Aunque la tentación sea la de dejar caer la etiqueta de cineasta palomitero y ruidoso sobre él, lo cierto es que Roland Emmerich es un tipo mucho más imprevisible de lo que pueda parecer. Para comprobarlo no hace falta más que acercarse hasta su filmografía, sumergirse en ella y encontrar una variedad de estilos y formas que, más allá de sus correspondientes resultados artísticos, nos ofrecen la imagen de un director en constante movimiento. ¿La prueba más clara? Solamente ha dirigido una secuela a lo largo de su carrera.
De acuerdo, los tonos y, sobre todo, las formas pueden ser similares en muchas de sus películas, pero no se puede negar que Emmerich siempre hace las cosas con una convicción total. Cree en sus historias, se vuelca en ellas, intenta exprimirlas por completo y atrapar al espectador a la misma altura del espectáculo. Incluso en sus trabajos más 'pequeños', puedes notar la pasión del director por llevar todo al máximo de sus posibilidades.
A lo largo de este especial repasamos todas las películas de Emmerich, de peor a mejor, comprobando que esa devoción por lo grandilocuente, el nervio y el músculo, no siempre ha funcionado demasiado bien, pero tampoco ha dejado tantos destrozos (cinematográficos) como uno podría intuir en un primer momento. Mejor ver el vaso medio lleno antes de que quede reducido a trozos de cristal.
Roland Emmerich, de peor a mejor
'Independence Day: Contraataque'
¡Dios mío! ¡No! ¡Están de vuelta! ¿Los extraterrestres? No. Roland Emmerich, Jeff Goldblum, Bill Pullman y Will...¿Fichtner? La secuela de 'Independence Day', estupendo blockbuster noventero que unía el carisma de una nueva estrella, Will Smith, con un festival de efectos especiales que dejaron al mundo entero con la boca abierta, llegaba a las carteleras dispuesta a igualar los apabullantes datos de recaudación de su predecesora, pero, por no poder, no pudo ni derrotar a la tierna Dory de Pixar en la taquilla estadounidense.
Y el golpe fue de los grandes. ¿Causas? Podemos resumirlas en que la primera entrega la dobla en diversión, espectáculo y entretenimiento, cayendo en esta ocasión en un guion todavía más estúpido, incapaz de escapar del absurdo absoluto. Más que un contraataque, gol en propia puerta en el último minuto.
'Stonewall'
Algunos esperaban que 'Stonewall' situara a Roland Emmerich en la mismísima lucha por los Oscar. A priori, su argumento, centrado en los movimientos que reivindicaron la igualdad de derechos de la población homosexual a finales de los sesenta en los Estados Unidos, tenía todo el potencial para, al menos, captar la atención de una Academia siempre entusiasta con historias reales de alto contenido e importancia social. Sin embargo, en cuanto la película se empezó a ver en pases privados previos a su estreno, las malas noticias empezaron a aparecer sin piedad ni compasión: Emmerich había perpetrado una película tan mala, manipuladora y aburrida que podría resultar incluso ofensiva para el público. Y así era.
Nada en ella funciona. De hecho, ni siquiera tiene un sentido real, haciendo de manera terrible incluso las cosas más elementales. Por supuesto, de sutileza, respeto o fidelidad hacia los hechos reales en los que se basa, mejor ni hablar. Pero, con todo, lo peor es la tremenda ausencia de cariño y delicadeza con la que el director trata a sus personajes, simples piezas sobre un tablero obsesionado con la épica más evidente. Un desastre a todos los niveles.
'10.000'
Después de la notable 'El día de mañana', Roland Emmerich viajó hasta la prehistoria para ofrecernos lo mismo de siempre, pero peor. Cine de aventuras capaz de aburrir a los más fieles y amantes del género, historia grandilocuente con épica de andar por casa, concurso por encontrar la escena más absurda, '10.000' podría ser cualquier cosa...excepto lo que aspira a ser. El cineasta se emboba una vez más con sus efectos visuales, pero, en esta ocasión, los utiliza al servicio de la nada más absoluta en una propuesta absolutamente olvidable.
'1997: El principio del Arca de Noé'
El debut cinematográfico de Roland Emmerich ha terminado convirtiéndose en uno de los trabajos más aplaudidos de su primera etapa. Algo incomprensible si tenemos en cuenta lo mucho y mal que ha envejecido esta '1997: El principio del Arca de Noé', un thriller de ciencia ficción cargado de ambición y destellos de talento que, sin embargo, termina sumida en el más terrible de los aburrimientos. Un bostezo espacial en toda regla en el que, además, resulta imposible encontrar alguna de las claves que marcarían la personalidad de su responsable con el paso del tiempo.
'Estación lunar 44'
'Estación lunar 44' supone un paso hacia delante por parte del Roland Emmerich director respecto a sus trabajos anteriores, pero queda lejos de poder ser definida como una gran obra. De hecho, no se trata ni siquiera de una buena película. El problema principal, capaz de tumbar al conjunto de manera firme, es lo tremendamente predecible que resulta en todos y cada uno de los sentidos, impidiendo por completo que el espectador sienta algo que no sea pereza, cansancio y, por supuesto, aburrimiento.
