Este es el quinto capítulo de ocho, con los que pretendemos analizar en profundidad los episodios de la Parte 4 de 'La casa de papel'. Publicaremos dos al día.
Como esto no es 'The Walking Dead' ni 'A dos metros bajo tierra', dos series en las que a los muertos les cuesta mantenerse en sus tumbas, entendemos que este episodio también empieza con un flashback. En él, vemos comiendo juntos, a la mesa en un sitio rural y apartado, a Denver, Helsinki, Berlín, Moscú y Oslo. Como tiene que ser un momento concreto en el tiempo, antes de la muerte de los tres últimos y después de que se conocieran, deducimos que se trata de la preparación del atraco a la Casa de Moneda y Timbre.
Mientras Nairobi se relaja en el césped jugueteando como una margarita, maquillada y vestida como si se fuera a una gala, Moscú y Denver intentan enchufar a un tal Juanito en el atraco. "El chaval es crema. Llevo atrancando con él desde que éramos pequeños. Le da a coches, al butrón...", defiende Denver. El Profesor se niega en rotundo: "Ya cedí bastante aceptando a tu hijo, Moscú. Ahora me pides que acepte a tu ahijado. No es una empresa familiar en la que podamos meter de repente a nuestro primo el del pueblo, a cualquier vecino...". Denver se ofende, pero cuando el Profesor se va tenemos un pequeño momento de distensión, con Berlín burlándose del joven y todos riéndose a su costa.
En el Banco de España hay más bien tensión. Tokio está encadenada en la habitación del pánico, y Gandía le dice que es su cobaya y él la va a domar (no es que sea un trabajo lleno de riesgo, el de domar cobayas). "Yo soy el domador. Y vas a tener suerte, te voy a domesticar". Qué sorpresa, 'La casa de papel' planteando de nuevo una situación en la que una mujer es amenazada, reducida y agredida. Tanto en el guion como en la interpretación de Úrsula Corberó, la intención es cargar este momento de tensión sexual. Está claro que Gandía no habría encadenado a Helsinki, al que ahorcó directamente, o a Río. Los habría matado sin pensarlo. Sin embargo, en el universo creado por Álex Pina, este hombre aprovecha su posición de superioridad estratégica y física para olisquear, casi literalmente, a su presa, una mujer. La respuesta de Tokio: hacerse la durita mientras suelta una lágrima, igual que cuando Denver le amenazó con violarla hace tres episodios. Quizá es la forma de pedir ayuda de Úrsula Corberó, atrapada en un personaje hipersexualizado y constantemente denigrado.
El superescolta le explica a Tokio que va ganando porque los atracadores están divididos y nerviosos, y ahora pretende romper el equipo (algo que, como hemos visto, es bastante fácil). Para ello, anuncia por los altavoces que es libre gracias a Palermo, que le enseñó a quitarse las esposas (algo que un asesino de su altura ya debería traer sabido de casa, pero bueno). Tokio aprovecha para gritar, informando a sus compañeros de que está secuestrada por Gandía y de que su plan es separarlos. Así que Gandía, al que podríamos empezar a llamar Capitán A Posteriori, decide amordazarla.
Mientras, los atracadores pican el anzuelo a pesar de los gritos de Tokio, desatando a Palermo y escoltándolo hacia... un juicio, según dice Helsinki. En medio del revuelo, Belén Cuesta habla. ¡Por fin, tiene voz! Y le pide al "señor Denver" ir al baño. Insistentemente. Tras la mirada de reojo que se echaron en el capítulo anterior, está claro que se conocen de algo.
Bienvenida, Manila
Vienen las respuestas: Berlín le propuso al Profesor meter a un infiltrado de la banda entre los rehenes. Para vigilarlos, para probar la temperatura de las aguas, no vaya a ser que echen a hervir. Berlín está defendiendo a Denver y Moscú ante su hermano como esa madre que se calla cuando el padre dice que no y luego le susurra al niño "déjame, que luego hablo con él". A pesar de ser un psicópata violador, tiene buen fondo.
Tengamos en cuenta que este flashback es de la preparación del primer atraco, por lo que, si nadie lo desmiente, este topo también estuvo en la Casa de Moneda y Timbre, y no supimos nada de él.
Otra respuesta, a una pregunta que no nos habíamos hecho: Belén Cuesta era Juanito. Moscú y Denver no esperaban encontrarse a una mujer transexual cuando consiguieron enchufar al ahijado en el atraco. Ahora se llama Julia. "Demasiado tiempo sin vernos, ¿no?". La respuesta del personaje de Paco Tous es adorable, diciendo que está guapísima y abrazándola. Denver está más incómodo y suelta la típica frase de alguien que se cree más tolerante de lo que es: "A mí me parece de puta madre. Que cada uno haga con libertad todo lo que quiera con lo que quiera". Después suelta un comentario que aúna transfobia y machismo de una forma casi elegante: "Te miro a los ojos y sigues siendo Juanito... pero estás buenísima".
