Sarah Paulson, que se encuentra en plena campaña de promoción de 'Glass (Cristal)', ha reflexionado en una entrevista a The Upcoming sobre la importancia que tuvo su precuela: 'El protegido': "'El protegido' fue la primera película de superhéroes, y fue de alguna manera la inspiración de todas las películas de Marvel". Pero no es el único mensaje que ha querido mandar: "Las películas de Marvel son muy divertidas, y me gustaría salir en una".
El cine de M. Night Shyamalan, de peor a mejor
'After Earth'
Will Smith y familia siempre tiran más que ser un director de culto, debió pensar el bueno de Shyamalan, que no dudó en meterse en este berenjenal llamado 'After Earth'. Y la defensa, en este caso, se convierte en un imposible, una utopía, un querer y no poder. Justo la sensación que transmite una película que es, por un lado, una fallida estrategia comercial por parte del clan Smith para, uno, afianzar al patriarca Will como actor dramático potente y, dos, presentar las credenciales de su hijo Jaden Smith de cara al estrellato. ¿Resultado? La peor interpretación de la carrera del primero y el ridículo absoluto del segundo.
'After Earth' es la nada más absoluta, el vacío aburrido y pedante, un muerto viviente hecho película a mayor gloria de tres personalidades que han perdido la partida con creces. Ni siquiera el interés de su director por trasladar algo de su personalidad al resultado final se puede interpretar como acierto, todo lo contrario, se convierte en un lastre más, una herida de muerte en el nulo ritmo de una cinta que podría haber sido, al menos, una vertiginosa demostración de acción, pero que decide tirar por el panfleto más insoportable, el bostezo constante. Y duele.
'Airbender, el último guerrero'
No, no funcionó. Y en ningún momento dio la sensación de hacerlo. Shyamalan, otra vez, necesitaba un taquillazo que no llegó. Su adaptación de la serie 'Avatar: The Last Airbender', contenía detalles que podían ayudar a entender por qué se decidió a contar esta historia en un momento en el que un fallo no estaba permitido. Se acabaron los thrillers, se acabaron los misterios, se acabaron las intrigas, se acabó la tensión y se acabó, en definitiva, todo lo que nos enamoró de un director que, en esta ocasión, parece empeñado en construir un blockbuster clásico más cercano a las aventuras ochenteras que al Tolkien versionado por Peter Jackson.
Opción más que respetable, arriesgada incluso, pero que desmontó algo que, hasta entonces, creíamos imposible: el Shyamalan director. De acuerdo, a lo largo de la película podemos encontrar escenas que nos recuerdan que estamos ante un tipo con talento, especialmente un clímax final que es, de lejos, lo mejor del conjunto, pero es poca recompensa para sus defensores. La taquilla, objetivo principal de una propuesta de estas características, volvió a darle la espalda y la crítica vio la oportunidad perfecta para machacar sin compasión ni piedad. Lamentablemente, cada uno de los golpes eran merecidos. Una aventura sin ritmo, sin gracia, aburrida, previsible e incomprensiblemente plana, sin emoción ni diversión.
'Los primeros amigos'
Tras su debut cinematográfico con la desaparecida 'Praying with Anger', Shyamalan presentó un segundo trabajo marcado, de manera definitiva, por la religión. Su propia sinopsis ya revela perfectamente las principales intenciones, objetivos y, por supuesto, retos del cineasta: "Joshua es un niño de 10 años que sufre por la muerte de su abuelo. Aunque sus padres y su profesora le aseguran que se encuentra feliz en el cielo, estas explicaciones no le satisfacen. Ahora está dispuesto a encontrar la respuesta por sí mismo, preguntando y haciendo recordar a todo el mundo qué significa experimentar la vida por primera vez".
Con semejante punto de partida, la propuesta podría haber caído del lado empalagoso e irritante del subrayado panfletario recitado a ras de altar, pero Shyamalan, sin dejar de mostrar el mensaje que quiere transmitir en las principales escenas de la película, consigue arreglárselas para construir una cinta tan amable como efectiva, tan sensible como tierna, tan familiar como personal. Eso sí, conviene verla siempre con la distancia que exige un argumento de semejante peso subjetivo. A partir de ahí, 'Los primeros amigos', pese a no dejarnos intuir la maestría que vendría después, es un trabajo más que correcto.
