Este es el octavo capítulo de ocho, con los que pretendemos analizar en profundidad los episodios de la Parte 4 de 'La casa de papel'.
Empieza fuerte el final de la Parte 4. En un flashback, Berlín le confiesa a Palermo que también siente algo por él, al ritmo de un bolero. "Tú y yo somos almas gemelas. Pero al 99%. A mí me gustan bastante las mujeres", dice un Pedro Alonso que vuelve a estar muy travieso. De repente, hay una tensión sexual entre los amigos, y explota. Se besan. Rodrigo de la Serna no ha estado tan guapo en toda la serie. Se siguen besando, muchísimo... pero Berlín está en el probador, y acaba no comprándose la prenda. Es solo una prueba para terminar de decidir que la relación entre ambos no es la correcta. "Te quiero, Martín, pero mi hermano tiene razón y tenemos que separarnos", le dice Berlín antes de despedirse. Fue el amor no correspondido de Palermo por lo que abandonaron el plan inicial y se fueron el Profesor y Berlín a dar el golpe en la Casa de Moneda y Timbre. Es muy triste y bonito, la verdad. "Adiós, amigo mío. Estoy seguro de que, de una forma u otra, el tiempo nos volverá a juntar", termina Berlín. Teniendo en cuenta que ya está muerto... podemos esperar ese mismo destino para Palermo en algún momento.
En el presente, Alicia Sierra camina sonriente hacia la rueda de prensa en la que se supone que tiene que lanzarse a los leones. No parece preocupada por sus garras. Efectivamente, no lo está, porque piensa protegerse de ellas con varios escudos humanos e institucionales: "Mandé traer al hijo de Ágata Jiménez alias Nairobi, con el conocimiento de mis superiores, por supuesto", empieza. Y después cuenta que Gandía la mató "auspiciado por el Coronel Tamayo, todo hay que decirlo". Acto seguido, confirma todo lo que la prensa sabe sobre la tortura a Río: "Le suministrábamos droga inhalada, y le echábamos baldes de agua fría y se hacía caca encima, y un montón de cosas que ya te digo yo que no se ha acordado de decir. El Gobierno daba las órdenes, tenía el respaldo de todos: el CNI, mandos policiales y el Ministerio del Interior". Ante esta bomba, Ferreras y 'Al rojo vivo' vuelven como un ratón al queso. Nada más jugosito para Ferreras que un espectáculo político.
Mientras tanto, Benjamín y Marsella llegan a un restauante chino abandonado del centro de Madrid, el punto de extracción. Allí los mineros asturianos están construyendo un túnel, que utilizarán para transportar a Lisboa desde el parking de la Audiencia Nacional. El Profesor lo tiene todo calculado: "Lisboa estará custodiada por 26 agentes que estarán repartidos en siete vehículos. Tres atrás. Tres delante. Y en el centro, el furgón en el que irá ella", explica. Solo que la entrada de la Audiencia Nacional estará llena de periodistas y curiosos, así que el furgón entrará solo por el parking. Ese es el punto más vulnerable e idóneo para la extracción, por un túnel de más de 11 metros que se está construyendo a contrarreloj. Con el Cuarto Poder y los mineros asturianos de su lado, el Profesor puede confiar en que pondrá en jaque al sistema.
Dentro del Banco de España, la banda ha operado a Gandía y lo está manteniendo con vida bajo órdenes del Profesor. Bogotá, que ya se veía casado con Nairobi, promete cuidarlo muy bien para que se ponga fuerte, y entonces matarlo a golpes. Toda la banda quiere darle matarile, pero el Profesor necesita a Gandía vivo. Tokio hace una "tokiada" y se pone histérica a gritarle por el walkie: "No tienes ni puta idea de lo que se siente aquí dentro". En el Banco de España, como en la casa de Gran Hermano, todo se magnifica. Pero Denver argumenta que ellos no son asesinos, y no matan a los rehenes.
Helsinki, por su parte, está roto por el dolor y se desahoga disparando varias balas junto a la cabeza de Gandía. Palermo le consuela con un abrazo. Otro abrazo ocurre en el ascensor en el que Río, Estocolmo y Denver bajan hacia la fundición. Ante un ataque de ansiedad del primero, Mónica lo consuela con un achuchón, en el que también acoge a Denver. Quizá así este entienda que no se trata de una relación romántica: Río y Estocolmo han desarrollado una amistad, una comprensión, un apoyo mutuo que nada tiene que ver con el deseo sexual.
Mientras tanto, Alicia Sierra habla con su gato, Comisario, y le explica las sospechas que tiene alrededor de Lisboa y el trato que no aceptó. Y entonces cae en Antoñanzas. Así que se dispone a lanzarse en una misión de incógnito, y lo hace a lo Clark Kent: se quita la coleta y el maquillaje, se pone unas gafas y allá que va. Nada más peligroso que una psicópata que no tiene nada que perder.