Si a todo esto sumamos unos efectos especiales que, por alguna razón, han envejecido peor que los de su debut, el resultado final no deja lugar a dudas. Emmerich estaba más seguro al otro lado de la cámara, sí, pero lo que se veía en pantalla no valía en absoluto la pena.
'El secreto de Joey'
Allá vamos: "Tras la muerte de su padre, Joey cree que se comunica con él por medio de su teléfono de juguete. Pero, en realidad, Joey no habla con su padre, sino con un muñeco de ventrílocuo que hay en su habitación, un perverso muñeco que representa una amenaza para el niño." ¿Suena raro? Pues en pantalla es peor. Mucho peor.
En su segunda película, 'El secreto de Joey', Roland Emmerich decidió lanzarse de lleno al modelo de cine ochentero de marca Spielberg con una historia que, sin embargo, no iba más allá del aburrido y desfasado pastiche de referencias. No ayudaba, en absoluto, ese descontrol narrativo a la hora de introducir un terror capaz de alejar por completo al público infantil, uno de los pocos que hubieran sido capaces de aguantar este desastre.
'El secreto de los fantasmas'
A pesar de no ser más que otra sucesión de 'homenajes' al cine familiar más emblemático de los ochenta, lo cierto es que 'El secreto de los fantasmas' bien podría ser la película más correcta de la primera etapa de Roland Emmerich. Un pasatiempo que sabe mantenerse más o menos en pie a lo largo de su metraje y que, pese a no dejar ni una sola escena para el recuerdo, se las apaña para no hundirse del todo. Se ve, se soporta sin demasiadas complicaciones y se olvida automáticamente.
'Godzilla'
Tras el espectacular triunfo comercial de 'Independence Day', Roland Emmerich se embarcó en un reto más grande, más desafiante y más ambicioso: resucitar a 'Godzilla'. Para ello, contó con la inestimable ayuda de un estudio que le entregó todo el dinero que pedía, una brutal campaña de marketing y, bueno, un reparto formado por Matthew Broderick, Jean Reno, Maria Pitillo y Hank Azaria. De acuerdo, puede que la mayor parte del presupuesto se fuera en efectos especiales y publicidad y no tanto en intérpretes.
En cualquier caso, la propuesta terminó resultando un pequeño fracaso en taquilla y un tremendo fracaso a nivel cinematográfico. Emmerich se demostraba incapaz de controlar a su bestia, obsesionado con la destrucción y el rugido, apostando siempre por el exhibicionismo visual antes que por la intriga y el misterio. Por eso, lo que en sus primeros compases podía despertar cierto interés en el espectador, terminaba siendo poco más que ruido, explosiones y fuegos artificiales. Por no hablar de su lamentable clímax final. Una decepción en toda regla.
'Soldado universal'
A una película que se llama 'Soldado universal' y está protagonizada por Jean-Claude Van Damme y Dolph Lundgren, lo único que le puedes exigir es acción potente y el menor número de bostezos posibles. Y eso es justo lo que consigue Roland Emmerich, cumplir con lo mínimo. Espectáculo palomitero tan previsible como efectivo, tan intrascendente como entretenido, tan funcional como solvente. Resumiendo: 'Soldado universal' es exactamente el tipo de película que parece. Y siempre es mejor un aprobado justito que un suspenso irreparable.
'Asalto al poder'
Se acabaron los dramas históricos, la ciencia ficción espectacular, el cine de catástrofes y las aventuras prehistóricas. Con 'Asalto al poder', Roland Emmerich entraba de lleno en la acción más reconocible y tradicional. Una película que podría entenderse perfectamente como un remake involuntario de 'Jungla de cristal' cambiando el Nakatomi Plaza por la mismísima Casa Blanca.
Una excusa argumental absolutamente básica que, sin embargo, le servía al director alemán para plantear una sucesión de golpes, explosiones y tiroteos a la vieja usanza, consiguiendo así dar forma a una película plagada de lugares comunes que, sin embargo, se situaba por encima de lo meramente correcto. Un buen pasatiempo destinado especialmente a los amantes del género.
'2012'
Tras su más que fallido paseo por la prehistoria en '10.000', Roland Emmerich estrenaba '2012', una película que vendría a ser, básicamente, algo así como una secuela de 'El día de mañana'. Eso sí, más grande, más larga (casi 160 minutos de duración), más ruidos, más ambiciosa y (mucho) más absurda.
Contando de nuevo con un reparto espectacular formado por, atención, John Cusack, Chiwetel Ejiofor, Amanda Peet, Oliver Platt, Thandie Newton, Danny Glover o Woody Harrelson, entre otros, el cineasta entregaba en bandeja de plata al espectador un espectáculo que, por encima de lo estúpido, resultaba tremendamente entretenido, apabullante en sus escenas de destrucción masiva y plenamente disfrutable en su esencia de clímax constante. Mucho ruido y más nueces de las esperadas.