'El incidente'
ESE tráiler. ¿Cómo olvidarlo? Imposible. En esos minutos mágicos residía más talento que en el resto de intrigas que llegaron a las carteleras de 2008. Shyamalan siempre ha sido un experto, por encima de todo, a la hora de plasmar el miedo y la tensión en pantalla, otorgando un aspecto casi poético a algo que no deja de ser el reflejo del terror más humano. 'El incidente' venía, básicamente, a arreglar el desaguisado que había provocado 'La joven del agua'. Nuestro director entendió que lo que la gente quería era misterio y se lo ofreció en bandeja.
Los cines se volvieron a llenar con una de sus películas, los espectadores volvían a caer hipnotizados y, a la salida, se volvía a hablar de su inesperado desenlace. ¿La diferencia? En esta ocasión la sorpresa se cambiaba por decepción y en las conversaciones posteriores se escuchaba más la palabra timador que genio. Es lo que tiene jugártelo todo a una carta, a una explicación final, a un giro de muñeca en el momento más importante del partido y no estar a la altura. Ni de lejos. Lo que en su primera mitad es maestría, pulso de hierro y escenas inolvidables se convierte, en el momento de las respuestas, en un despropósito de primera magnitud.
'La visita'
La historia de dos nietos que pasan unos días en casa de sus abuelos sirve al director más polémico de la última década para pasárselo en grande. Y a nosotros también. Borrón y cuenta nueva, nada de estrellas universales con ansias de colocar a su descendiente en el firmamento. Nada de adaptaciones ajenas en las que colar algo de personalidad se antoja imposible. Jugar con lo mínimo, apostar sobre seguro y demostrar que el talento no se ha perdido por el camino, que aquello que parece anticuado y mil veces visto, en este caso el formato "found footage", se puede usar con maestría, que sí, que es posible conseguir crear poesía marca de la casa a través de la planificación (aparentemente) básica. En definitiva, que no deberíamos haber dado por perdido a Shyamalan.
Puede sonar a tópico pero la situación, la suya como cineasta y la nuestra como admiradores de su cine, era más que delicada. Y es que 'La visita' no hizo más que confirmar la sensación de que Shyamalan se había liberado de sus fantasmas y había recobrado la ilusión por contar historias sin estar tan pendiente de lo que digan los números de una taquilla en la que, por cierto, consiguió sus mejores cifras en unos cuantos años. Había ganas de recuperar a un director que nos había regalado tanto cine de altísimo nivel. Y estuvimos encantados de hacerlo.
'La joven del agua'
Somos pocos, pero valientes. Mucho. Porque aquí empezó todo. Las dudas, los golpes, las críticas negativas, los temores y las muecas de desconcierto. Es curioso que todo se origine gracias a la película más humilde, sencilla y tierna de la carrera de Shyamalan. Y la más bonita. Un cuento infantil que proporciona una recompensa de importante valor a todos aquellos que deciden entrar en el juego, aceptar las reglas y dejarse llevar guiados por la mano maestra de un director en permanente estado de gracia. Muchos se quedaron fuera de 'La joven del agua' y se entiende la decepción, especialmente a una altura del partido en la que Shyamalan estaba, sin lugar a dudas, en los primeros puestos de la liga de grandes directores contemporáneos.
El cambio de fondo, que no de forma, despista, impacta e, inevitablemente, pone contra las cuerdas a un espectador que asiste a un desfile de personajes cuya naturalidad y aspecto cotidiano terminan convertidos en épica aventurera. Un vecindario que sirve de inesperado mapa para una trama de magos, hadas y bestias nocturnas, de magia y terror, de intriga y romanticismo clásico. Un lugar en el que cabe la venganza menos sutil al gremio de críticos cinematográficos vista en el cine y una resolución plasmada en una caja de cereales. Literal. Una absoluta locura que, sin embargo, ofrece dosis de belleza visual de una delicadeza aplastante. Una joya. Una reivindicación necesaria.
'Múltiple'
Partiendo de la base más tradicional del thriller de secuestros, Shyamalan desarrolló en 'Múltiple' todas sus estrategias narrativas para plantear numerosos interrogantes, provocar las dudas y desconfianzas y, de nuevo, dar un (memorable) puñetazo sobre la mesa en el último suspiro. Hasta ese espectacular epílogo, que es ya uno de los grandes momentos de su trayectoria, Shyamalan deslumbra con una dirección y una puesta en escena tan inteligente como comedida, sobresaliente en su construcción de planos imposibles y sugerentes que funcionan como un reloj. Un estupendo trabajo que encuentra a su mejor cómplice en la interpretación protagonista de James McAvoy. Acompañado por una hipnótica Anya Taylor Joy, el actor ofrece un auténtico recital, controlando un personaje que parecía incontrolable, encontrando el equilibrio en medio del caos, entregando, en definitiva, una interpretación que es puro impacto.