Entre los escombros y la ceniza en el despacho del Gobernador, Palermo y Helsinki hablan de dolor. "Es usurero. Contraes una deuda con él y no la pagás nunca más", dice el argentino. "Vi el dolor en tus ojos y me vi en el espejo. No tenés ni idea de adónde vas a caer, hermano. Salí ahora, o corrés el riesgo de convertirte en una mierda de persona como yo. Alguien que busca morirse hace muchos años". Así, Palermo confiesa que está roto de amor, y le pide perdón por el "boom, boom, ciao" aquel de la Parte 3. "Te traté como una basura, no me atreví, no pude". Pero Helsinki le dice que confía en él desde el principio: "Sé quién eres". En uno de los momentos más bonitos de la serie, estos dos hombres homosexuales se confían el uno al otro en una promesa que va más allá del deseo, del amor, de la amistad o de la fraternidad. Palermo le dice su nombre real, dónde nació, y le promete que va a sacarlo de ahí con vida. Helsinki responde que ha perdido a Oslo, a Nairobi y no piensa perder a nadie más.
Desnudos en la cama una noche durante la preparación del atraco, el Profesor le explicaba el Plan París a Lisboa. "Es la ciudad de la libertad... y del amor", dice el romanticón de Sergio Marquina. El plan empieza con Lisboa relatando al juez todos los detalles posibles, empezando por su relación con el Profesor. "Y cuando lleve una hora u hora y media, empezará a contarles todo el plan", continúa. Y así es: Lisboa le cuenta al juez que planean robar la reserva de oro del Banco de España, fundiéndolo. Cuántas toneladas llevan, la marca de los hornos industriales que están utilizando, los grados a los que se funde el oro, los litros de agua que hay en la cámara acorazada y todo tipo de tecnicismos mientras dibuja bocetos. "Y eso lo haremos para cansarlos", dedujo Lisboa aquella noche en la cama. Y caliente como los hornos industriales, añade: "Yo sí que te voy a cansar". No hay nada más erótico que planear un golpe, ya se sabe. El pobre juez ya se ve que la cosa va para largo, y pide cena.
Alicia Sierra, con su gafas a lo Clark Kent, ha burlado a la Policía de todo el país y se ha cruzado con la esposa de Antoñanzas. Esta le comenta que hace unos días hubo dos "amigos" del marido, de repente, en casa. Así que Sierra se encuentra con el guarda de seguridad del edificio de Antoñanzas y le pide las cintas de seguridad para buscar la noche en la que le visitó el Profesor. El guarda se pone a hablar de procesos legales, esos que Sierra hace tiempo que dejó de seguir: "Uy, pues espere que me están llamando", responde ella poniéndose su pistola en la oreja. "Fíjese, el presidente de la comunidad". Najwa Nimri está más dentro de un cómic que nunca, y nosotros nos alegramos.
Mientras tanto, Arturito no puede evitar ser la persona más pesada e innecesaria de España, así que se vuelve a acercar a Amanda a quejarse por sus acusaciones "infundadas". El Gobernador le dice que es un "indeseable", y Arturito tira de demagogia: "Usted, que es un banquero. Marioneta del sistema y del capitalismo. ¿Usted me va a dar a mí lecciones de ética?". Entonces Arturito Spiriman, lo vamos a llamar, le arrebata el arma a Matías, que es probablemente el peor atracador del mundo. Arturito se viene muy arriba y empieza a hacerse el héroe, que es lo que más le gusta: "Os voy a sacar a todos de aquí", les dice a los demás rehenes con un tono curiosamente amenazador. "Yo he venido aquí a ser un héroe". Por fin, Manila se quita la máscara, no la de Dalí, sino la de rehén y pone a Arturito en su sitio. Con la pistolita que le consiguió sacar a Palermo, dispara al pesado de Arturo en la pierna y le canta las cuarenta por haber abusado de Amanda. "Quedas detenido acusado de violación. Y te recuerdo que a mí también me has ofrecido pastillas, baboso de mierda". Ya estamos prendados de ella.
Otra que hace bien su trabajo, Alicia Sierra, encuentra en las cintas de seguridad el momento en el que el Profesor y Marsella sacaron a Antoñanzas de la piscina. Y minutos más tarde, encuentra la matrícula de su coche. Con un contacto dentro de la Policía, descubrirá el paradero del vehículo en la carretera M-607, en la salida del K29.
El Plan París sigue adelante: a la una de la mañana, el juez interrumpe el juicio para seguir escuchando al día siguiente las largas explicaciones de Lisboa, que se dispone a dibujarle el esquema de la estructura informática del servidor externo al que enviaron los secretos de Estado. Los mineros asturianos siguen pico y pala, y, acorde al plan, entre las cuatro y las cuatro y media de la madrugada habrán finalizado el túnel de 11 metros y 68 centímetros.
