Dentro de una filmografía tan completa, celebrada, carismática y personal, entendiendo ese universo propio como una explosión constante de influencias y referentes, como la de Quentin Tarantino, supone una tarea realmente complicada escoger una cima específica. Probablemente, si lleváramos a cabo una encuesta para tratar de descifrar este enigma, la ganadora estaría entre 'Pulp Fiction', 'Reservoir Dogs' y 'Malditos bastardos', tres películas, especialmente la primera, que cuentan con el fervor unánime de crítica y público.
Sin embargo, siempre queda espacio para otro grupo de personas que encuentran el mayor de los aciertos del ilustre cineasta en el mismo margen de sus incontestables obras maestras. Se trata de un conjunto de películas mucho más imperfectas que el tridente de oro citado en el primer párrafo, pero que, precisamente por eso, tienen un aura especial, un valor distinto, un poder particular para potenciar la fascinación colectiva. Una liga de tesoros 'escondidos', multiplicamos comillas, en la que encontramos trabajos tan maravillosos como 'Jackie Brown', 'Los odiosos ocho' o la dupla 'Kill Bill'. Y en este último punto conviene detenerse.
Historia de venganza, sangre, violencia, tradición, silencios, muerte y redención, 'Kill Bill Vol. 1' y 'Kill Bill Vol. 2' suponen, para muchos, la Gran Obra Maestra de Quentin Tarantino, los trabajos que mejor resumen sus inquietudes artísticas, su ambición y talento como cineasta, su incomparable capacidad para hacer de lo ajeno un eterno nuevo descubrimiento, su espectacular construcción de personajes inolvidables y, por encima de todo, su evidente condición de apasionado del séptimo arte. En el caso que nos ocupa, y pese a que la segunda entrega cuenta con unos diálogos superiores, nos centramos en celebrar el primer capítulo de la historia como la cinta más sobresaliente de Tarantino hasta la fecha. Una afirmación argumentada con ocho razones de peso con las que, más allá de que uno pueda estar en mayor o menor desacuerdo, queda la certeza de que, como mínimo, estamos ante una obra mayúscula.
8 razones por las que 'Kill Bill' es la mejor película de Tarantino
Uma Thurman
Aunque ya contaba con más de una década de trayectoria profesional a sus espaldas, y pese a haber participado en películas tan notables como 'Las amistades peligrosas', 'Pulp Fiction', 'Beautiful Girls' o 'Gattaca', ofreciendo además interpretaciones de auténtica altura, Uma Thurman encontró en Beatrix Kiddo, también conocida como La Novia, al personaje de su vida.
Desde su primera aparición hasta ese inolvidable desenlace que termina de elevar a las alturas a 'Kill Bill Vol. 1', la actriz ofrece todo un recital de entrega y compromiso, tanto con la historia que está protagonizando como con el tono utilizado para contarla. Y es que, más allá de que su estética se haya convertido en una indiscutible referencia dentro del universo Tarantino y en uno de los looks más representativos de las últimas décadas cinematográficas, lo que realmente queda instalado en la memoria del espectador es el rostro magullado, vengativo y enfurecido de una Thurman soberbia. El mejor papel de su carrera, sí, pero también la más completa de sus interpretaciones.
Banda sonora
Desde la maravillosa 'The Lonely Shepherd' de Gheorghe Zamfir hasta el inolvidable silbido de 'Twisted Nerve' (Bernard Hermann), sin olvidar ese clásico inagotable titulado 'Bang Bang (My Baby Shot Me Down)' de Nancy Sinatra, la banda sonora de 'Kill Bill Vol. 1' está repleta de auténticos trallazos melódicos capaces de inyectar una mayor dosis de épica, atmósfera y emoción a todas y cada una de las escenas de la película. Por supuesto, estamos ante una selección musical marca de la casa Tarantino, es decir, joyas de primera categoría utilizadas siempre en el momento más oportuno posible, obteniendo así un resultado realmente impactante en el espectador. El mejor ejemplo lo tenemos en ese paseo hospitalario de Elle Driver, brutal Daryl Hannah, un instante de puro cine donde el montaje, las interpretaciones silenciosas, los gestos, detalles y el citado tema de Hermann componen una auténtica bomba de relojería. Sublime.
