los detalles más mínimos facilita una inmersión completa en la historia por parte del espectador. El primero de los grandes y variados méritos de 'Deadwood'.
Al Swearengen
Ian McShane. Ian McShane. Ian McShane. No nos podemos cansar de repetir el nombre de un intérprete que consiguió dar forma a uno de esos personajes televisivos que escapan de la pantalla para alcanzar de manera firme y contundente la memoria de millones de espectadores. Y es que, a pesar de contar con un conjunto de personajes magistrales, Al Swearengen es, sin lugar a dudas, el más destacado de todos ellos.
Por carisma, presencia y capacidad para resultar terrorífico y débil, cabezota e inseguro, hilarante y nauseabundo. Un hallazgo total que habría sido completamente inviable sin un actor que hubiera estado a la altura de las exigencias, un temor que desaparece por completo en el mismo instante en el que McShane arquea su primera ceja, esboza su primera sonrisa maligna y saborea cada letra de su primer insulto. El maldito e inolvidable Al Swearengen.
Seth Bullock
A priori, Seth Bullock tenía todas las papeletas para convertirse en el personaje más previsible de 'Deadwood' y, en cierto modo, también en el más acomodado y perezoso desde un punto de vista estrictamente narrativo. Sin embargo, nada es lo que parece en una serie capaz de convertir a su sheriff en algo más que frases definitivas y gatillo fácil. Ayudado de manera definitiva por la interpretación más memorable de la trayectoria profesional de Timothy Olyphant, Bullock consigue traspasar todos los (peligrosísimos) lugares comunes hasta erigirse como un personaje tan admirable como querido, tan respetado como honesto, tan cobarde como confuso, tan impulsivo como reflexivo. Mucho más que el héroe de turno.
Sus frases
"Yo soy proveedor de drogas, alcohol y opio, y cuando tengo ocasión también robo... pero no soy un hipócrita".
"Es horrible que te disparen. Nunca te acostumbras a ello".
"Anunciar tus planes es una buena manera de escuchar a Dios reír".
"En la vida tienes que hacer muchas cosas que no te da la puta gana hacer. Muchas veces, así de jodida es la vida... una puta tarea tras otra".
"El dolor o el daño no acaban con el mundo. Ni la desesperación o los putos golpes. El mundo se acaba cuando estás muerto. Hasta entonces, tienes más castigo en la tienda. Sopórtalo como un hombre...y devuelve algo".
"¡Bienvenidos al puto Deadwood!".
En serio, las series con mejores diálogos que 'Deadwood' se pueden contar con los dedos de una mano.
Sus secundarios
Más allá de los citados Bullock y Swearengen, lo más similar a protagonistas que podemos encontrar en 'Deadwood', el tremendo potencial de la serie termina de explotar por completo con el peso, la participación, las dinámicas y los giros argumentales de un conjunto de personajes secundarios realmente memorables. Un inmenso catálogo de personalidades hilarantes, desafiantes, violentas, románticas, inocentes, bondadosas, malignas y furiosas que terminan de elevarse al infinito gracias a un reparto en permanente estado de gracia. De Alma Garret a Charlie Utter, pasando por Sol Star, Martha Bullock, Wild Bill Hickok, 'Doc', Joanie, Trixie o Calamity Jane, todos son parte fundamental de la esencia misma de 'Deadwood'. Y de su eterna grandeza.
Su banda sonora
Aunque parezca poco más que una anécdota, la música es un elemento fundamental en relación al alcance emocional de 'Deadwood'. Y es que, tanto la fantástica melodía correspondiente a sus títulos de crédito como las distintas canciones que suenan al final de cada uno de sus capítulos, suponen una pieza clave en el desarrollo narrativo de una serie que entiende la música como algo más que un adorno. Gargantas rotas y delicadas que interpretan con la maestría característica algunos de los clásicos más inoxidables del cancionero tradicional americano. Joyas melódicas que rasgan el alma de los personajes y de los espectadores.
Su violencia
No hay sutileza ni poesía cuando se trata de disparar a quemarropa. O de acuchillar por la espalda. O de rajar una garganta inocente y asustada. La violencia en 'Deadwood' explota siempre en su forma más pura y definitiva, dejando el espacio justo para la lágrima triste y otorgando la mayor parte de su paisaje emocional a la sangre derramada sin piedad ni compasión. De esta forma, el espectador convive permanentemente con la sensación de que la muerte habita tras cada una de las esquinas de la serie, paciente y decidida. Nadie está a salvo en 'Deadwood'. Y mejor así.
Sus personajes femeninos
El papel de los personajes femeninos dentro del western ha ido evolucionando, afortunadamente, hasta darles una mayor profundidad y empaque dramático en sus respectivas historias. En ese sentido, 'Deadwood' funciona como uno de los ejemplos más evidentes e inspirados de la historia y como uno de los puntos de inflexión más celebrados del género. Mujeres con conflictos reales, profundidad psicológica, fuerza y valentía. Personajes alejados de los estereotipos y la zona de confort, del piloto automático y la desgana, entre los que destacan Calamity Jane y Joanie Stubbs, protagonistas de una maravillosa relación repleta de preciosos momentos.
Su sentido del humor
Aunque uno pudiera pensar que no hay lugar en 'Deadwood' para la carcajada, lo cierto es que la serie de David Milch apuesta por el sentido del humor desde su primer episodio. Un elemento que funciona como válvula de escape medida al milímetro y necesaria en mitad de las tormentas de violencia y dramatismo que rodean a la mayoría de tramas, tanto protagonistas como secundarias. En este sentido, conviene destacar a personajes como A.W. Merrick, Mose Manuel, Calamity Jane o esa fantástica dupla formada por E.B. Farnum y el inclasificable Richardson. Hilarantes.
El western
En el western se esconde y late todo. Absolutamente todo. Vibra en medio de sus paisajes la misma esencia de las mejores historias empapadas en melancolía, soledad, venganzas sin recompensas y vidas lastradas por pasados que escuecen como balas que pasan rozando la espalda. Un género en el que se condensan todos los géneros cinematográficos. Utilizar la fórmula vaga y perezosa de 'Películas/Series del Oeste' es hacerle el peor favor posible a un universo desde el que se han desprendido decenas de obras maestras.
Incluso cuando se ha abandonado su vertiente crepuscular, dramática y profunda, adaptando una faceta mucho más centrada en la evasión, el divertimento y el entretenimiento se han originado joyas de incalculable valor. Y 'Deadwood' supo reunir todos estos elementos a su favor, tratándolos con las mismas dosis de respeto y admiración, maniobrando con sus fórmulas más clásicas, retorciendo sus límites y subrayando sus virtudes más destacadas. 'Deadwood' es el western. Y el western es 'Deadwood'.