Ahora toca entrar al parking sin ser vistos. A la orden de Benjamín ("el topo sale de paseo"), desde Pakistán cambiarán la señal del circuito interno de seguridad que está mirando los vigilantes para que vean una grabación. Desde fuera del parking, Marsella y Sheila (que tienen nombres de pareja de reality chusco) montarán un after dentro de un coche, con música tan alta que distraerá al guarda de seguridad del alto ruido de la perforación. Benjamín y los mineros llegan al parking y pasan a la fase final del plan: construir una pared falsa en la que ocultarse antes de que llegue Lisboa con los escoltas. "Tócate los cojones, Catalina", opina Benjamín ante la ocurrencia del Profesor, que está relatando todo como si él fuera David Copperfield y estuviera preparando el truco de prestidigitación definitivo.
Mientras tanto, en el Banco de España, la banda quiere obligar a Gandía a llamar a Tamayo. Dirá que ha matado a Nairobi y a Tokio, que están a punto de descubrir la habitación del pánico y que va a salir con una radio. Recordemos: así era la llamada que nos puso tan nerviosos al principio del episodio anterior. El Profesor le explica a Gandía que ya ha perdido, y que lo matarán si no colabora. Para ver a su mujer y su hijo, tiene que hacer esa llamada. Y así lo convence, y empieza la llamada. La Policía muerde, de nuevo, el anzuelo, y pone a todos los agentes en marcha.
Al llegar a la segunda jornada del juicio, Raquel Murillo se niega a declarar. El juez, que por dentro debe de estar dando saltos de alegría por no seguir sufriendo todo ese bombardeo de información, decreta su ingreso en prisión. Y así empieza un traslado que no ocurrirá: cuando Lisboa llega al parking escoltada para entrar en la furgoneta, el grupo se encuentra con un obstáculo inesperado: un juez, un fiscal, un policía, un abogado y un detenido. El juez es Benjamín, acompañado de Sheila y otros cuantos miembros del grupo. Cuando se cruzan con el grupo que escolta a Lisboa, les dan los buenos días y los reducen. Benjamín libera a Lisboa, y ponen en su lugar a una pobre chica secuestrada. ¿Y cómo van a acceder los policías a trasladar a una inocente a la cárcel sin avisar a sus compañeros de que la detenida ha sido liberada? Pues con argumentos de peso: explosivos y amenazas. Y así es como ganan un valioso tiempo para terminar el plan sin que la Policía se cosque. Atravesando el túnel, Lisboa llega al restaurante chino y de ahí a la libertad.
Como una pieza de ajedrez fuera de la vista, Sierra sigue avanzando. Es un peón invisible pero tiene en su punto de mira al Rey.
Dentro del Banco de España, descubrimos que, efectivamente, aquella llamada era todo un teatrillo. Gandía, que está diciéndole a Tamayo lo que el grupo le ordena, pide un helicóptero. El humo que salía del edificio no es más que, eso, humo sin fuego. Otro truco de magia. El Profesor ha pinchado las líneas de la carpa, y el helicóptero que piden nunca llegará: en su lugar, Marsella y Lisboa se dirigirán a la azotea del Banco de España, haciéndose pasar por agentes de policía.
El Profesor consigue viajar atrás en el tiempo
Acordémonos de cuando el Profesor habló de volver atrás en el tiempo: habló del momento en el que Denver sustituyó a Gandía con los secretos de Estado, y cuando Lisboa no pudo escapar de la policía. Es importante, porque en este momento, Denver corre por la azotea vestido como si fuera Gandía. En una falsa batalla campal, Denver recibe a Lisboa en el Banco de España, ya libre de las garras de las autoridades. El Profesor ha viajado atrás en el tiempo, a su manera.
En la carpa, por fin, acaban dándose cuenta de que han sido engañados: Lisboa no estaba en la furgoneta cuando llegó a la cárcel, y el helicóptero no se ha ido con Gandía dentro. Tamayo es el último en ser consciente. La Resistencia ha ganado la batalla, pero esto no es ni mucho menos el fin de la guerra. Aún quedan toneladas de oro por fundirse, y ya lo ha dicho el Profesor: solo con todo ese oro será capaz de sacar a sus compañeros con vida del Banco de España. El atraco no ha terminado. "Esta guerra la vamos a ganar", promete el Profesor. "Por Nairobi", añade Lisboa. "Por Nairobi", responden uno a uno el resto de la Resistencia.
Alicia Sierra no está dispuesta a ponerlo fácil: aparece en el refugio del Profesor, engalanada con una gabardina y gafas falsas, y triunfante, sentencia: "Jaque mate, hijo de puta". Durante los créditos finales de la temporada, suena la voz de Najwa Nimri cantando el 'Bella Ciao'. Una hora final frenética, casi una película de rescate, y de las buenas, para una Parte 4 irregular. Pero qué ganas de ver cómo sigue la cosa.
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