Anteayer se estrenó en Cannes 'Robin Hood', el nuevo film del cineasta británico Ridley Scott en el que el australiano Russell Crowe se enfunda las mallas -metafóricamente hablando, por supuesto- que anteriormente han calzado Errol Flynn, Sean Connery o Kevin Costner entre otros.
Como suele ser habitual en la más cercana filmografía del director de 'Los duelistas', 'Robin Hood' se nos presenta como un producto magno, con ecos de superproducción de las majors, técnicamente perfecto, interpretativamente solvente y, en líneas generales, un producto verdaderamente entretenido pero al que parece faltarle cierta chispa. Esta nueva revisitación del héroe popular de los bosques de Sherwood se nos muestra, además, como una suerte de begins, en el que la fidelidad histórica y la gravedad épica se alternan con osadía tarantiniana con anacronismos varios y arquetipos varios. Decimos tarantiniana porque, así como el director de Knoxville no dudó en alterar el transcurso de la Segunda Guerra Mundial o meternos un tema de Bowie en un film afincado a mitad del siglo XX, Scott hace lo propio -aunque mucho más sucintamente- endosándonos a una Cate Blanchett guerrera o una versión folk del Words de The Christians.
Así pues, la fidelidad histórica y gravedad épica anteriormente mencionadas de sus primeros compases de metraje da paso al film de aventuras puros y duro, con ciertos toques de comedia romántica, en el que toda clase de licencias resultan permitidas, confiriendo a este nuevo 'Robin Hood' cierta banalidad de entertainment que la aleja de otros títulos de su director como 'El reino de los cielos'. Con ello no queremos decir que 'Robin Hood' carezca de calidad, ni mucho menos, pues se nos muestra como un título tremendamente divertido y aplaudible, una precuela que reniega con sabiduría de buena parte de los lugares comunes de las anteriores revisitaciones al personaje, como el combate sobre el río con Little John o el rol de villano del Sheriff de Nottingham, en detrimento de la mayor Némesis que podría tener en común Gran Bretaña: los franceses.
Lo que se habrá reído Ridley Scott estrenándola en Cannes.