Este es el séptimo capítulo de ocho, con los que pretendemos analizar en profundidad los episodios de la Parte 4 de 'La casa de papel'. Publicaremos dos al día.
Empezamos con un flashforward: Gandía llama a la carpa de la policía y asegura haber eliminado a Nairobi y a Tokio. Se dirige a la azotea y solicita evacuación. Tamayo manda un helicóptero. Sale humo del Banco de España, que impide a los francotiradores de la Policía disparar a los atracadores. Ellos, con caretas de Dalí, persiguen a Gandía por la azotea.
45 horas antes, Gandía acaba de asesinar a Nairobi. Llega a la habitación del pánico tocado por la explosión de la granada que le ha lanzado Denver; casi no puede tenerse en pie y chorrea sangre mientras intenta inyectarse algo. El escolta miente a Tokio diciéndole que Nairobi está recuperándose, y acto seguido se desmaya.
En un flashback, volvemos a la noche en la que Berlín le clavó un tenedor en los testículos a un desconocido. Pasaron más cosas esa noche, pero es un dato bastante memorable y útil para situarnos. Resulta que es horas después de que Berlín visitara el Banco de España. El Profesor está preocupado porque Martín/Palermo está enamorado de Berlín, y el plan es "un suicidio". Además, descubrimos que el hombre al que Berlín clavó un tenedor no se había reído de su corbata... sino de que Palermo estaba arreglándole la pajarita. Es decir, que es un homófobo. Los guionistas vuelven a convertir al personaje de Pedro Alonso en un héroe moral, aquí nadie se acuerda de lo que este hombre le hizo pasar a Ariadna en el primer atraco. Nosotros desistimos.
De vuelta al Banco de España, la banda está derrumbada tras la muerte de Nairobi. Gracias a las indicaciones que el Profesor les dio en el capítulo anterior, encuentran la habitación del pánico. El rastro de sangre de Gandía les ayuda. Cuando hablan con el Profesor para decidir cuál es el siguiente paso, le informan de la pérdida que han sufrido. Mientras él llora y clama venganza, Helsinki sube las escaleras del Banco con el cadáver de su amiga (o más bien, hermana) envuelto en una sábana blanca ensangrentada. No sabemos de dónde la ha sacado, pero el homenaje a la Piedad les queda precioso.
El Profesor promete que van a acabar con la carpa policial en varios pasos. El primero, contar la verdad de la tortura de Río al mundo. "Os dije que cuando fundierais el oro y lo extrajéramos, os sacaría de ahí, y lo mantengo", añade el Profesor. Palermo se queda con Bogotá y Helsinki intentando entrar en la habitación del pánico, y Estocolmo se lleva a Denver a la fundición para acelerar el proceso de quemado.
Un tal robot TEDAX, directamente traído de Marte, avanza hacia el Banco de España para desactivar las bombas. Antoñanzas llama al Profesor desde una cabina, pero le contestan desde Pakistán. Tiene que esperar, y seguir metiendo moneditas. "Joder con el cortafuegos", piensa para sí mismo, el pobre. Cuando por fin contacta con el Profesor, le cuenta que la Policía está intentando entrar al Banco y contactar con Gandía. El Profesor se lo agradece y le pregunta si le entregó su mensaje a Lisboa. Efectivamente, cuando Alicia Sierra y Tamayo discutían sobre la muerte del marido hace unos episodios, Antoñanzas le dijo solo una palabra a Raquel Murillo: "París". "Se emocionó mucho, se le pusieron ojitos de gacela", le cuenta al Profesor. Antoñanzas tiene recursos literarios bastante más bonitos que Denver.
El Profesor le dicta los pasos a seguir a Palermo: tumbar el teléfono de la habitación del pánico para evitar que Gandía se coordine con la Policía, y queda prohibido matar al escolta. "Lo necesito vivo, es la clave del plan", adelanta. Planean introducir gas narcótico a la habitación del pánico, cuya pared se disponen a taladar Palermo, Helsinki y Bogotá. Dentro, Gandía se empieza a despertar con el teléfono, que está recibiendo la llamada de Tamayo. Tokio oye el taladro y se pone contenta: "Estos son mis amigos", le dice a un Gandía que está inyectándose lo que probablemente sea adrenalina. Justo a tiempo para que Gandía no coja el teléfono, Palermo y compañía cortan un cable e incomunican la habitación.
El papel de Río será contar en qué consistió su tortura. Mientras tanto, el pobre Marsella está en Argelia, donde está buscando a los torturadores. Siempre le tocan las tareas que nadie quiere hacer, y esta le está costando, porque no se entiende con sus ayudantes "locales": "Yo hablo español, alemán, italiano, francés, croata, serbio, pero no puto bereber. Necesito coordenadas".