'Stargate: puerta a las estrellas'
Con su sexto trabajo, Roland Emmerich entregó la primera cinta realmente destacada de su trayectoria. 'Stargate: puerta a las estrellas' funciona por la sencilla razón de que su director está comprometido al máximo con la historia que está contando, entregado por completo a su universo y rendido ante sus personajes. Por eso, y aunque su último tramo sea algo excesivo en la reiteración, Emmerich consigue controlar el ritmo narrativo sin perderse en alardes absurdos, construyendo una película que, desde un gran inicio claramente deudor de (otra vez) Spielberg, hasta su emotivo desenlace, cumple de forma notable. Primer acierto en la cuenta del cineasta alemán.
'Anonymous'
De ambición en ambición y tiro porque me toca. Cuando menos lo esperábamos, Roland Emmerich dio un nuevo giro en su carrera poniéndose al frente de 'Anonymous', un proyecto ambientado en la Inglaterra Isabelina del siglo XVI y centrada en el misterio de quién fue realmente el autor de las obras de teatro atribuidas tradicionalmente a William Shakespeare. Una propuesta completamente diferente a todo lo que el cineasta alemán había hecho anteriormente, que, sin embargo, terminó saliendo bastante bien.
Y es que, impulsada por su grandioso diseño de producción y un conjunto de interpretaciones de auténtico nivel, con Rhys Ifans y Vanessa Redgrave a la cabeza, 'Anonymous' constituye una de las películas más interesantes del catálogo Emmerich, una cinta a la que se le puede achacar un evidente exceso de duración, pero que consigue mantener al espectador siempre interesado en su historia, embobado con su acabado visual y enganchado a sus personajes.
'El día de mañana'
Y llegó el cine de catástrofes a la vida y obra de Roland Emmerich. Tras recibir la mejor respuesta crítica de su carrera con 'El patriota', aunque tampoco fuera demasiado entusiasta, el director alemán decidió anticipar el cambio climático a lo grande con 'El día de mañana', una superproducción de efectos especiales impactantes y un estupendo reparto (Dennis Quaid, Jake Gyllenhaal, Ian Holm o Emmy Rossum, entre otros) que se convertía, desde el primer visionado, en una de las mejores películas de su trayectoria.
Una cinta entretenidísima que conseguía hilar bastante bien sus múltiples tramas, combinando puntuales pasajes de un sorprendente intimismo con una aplastante sucesión de escenas de apocalipsis y destrucción realmente apabullantes. Una película que, lejos de perder con el tiempo, sigue manteniendo intactas sus virtudes como blockbuster de manual. Divertido, emocionante y espectacular.
'Independence Day'
'Independence Day' despertó la atención y el interés de millones de espectadores con la única ayuda de una escena donde la Casa Blanca explotaba por los aires. Tal cual. Una corriente de expectativas y curiosidad que se convirtió en una realidad abrumadora tras el estreno de la película y que la terminó convirtiendo en la película más taquillera de la historia del cine, un récord que se mantuvo intocable hasta que James Cameron entró en escena con, primero, 'Titanic', y después, 'Avatar'.
Cifras aparte, lo cierto es que Roland Emmerich entregó aquí la película más completa e icónica de su trayectoria profesional, un espectáculo de acción y ciencia ficción que incitaba a devorar cantidades incalculables de palomitas mientras se observaba atónito un desfile abrumador de efectos especiales de primera categoría. Protagonizada por un estupendo Will Smith convertido definitivamente en estrella, 'Independence Day' marcó a toda una generación de espectadores que, todavía hoy, somos incapaces de cambiar de canal cuando la encontramos en televisión, disfrutando de ella como el primer día. Y la respuesta es sí, esa escena de la Casa Blanca sigue siendo apabullante.
'El patriota'
¿Cómo se tomó Roland Emmerich los decepcionantes resultados artísticos y comerciales de su ambiciosa 'Godzilla'? Dirigiendo una película que aspiraba a todos los premios del mundo, protagonizada por Mel Gibson, con banda sonora de John Williams y ambientada en la guerra de Independencia americana. ¿Quién dijo miedo? 'El patriota' es violenta, cursi, tópica, manipuladora, pretenciosa y carece por completo de sutileza. Sin embargo, también es contundente, épica, emotiva, entretenida y conmovedora.
Emmerich aprovecha la oportunidad y se acerca por primera vez en su trayectoria a un cine profundamente académico sin dejar de lado su reconocible querencia por el espectáculo, provocando una combinación que funciona. Una propuesta que no engaña a nadie, que da al espectador lo que le promete desde su mismo cartel promocional y que, sin ser una obra maestra, lucha con argumentos de sobra para coronarse como el mayor logro de Emmerich hasta la fecha.