Algunas óperas primas patrias han ocupado un lugar privilegiado en la conversación y ya están en todas las quinielas para la venidera temporada de premios. Otras, sin hacer tanto ruido y jugando desde lo estrictamente cinematográfico, con apenas el apoyo de haberse presentado en secciones paralelas de certámenes nacionales, han demostrado tener detrás a mentes capacitadas para trascender géneros, en teoría, hermanados a una realidad social muy concreta -piensen en 'Sueños y pan', de Luis Soto Muñoz-.
Pero ante todo son producciones capaces de destacar y emocionar por la personalidad que esconden sus imágenes. Una de ellas es 'Por donde pasa el silencio', debut en el largometraje de Sandra Romero sustentado en la fisicidad, la cercanía entre los cuerpos, tanto de los intérpretes como de la cámara ante ellos, el juego con el espacio y, en consecuencia, el distanciamiento emocional y material.
Aquí, cada hermano Araque -Antonio, Javier y María- encarnan a personajes parecidos a sí mismos, que no idénticos, y lo hacen en compañía de Mona Martínez ('Antidisturbios') y Nico Montoya ('Cuéntame cómo pasó'), sus progenitores en la pantalla. También forman parte del elenco Tamara Casellas ('Ama') y Emmanuel Medina ('Mañana es hoy').
La cineasta comenta que el germen del proyecto viene de los cortometrajes, en los que ya había trabajado con Antonio. No obstante, también influyó "el regreso a casa por la pandemia", ya que realizadora y actor acababan de abordar dicha temática en la pieza homónima de 22 minutos por la que Romero obtuvo la Biznaga de Plata a mejor dirección en el Festival de Málaga.
Pero sobre todo 'Por donde pasa el silencio' es la fantasía irrenunciable de cualquier realista. "Nace porque hay muy pocas oportunidades para hacer una película con tres hermanos de verdad", asegura una autora que señala de vital importancia que "la vida, con sus gestos compartidos, caras que se parecen, conexiones y miradas entre allegados, vaya entrando en la ficción".
El tacto
Para capturarlo, no había duda, la cámara tenía que estar siempre pegada a ellos. Así, asistimos a una propuesta eminentemente física, en la que el espectador coquetea con el roce de la piel de los personajes. "Estar muy cerca era ser un hermano más, era muy intuitivo". De hecho, este tacto se siente más que nunca en uno de los encuentros sexuales que Antonio mantiene con otro hombre y que refleja la firma imprimida por la autora a la primera parte de 'Los años nuevos' -como recorre el cuerpo, de arriaba abajo, durante la unión carnal-.
Sobre el modus operandi desvela que "pactamos una serie de gestos y posturas para que los actores pudieran agarrarse a algo y tener la sensación de libertad sin estar saltándose nada. Mientras, yo estaba pegada al operador para decirle donde situar la cámara". También insiste en su finalidad narrativa. "Me apetecía filmarlos en contraste con la crudeza de otras escenas con dos hombres. Creo que es importante que en esta masculinidad, a veces ruda, también hubiese belleza", sostiene, al mismo tiempo que desvela una de sus principales preocupaciones: "Que los actores no se agotaran físicamente al principio". Para Antonio y Martínez rodar así es "una forma de que Sandra se hiciera latente y un aprendizaje" e insisten en que la directora nunca les incidió en estar en contacto con el cuerpo del otro. De esta decisión derivan dos grandes logros del filme: el juego de los espacios y la representación de la clase trabajadora.
Respecto a la primera, en una secuencia donde el distanciamiento formal entre los Araque hace mucho más palpables sus heridas para el espectador, la sevillana reconoce que se debe a la fuerza del desenlace, a presenciar algo "tan intenso que es necesario dejar hueco a los personajes para que respiren un poco más". No obstante, asevera que estos pasajes "son una burbuja en medio de la obra". Igualmente anota que, como demuestra el momento en el que Antonio y Javier se pierden en el campo, existía un interés visual en plasmar "la confusión entre un hermano y otro, esa pérdida que se materializa en la imagen".
Y es que, en 'Por donde pasa el silencio', lo rural ya no es la Arcadia herida de muerte proyectada por Carla Simón en 'Alcarràs' o, como mostraba Estibaliz Urresola Solaguren y su '20.000 especies de abejas', el lugar en el que pasar el verano mientras se forja la identidad. Para Romero, al igual que Elena López Riera en 'El agua', es un lugar de opresión. Sin embargo, destaca que fue un hallazgo fortuito, fruto de la enunciada proximidad, porque "cuando estás en un plano escuchas otras muchas cosas. Es una película llena de ruidos", identifica su artífice.
Registrar al obrero
El segundo está íntimamente relacionado con uno de los temas que algunas realizadoras españolas, principalmente Belén Funes, han puesto sobre la mesa en los últimos años: el acceso de la clase obrera a las escuelas de cine y, por ende, su reflejo en la pantalla. Para Romero consiste en "una mirada de tú a tú, donde la clave está en situarse siempre a la altura de los ojos de los personajes, nunca por encima". Donde tiene dudas, y aquí el debate que recientemente ha tenido como protagonista principal a Jaime Rosales -véase, por ejemplo, 'Girasoles silvestres'-, es en si alguien de superior ascendencia social puede retratar a los trabajadores, aunque cree "que puede ser que sí".
En cuanto a las referencias, afirma que el espejo de Cassavetes siempre ha estado presente. "He trabajado desde el caos y saber que hay gente que lo ha hecho previamente te reconforta, básicamente porque en la escuela te enseñan las películas, no el proceso, en parte porque en términos industriales es muy difícil que te dejen", sentencia en torno al gran emblema del cine indie norteamericano, también partidario de un cine apoyado en la corporeidad -ahí queda como máximo exponente 'Una mujer bajo la influencia'-. Pero tampoco se olvida del Isaki Lacuesta de 'Entre dos aguas', otra cinta con intérpretes no profesionales, ni de Lucrecia Martel, ni de "los cineastas que ahora están haciendo películas desde sus pueblos", de los que "han abierto el camino para la deslocalización y rodar en otras partes con otras personas".