Y entonces, justo cuando la Policía está a punto de entrar en el Banco de España, el Profesor lanza su "primer misil": abren las puertas ellos mismos y los escoltas del Gobernador (los que no son Gandía, claro), trajeados, sacan un féretro. En él pone "Nairobi. 1986/2019. La puta ama". Es un funeral casi de Estado, retrasmitido por la televisión y con una muerta llorada por miles de personas. "La fábula de Dalí no es un cuento con final feliz, sino simplemente una guerra", narra Tokio mientras suena una canción de Amaral (mucho mejor esta decisión musical que la de 'Delicate' de Damien Rice, que estamos en España).
Lisboa se entera de la muerte de Nairobi en la carpa, y sale del cuarto donde está siendo interrogada. Tamayo ordena que la vuelvan a meter dentro, pero Sierra le susurra: "Déjala. Por respeto". Así tanto ella como el resto de la Resistencia pueden llorar la muerte de su compañera mientras miran el funeral desde lejos.
El segundo misil del Profesor consiste en mandar a la prensa internacional el relato de Río y su tortura, además de empapelar Madrid con su cara y el texto "Enterrado vivo". "Me metieron en una celda tan pequeña que solo podía estar de pie. Dejaban que me cagara y me meara encima. Una noche me sacaron de mi celda, me llevaron al desierto y me obligaron a cavar mi propia tumba. Me metieron en una caja y me enterraron vivo hasta que me quedé inconsciente", cuenta Río en un video que se ve en todos los medios, desde laSexta hasta el New York times.
Vuelve el coronel Prieto, y Tamayo les echa un rapapolvo a él y a Sierra: "Un tío contando que lo han enterrado vivo y luego lo sacan, es una puta película de terror. Empáticamente es como si nos hubiéramos pegado un tiro en la sien". La verdad es que Fernando Cayo está más gracioso con cada disgusto que se lleva su personaje. "Lo vamos a desmentir como cabrones, es su palabra contra la nuestra", decide. Lo harán con una rueda de prensa en la que piensan contar todas las mentiras del mundo: "Transparencia, Luis, transparencia", añade Tamayo, recordándonos a muchos de nuestros políticos como Arturito en el episodio anterior. Curiosamente, los personajes de 'La casa de papel' parecen políticos cuando están cometiendo sus actos más deleznables. "Con toda esta mierda se me ha bajado el azúcar. Las galletas, ¿dónde están las putas galletas?", añade Tamayo, que de este atraco no sale vivo.
Mientras, el Profesor sigue avanzando en su ofensiva. Llegan las tropas, encabezadas por un tal Benjamín, que era amigo de Moscú. Benjamín trae consigo a un montón de mineros asturianos, "menos este chaval, que es polaco". Gracias a la vis cómica de Ramón Agirre tendremos algunos de los momentos más graciosos de esta etapa final de la temporada. Junto a los mineros, llegan caras que hemos visto en el atraco anterior: los que interceptaron el traslado de Tokio y el capitán del barco portugués que se llevó a la Resistencia a su retiro al final de la Parte 2. Benjamín pregunta "¿Adónde vamos, Profesor?". Y él responde: "A clase". Aplaudimos. "Os voy a explicar lo que vamos a hacer en las próximas 30 horas". Se viene, parece ser, un plan que sería "tachado de locura por cualquier persona en sus cabales".
Mientras tanto, la relación entre Gandía y Tokio va viento en popa. Mientras él intenta curarse las heridas causadas por la granada, ella le insinúa que es un homosexual reprimido que se pone cachondo en el vestuario del cuartel. Él le dice que puede ofrecerle trabajo. "Preferiría que me ofrecieras un polvo. ¿Hay alguna norma que prohíba follar a dos solados de distintos bandos?", le dice acercándose todo lo que las cadenas le permiten. Él le agarra la cara; ella le dice: "me pones cachonda". La mano de él tiembla, y suponemos que no de excitación. Vamos a dar por hecho que Tokio está usando el único arma que tiene a su alcance: su sexualidad. Es una pena que los guionistas nos hayan restregado tantas veces por la cara precisamente eso, la sexualidad de Tokio, reduciéndola constantemente.
La que no va viento en popa es la relación entre Denver y Estocolmo. Pero lo cierto es que el chaval se ha lucido durante toda la temporada... y ahora está evolucionando algo. Entre su flashback con Manila, en el que aprendió con el corazón abierto cómo se siente una persona trans toda su vida, y lo que está por venir, quizá sirva de algo todo el rollo casposo del Maserati: el personaje de Jaime Lorente saldrá de la Parte 4 habiendo crecido. En este momento, en la fundición, le dice a Estocolmo que, estén juntos o no, la va a cuidar, porque le quiere. "Yo sé que en Indonesia era fácil porque al final estabas con el único tío que no era un chinorris. Si necesitas estar con Río, adelante", le dice. Un poquito menos machista, pero ahora también añadimos el racismo al cóctel. Vaya partidazo. Estocolmo le responde que se está equivocando, aunque no le explica que lo que tiene con Río es amistad pura y dura. "Ni siquiera sé lo que necesito, ahora no; estamos en medio de esta locura y no puedo ni pensar, ni tomar decisiones ni nada".