Anime
No llega a los diez minutos de duración, pero el segmento de 'Kill Bill Vol. 1' dedicado a contar la historia del personaje de O-Ren Ishii en clave anime es una de esas ideas deslumbrantes que terminan convirtiendo la película en un auténtico prodigio. Se trata, evidentemente, de una emocionada y emocionante carta de amor de Quentin Tarantino hacia otro de sus géneros predilectos, un mundo de colores sangrientos, violencia descarnada y miradas gigantes en el que el cineasta también demuestra su abrumadora capacidad para construir escenas memorables. El efecto sorpresa se pierde con el paso del tiempo, algo inevitable, pero el impacto del primer visionado sigue siendo inolvidable. Una obra maestra dentro de otra.
La Casa de las Hojas Azules
La Novia. El ejército yakuza de O-Ren Ishii. Los 88 Maníacos. Gogo Yubari, una adolescente sedienta de sangre. La espada creada por el legendario Hattori Hanz. El sonido del dolor, las puntas afiladas, el acero y la madera destrozada en mil pedazos. Amputaciones en blanco y negro. Quentin Tarantino pasándoselo pipa. Virguería técnica. Sabiduría cinematográfica. Talento inabarcable. Coreografías implacables. Clímax con mayúscula subrayada. La confirmación definitiva de la excelencia atemporal de 'Kill Bill Vol. 1'.
Duelo a espada
La batalla final entre La Novia y O-Ren en un precioso jardín japonés cubierto de nieve y sangre supone la guinda definitiva al irresistible menú cinematográfico que ofrece 'Kill Bill Vol. 1'. Una pelea entre dos personajes femeninos fuertes y decididos, entregadas a la causa de la muerte y el todo o nada, conscientes de estar ante unas puertas del infierno con entrada exclusiva. Quentin Tarantino narra este enfrentamiento como si se tratara de una danza mortal repleta de belleza y violencia, temor y nervio, cabeza fría, manos firmes y venas calientes. Una escena asombrosa desde todos los puntos de vista.
Dirección
La cámara de Quentin Tarantino supone una extensión directa de su mirada. Siempre lejana y profundamente cercana al mismo tiempo, vibrante y trepidante, cautiva y desprejuiciada, enfurecida y delicada, elegante y caótica. En 'Kill Bill Vol. 1' habitan todas las versiones posibles del cineasta, componiendo de esta forma un puzzle exacto de su personalidad artística. Un autor firmando un clásico contemporáneo desde la gratitud hacia el lenguaje cinematográfico más puro, edificando cada una de sus escenas sobre los pilares de la tradición, la referencia y la poesía visual a palo seco. Tarantino siempre ha sido un director brillante, pero pocas veces ha mostrado una intensidad emocional a través de la técnica con tanta fuerza como en 'Kill Bill Vol. 1'.
Personajes secundarios
Estamos todos de acuerdo en señalar a La Novia como uno de los mejores personajes de la carrera de Quentin Tarantino. Sin embargo, y aunque su sola presencia justifica con creces el visionado de 'Kill Bill Vol. 1', está claro que la película necesitaba unos secundarios y secundarias que estuvieran a la altura de su protagonista. Misión cumplida: Vernita Green, Elle Driver, O-Ren Ishii, Budd, Hattori Hanz o el propio Bill son creaciones absolutamente memorables cuyas apariciones se celebran con justificado entusiasmo. Un segundo plano de auténtico oro.
Estética
La estética siempre ha jugado un papel muy importante dentro de la filmografía de Quentin Tarantino. No se trata de algo superficial ni complementario, hablamos de un factor determinante para la historia que, además, impacta de manera directa en el espectador con la misma contundencia que un buen giro de guion. Y el caso de 'Kill Bill Vol. 1' es, sin lugar a dudas, uno de los ejemplos más extremos. Y memorables. A lo largo de sus cerca de dos horas de metraje cuesta encontrar una escena, casi un plano podríamos decir, que no tenga un acabado visual deslumbrante, un detalle formal inspiradísimo o, sencillamente, una capacidad para hipnotizar con envidiable facilidad. Desde un punto de vista narrativo, la estética de 'Kill Bill Vol. 1' es tan abrumadora como esencial. ¿Es Tarantino un esteta? Sí, pero también un genio.