Los que tuvimos la desgracia de padecer 'Vaya par de polis', fuimos testigos de lo que parecía ser la muerte cinematográfica de Kevin Smith. Sin embargo, ahora da la impresión de resucitar, nunca mejor dicho, con su última película, 'Red State'. El otrora prometedor director de títulos como 'Clerks' o 'Persiguiendo a Amy', que lo situaron como uno de los jóvenes valores del cine independiente estadounidense de los 90, da un giro de 180 grados a su trayectoria con una ácida denuncia al extremismo religioso.
En el corazón de América
La historia se inicia cuando tres incautos adolescentes contratan los servicios de una mujer madura (Melissa Leo) que busca sexo en grupo, un engaño de la organización religiosa liderada por el predicador Abin Coope (Michael Parks) para cazar pecadores. Pero sus macabros rituales para traer la salvación a nuestro mundo se ven interumpidos cuando entra en acción el comando policial capitaneado por el agente Joseph Keenan (John Goodman).
Una visión muy local, está inspirada en la homofóbica Iglesia Bautista de Westboro, que se adentra en la filosofía de vida de los llamados estados rojos de Estados Unidos (afines al Partido Republicano). Un territorio propicio para que Smith ejerza una agresiva condena que va más allá del contexto religioso al ampliar la crítica hacia los actuales estamentos que ejercen el poder, temas que ya estaban presentes de una forma mucho más destilada en 'Dogma' (1999).
Buen intento, Kevin
El mayor valor de la película es el cambio de rumbo de un director prácticamente condenado al desahucio, cuya estrategia de tomar otros registros es la correcta, aunque no tanto el resultado de la operación. 'Red State' conserva la irreverencia de todos sus films anteriores, pero va más allá con un agresivo mensaje que peca de explícito y al que le falta sutileza. Un discurso que luego queda totalmente inconexo al degenerar en un festival de tiros a discreción con escenas herederas de la acción de serie B más descarnada.
También destacan las interpretaciones del elenco protagonista, especialmente el trabajo del veterano Michael Parks como el inquietante y perturbado predicador, que apoya la propuesta austera y claustrofóbica cercana al género de terror. Todo ello con una realización cámara en mano de Kevin Smith tan chapucera como en él estamos acostumbrados, pero cuyos defectuosos encuadres quizá resulten efectivos en tan bizarro contexto.
'Red State' está lejos de ser perfecta, pero supone una entrada de aire fresco en la carrera del director. Un sendero que debería seguir explorando tras el espaldarazo del Festival de Sitges al premiarla en la pasada edición en las categorías de mejor película y mejor actor, después de una distribución en Estados Unidos desde las trincheras, moviendo la cinta de sala en sala en proyecciones privadas tal cual feriante. Religión, pecado y muerte que hará las delicias de los grandes aficionados al cine de género.