Por fin, donde los rehenes, Amanda encara a Arturito. Le acusa de haberla drogado y haber abusado de ella. Como lo hace delante de los demás, Arturito se pone a la defensiva y a explicarse de cara a la galería. Le dice que está nerviosa y confundida, pero siempre puede dar un poquito más de asco: "O tal vez hayas tenido un sueño erótico, un sueño lúbrico, no pasa nada, no me importa ser objeto de tu deseo". Mientras vomitamos, oímos de lejos lo que dice Amanda: "Me ha violado, Arturo. Me ha drogado y me ha violado". Y él se defiende como lo haría cualquier hombre que se llama a sí mismo aliado: "Yo, que siempre he sido un defensor a ultranza de los derechos de la mujer. Que siempre he abogado por su respeto". El Gobernador ya no aguanta más.
En realidad, Tokio está distrayendo a Gandía mientras ve que sus compañeros van rompiendo los obstáculos para entrar en la habitación del pánico. Él está en las últimas, la metralla que tiene clavada al cuello le está dificultando respirar, así que suelta a Tokio para que se la extraiga.
En el Ministerio del interior, el coronel Luis Prieto niega rotundamente lo de las torturas a Río. Justo lo que el Profesor esperaba. Además, lo hace con sarcasmo y arroganza, que es como se hacen las ruedas de prensa políticas hoy en día. Y justo en ese momento, el Profesor filtra los mails en los que el mismo Prieto contactaba con los torturadores de Río. Y además, Marsella consigue a punta de pistola la confesión del hombre encargado de la tortura, la graba y la filtra a medios de todo el mundo. Periodistas de todo el mundo lanzan preguntas in situ a Prieto, que abandona la conferencia con el rabo entre las patas.
En la carpa, Suárez quiere la luz verde para entrar en el Banco de España, pero Tamayo no quiere arriesgarse a dar más mala imagen ante el público, y vuelve a decir una de sus perlas que nos están alegrando la temporada: "Ya solo faltaba que intentando entrar matásemos a un rehén para coronarnos de mierda. Ni coronel ni pollas en vinagre, has intentado entrar cuatro veces. ¿Qué cojones pasa ahí dentro, que dan barra libre o qué?". Así que le pide a Alicia Sierra que asuma la culpa de la tortura por la Policía. Necesitan que ella y Prieto actúen "de cortafuegos para dejar limpias las instituciones".
Sierra se lo toma sospechosamente bien; se pone sarcástica pero acepta. Tamayo le dice que el CNI desacreditará las pruebas, ayudarán la abogacía del Estado y la Fiscalía, "te caerá un juez que sea favorable, alguien que tengamos cogido por los huevos. Te suspenderán de empleo y sueldo, eso sí, pero tú no te preocupes porque seguirás cobrando de los fondos reservados. Yo te prometo que tú no vas a pisar la cárcel". En 'La casa de papel' nunca se ha disimulado que el sistema de la justicia está podrido, desde luego. De hecho, en esta misma escena Tamayo dice una frase que recuerda a cierto Presidente del Gobierno cuando se filtraron unas conversaciones con cierto tesorero de un partido: "Alicia, sé fuerte. Estamos contigo". Sutil, pero cristalino.
Todo esto, el Profesor lo está montando para rescatar a Lisboa. "Nosotros sabremos adónde lo van a llevar y cuándo porque yo mismo voy a provocar ese traslado", les dice a lo que parece una clase de PEMAR.
Gandía, reducido
Mientras tanto, Tokio ya está extrayendo la metralla de la espalda de Gandía. Como repentinamente es una cirujana experimentada, lo hace sin problemas. Justo cuando queda la parte más grande, que está incrustada en el cuello, ve cómo sus compañeros empiezan a derrumbar la pared. Así que le clava los alicates en el hombro, y Gandía cae inconsciente.
El cuarto misil del Profesor es aparecer en las pantallas de Callao dando un comunicado, explicando que Raquel Murillo está secuestrada de forma ilegal por la Policía en la carpa delante del Banco de España. Para apoyar la información, reproduce la grabación del momento en el que la Policía fingió que estaba matando a Lisboa. La torpeza de las fuerzas del Estado en esta serie no tiene límites.
Por fin, la banda rescata a Tokio. Río la saluda con un abrazo, Palermo con cara de malas pulgas. "Atada como un perro te lo cargaste igual, la puta madre", le dice. Entonces, Tokio se entera de la muerte de Nairobi.
La Unidad de Asuntos Internos de la Policía aparece en la carpa para recoger a Raquel Murillo. Uno de los dos señores es un extra que actúa muy mal. De fondo empieza a sonar una de las mejores canciones de las últimas décadas, 'Wake Up' de Arcade Fire. Un himno llena-estadios que viene que ni pintado para mostrar la respuesta de la gente cuando ve a Lisboa. Ella se da un baño de masas que recuerda al momento "Mhysa" de Daenerys Targarien. ¿Es Lisboa nuestra Khaleesi?
No, no lo es.
Resto de recaps