Hablando de transfobia, es extraño que en pleno 2020 Vancouver contrate a una mujer cisgénero, que además es la actriz con más trabajo de España, para interpretar a una mujer transgénero. Después de las polémicas protagonizadas por Scarlett Johansson o Paco León en 'La casa de las flores', también de Netflix, los implicados deben de ser conscientes de que esto puede generar una gran controversia. La propia Cuesta trató este tema en otra serie de la misma plataforma, 'Paquita Salas', creada por unos Javis que acaban de estrenar 'Veneno', con un reparto lleno de actrices transgénero. La imagen es... elocuente.
Volviendo a 'La casa de papel', ya solo por la naturalidad característica de Belén Cuesta en esta escena, le perdonamos que haya estado cuatro capítulos mirando de reojo. Su primer encuentro con el Profesor pone de manifiesto lo distintos que son los personajes: ella es cálida e impulsiva; él, frío y calculador.
En el presente, Julia, cuyo apodo en el atraco es Manila, reporta a Denver: Palermo ayudó a Gandía, que lo vio ella con esos ojitos. ¿Y por qué no hizo nada? "Yo estoy aquí para vigilar a los rehenes, no para vigilar a los vuestros". Manila es de las que llegan las siete y ya tiene el ordenador apagado. Lo que quiere: que Denver tome el mando y que le dé una pistola, que está harta de hacerse pasar por rehén. Denver no quiere ni oír hablar del tema.
Gandía contra la Resistencia
Mientras, la tensión sexual entre Tokio y Gandía crece. "Estás sudando. ¿Te abro el mono?", le dice él. Y le pregunta por su relación con Río, porque uno puede ser un superescolta con talento homicida y a la vez engancharse a un buen culebrón. "A ti te van más los hombres, como yo. Estás más receptiva", le dice. Esto es lo que Álex Pina entiende por una comedia romántica.
Mientras tanto, Palermo está siendo juzgado por el Profesor. Su defensa es que Tokio dio un golpe de Estado, y que nunca pretendió soltar los secretos de Estado: el maletín con el que pensaba escapar estaba lleno de magdalenas. El Profesor no perdona a Palermo haber traicionado a la banda soltando a Gandía, y aunque ordena liberarlo, promete que recibirá su castigo cuando todo acabe.
Manos a la obra: Palermo, Estocolmo y Helsinki tienen que llevar a los rehenes a la biblioteca. Bogotá tiene que bajar a la fundición, Denver y Río tienen que armarse como si fueran a la guerra y buscar a Gandía. Una vez los rehenes estén a salvo, los demás los ayudarán a barrer planta a planta el edificio e ir precintando las salas que estén vacías. La enfermera de Nairobi, Paquita, está oyendo todo, por lo que vamos a dar por hecho que ya pertenece a la banda y se llama Huelva, por ejemplo.
Helsinki y Nairobi tienen un momentito: él le pregunta por Bogotá, ella admite que le gusta. En un flashback del retiro que vivieron juntos entre atracos, Nairobi juguetea con la idea de formar una pareja. Pero Helsinki le responde que son familia. "Lo que yo he vivido contigo no lo he vivido con nadie. Esto, Helsi, es una historia de amor, de esas bonitas", insiste ella. Pero él, que está viviendo la típica situación incomodísima en la que una chica se pilla por su amigo gay, le dice que no, que ya aparecerá alguien para ella. Así se cierra el giro de la Parte 3, cuando Palermo destapó que Nairobi estaba enamorada de Helsinki. Lo está, pero se va a desquitar con Bogotá. ¿Ha servido para algo esa trama? Solo para dar un golpe de efecto momentáneo, que es por lo que se desvive esta serie. No siempre tienen sentido, pero suelen funcionar como relojes.
En el presente, mientras Nairobi motorizada ordena a Bogotá que la baje a la fundición, Gandía y Tokio siguen jugando al thriller erótico de espías. Pero hay un hombre aún más baboso dentro de ese edificio: Arturito. Y después de haber abusado de Amanda, ahora va a por Manila con la misma estrategia: "Si te vuelve a pasar lo de la ansiedad, tengo algo que te puede venir muy bien". Su intención, parece ser, es drogar a todas las mujeres que pueda para manosearlas. Por suerte, ha puesto el ojo en la mujer equivocada. Y mientras, Estocolmo se huele que a Amanda le ha pasado algo. Si esta trama acaba con Arturito siendo degollado por todas ellas, habrá valido un poquito la pena.
