El Festival de Sevilla ha superado su primer fin de semana con un incontestable éxito de público, evidenciado por la gran cantidad de sesiones que agotaron las localidades a la venta y por el interés que suscita su variada programación entre los espectadores locales. El certamen andaluz parece consolidarse como imprescindible escaparate del panorama cinematográfico europeo, mostrando todo tipo de inquietudes y sensibilidades artísticas en una programación inteligentemente diseñada.
El sábado pudimos ver 'El capital humano' de Paolo Virzì, triunfadora absoluta en los últimos David Di Donatello (los premios de la academia italiana). Se trata de un inteligente cruce de tres historias que siguen el desgraciado devenir de otros tanto personajes que arriesgan lo que poseen siguiendo peligrosos cantos de sirena (emocionales o materiales). Un excelente trabajo del reparto femenino y un ritmo hábilmente equilibrado logran mantener el interés, aunque el film se quede a un palmo de la emoción y atraiga más por sus personajes y las relaciones que entablan, que por la historia que hila sus destinos.
Ya en la jornada dominical asistimos al esperado estreno de 'Saint Laurent', el segundo biopic que llega este año sobre el diseñador francés, en este caso urdido por el atrevido Bertrand Bonello, que logra envolvernos en una atmósfera audiovisual prodigiosa, a pesar de que su relato caiga por momentos en lo previsible del biopic al uso, del que trata constantemente de huir por medio de una narrativa cuyas elipsis parecen saltos al vacío. Gaspard Ulliel da la talla en el papel central de un film que logra por momentos trascender su brillante superficie, para ofrecer un interesante retrato psicológico del genio torturado y su vacío existencial cubierto con su entrega a los excesos.
Niños prodigio y adolescentes sin futuro
Por su parte, 'The Kindergarten Teacher' del isrelí Nadav Lapid, logró quitarle parte de protagonismo al film de Bonello en la jornada de ayer, con su inquietante y compleja telaraña emocional alrededor de una profesora de guardería fascinada por el talento para la poesía de un pequeño prodigio de cinco años al que cuida. La película -que apuesta por una dirección de corte casi documental- atrapa, inquieta y plantea dilemas importantes, pero su huída final a ninguna parte, nos deja una (quizá buscada) sensación de frustración que compartimos con su protagonista. Una película incómoda y por tanto estimulante.
Hablamos por último de la francesa 'Girlhood (Bande de filles)', una historia de desarraigo juvenil en una de esas opresivas localidades de los alrededores de París, convertidas ante la desidia de las instituciones en auténticos guetos de marginalidad, donde la juventud a menudo se entrega a la violencia irracional y la delincuencia con la connivencia de sus despreocupados (cuando no, directamente ausentes) entornos familiares. Seguimos de la mano de Celina Sciamma a un grupo de cuatro chicas negras, que tratan en vano de llenar con su relación de complicidad y actitud descarada, su ausencia de objetivos y valores. La película es una de las finalistas a los premios Lux que entrega anualmente esa institución de dudosa sensibilidad social llamada Parlamente Europeo. Cruel ironía.