Mientras Palermo se recrea en su discurso ante los rehenes en la biblioteca, suena una explosión en alguna parte del edificio. Y entonces volvemos a cinco minutos antes, de ahí el título del episodio, que jugará con este recurso para mostrarnos qué ocurre en cada parte del Banco de forma separada.
Volvemos a Nairobi motorizada (y con dos metralletas atadas a su silla de ruedas), que baja dispuesta a darle un discurso animador a los encargados de fundir el oro. Es un buen monólogo interpretado por una de las mejores actrices de la serie. "Vosotros sois obreros. Sois soldadores. Los tíos más valientes que he conocido en mi puta vida. Volver a casa de noche sola también da miedo, pero hay que vivir hasta el final". Nairobi vuelve a lanzar una proclama feminista, mezclada con una proclama obrera, y ambas son bien recibidas aunque un poquito cogidas con pinzas. Estamos hablando de fundir oro para robarlo del Banco de España, no son obreros: son criminales. Pero después, los fundidores se ponen manos a la obra mientras suena 'Fuego' de Bomba Estéreo y Alba Flores tararea "ciquipum, chiquipum". No estamos en contra de nada de esto.
Tampoco tenemos nada en contra del beso que se dan Nairobi y Bogotá en el ascensor en la escena siguiente. "No me quiero aprovechar, que estás malita", le dice él. "Cuando salgamos de aquí buscamos a mi padre y le pides mi mano", responde ella. No hacen una pareja especialmente buena, ni se nota la química entre Flores y Hovik Keuchkerian, pero es una relación adorable entre un buen hombre y una buena mujer, así que vamos a darle el visto bueno.
Mientras se besan suena la explosión, y de nuevo volvemos a 5 minutos después. Ahora nos toca ver la perspectiva de Río y Denver, que van a estar bastante más cerca de la explosión. Pero antes los amigos vuelven al símil automovilísitco digno de 'Los Serrano': "Puede que Tokio sea un Maserati, pero te lleva colgado detrás. Como las latas en los coches de las bodas", dice Río. Suerte que se dedican a robar y no a escribir poesía.
O no es tanta suerte, porque están hablando de las novias mientras buscan a un asesino profesional que les saca la ventaja de estar en su terreno, con cámaras y mejor armado (con granadas, recordemos). Quizá deberían concentrarse, pero no: "Si te gusta el Maserati y le quieres dar una vuelta, ahí lo tienes", insiste Río. Están hablando de una mujer, no es que ella tenga nada que aportar al debate. Denver, de repente, se vuelve un aliado feminista: "Lo primero es que ella siente, piensa y decide". Pero la cabra tira al monte, y añade: "La novia de un colega se respeta. La novia de un amigo es como un pueblo radioactivo. Aunque hayan pasado 20.000 años sigue siendo terreno contaminado".
Después pasan a discutir sobre el acercamiento entre Río y Estocolmo. Denver argumenta con altura: "Yo no me descalzo para hablar con Lisboa en un puto sofá. Porque ese territorio es del Profesor". Las mujeres ya no son ni objetos, son solares. En este punto, casi deseamos que la explosión acabe con estos dos personajes de una comedieta casposa.
Por fin, como un "Deus ex machina", Gandía decide salir de su escondite para "hacer sangre". Y pilla a los dos amigos en un ascensor, así que les lanza una granada justo cuando se está cerrando la puerta. La respuesta de Río y Denver es rápida: lanzan su cascos sobre la granada y se tiran con sus chalecos sobre ellos. La explosión no la paran, claro, pero ¿quizá aíslen el impacto? A mí no me miréis, yo soy de letras.
En la biblioteca, Arturito se lanza a abrazar a Manila durante el susto de la explosión. ¿Habrá granada para él? Estocolmo se queda a cuidar de los rehenes por orden de Palermo, que se va con Helsinki a buscar a Gandía. Bogotá y Nairobi lo buscan por otra parte. Los primeros encuentran el ascensor en el que Río y Denver están semiinconscientes y con los tímpanos probablemente destruidos. Pero vivos.
Pero entonces aparece el superescolta, vestido como un ninja y armado de nuevo como si hubiera nacido con escopetas debajo del brazo, y se enfrenta a los cuatro. Al oír la llamada de refuerzos de Palermo, Estocolmo deja a los rehenes solos en la biblioteca y Bogotá deja a Nairobi.
La verdad es que mola ver a Mónica Gaztambide enfrentarse a balazo suelto a un supervillano. Pero ni ella ni Bogotá, ni Palermo y Helsinki pueden con Gandía. Este tío es el puto Predator, es Alien, es Terminator, es RoboCop, es John McClane y es todos. Así que no sorprende verlo escapándose y aparecer, de repente saliendo de un conducto del aire donde está Nairobi desprotegida (¿dónde está Paquita cuando se le necesita?). "A la tercera va la vencida, mil leches", le dice. Este hombre está obsesionado.
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