Una química perfecta entre actor y director sobre el que se estructura una historia que, pese a la aparente sencillez de sus primeros pasos y la valentía temeraria de sus últimos compases, (re)define por completo su esencia en ese epílogo inolvidable. Por supuesto, no será aquí donde encontréis un análisis detallado del mismo, eso sería estropear la mejor de las sorpresas, pero conviene destacar, una vez más, el ejemplar control que el cineasta demuestra en todo momento. No, esa última escena no tiene nada de gratuito. Se trata, sencillamente, de la confirmación total de que Shyamalan ha recuperado por completo la seguridad en sí mismo.
'Señales'
Comienza a sonar la excelente banda sonora de James Newton Howard y ya estamos dentro. No se necesita más, ni menos. Pocas veces una música funciona de manera tan perfecta como narración paralela a lo que vemos en pantalla. La tensión insoportable, el estallido de furia, los nervios a flor de piel y la explosión interior y exterior. 'Señales' no tenía nada fácil mantener el listón que habían dejado 'El protegido' y 'El sexto sentido' y, efectivamente, no consiguió alcanzarlo pero, cuidado, eso no nos debe confundir, porque estamos ante una película magistral cuyas virtudes se siguen desvelando en cada nuevo visionado.
Usando un género tan manido como el de las invasiones extraterrestres, Shyamalan construye un nuevo relato sobre el terror en todas sus dimensiones sumando, en esta ocasión, la fe y el equilibrio familiar, la necesidad de superar traumas que creemos imposibles de olvidar y, por encima de todo, la redención total. No es poca cosa para una película que, de nuevo, tiene como mejor virtud la maestría de su director a la hora de crear escenas que nos hacen agarrarnos a la butaca y no soltarnos.
'El sexto sentido'
16 años. Ese es el tiempo que ha pasado desde que se estrenó 'El sexto sentido'. Hagamos un ejercicio mental, intentemos recordar las sensaciones con las que abandonamos la sala entonces. Si tuviste la suerte de disfrutar de ella sin saber absolutamente nada sobre su trama, estoy seguro de que las tendrás más que presentes. La razón es sencilla, pocas, poquísimas películas han conseguido marcar tanto a una generación como esta historia de fantasmas, matrimonios rotos e infancias truncadas.
El tiempo le ha otorgado a su histórico desenlace, el giro final de los giros finales, todo el mérito pero no debemos olvidar, porque la injusticia sería tremenda, la precisión milimétrica, el manejo del suspense y el equilibrio entre el drama y el terror más clásico que consigue su director a lo largo de poco más de cien minutos que pasan como un suspiro. Con lo mínimo, Shyamalan logró lo máximo: hacer historia. Una cima del género. Una película inolvidable. Desde el principio y hasta el final. Perdón, El Final.
'El bosque'
No es nada sencillo hacer del miedo una poesía. Suena complejo, ñoño y pedante pero, oye, cuando se consigue todo lo demás no importa. Si hablamos específicamente de estética, de forma por encima de fondo, 'El bosque' es el trabajo más redondo de Shyamalan. A lo largo de su carrera, ni antes ni después consiguió un acabado visual tan hipnótico, un mimo por el detalle tan deslumbrante, un conjunto de escenas tan bonitas. Y volvemos al azúcar. Si lo olvidamos, durante un momento, nos queda el esqueleto, la historia, la trama y, de nuevo, el misterio. Podemos quedarnos con él o, en un movimiento que requiere más intensidad aún, observar más allá y lanzarnos de lleno a la reflexión sociológica del miedo que ofrece Shyamalan, al retrato del ser humano como fuente inagotable de temores, una fábrica de escudos contra lo desconocido, contra la barbarie, contra el dolor. Todo ello vestido de intriga rural, de western marca John Ford, de terror marca Alfred Hitchcock y de drama romántico marca de la casa.
Todas las influencias de Shyamalan están presentes en una película que irradia poesía cinematográfica en cada una de sus escenas. Complicado, casi imposible, destacar una por encima de las demás. El primer ataque de los monstruos al pueblo, esa mano esperando en medio del silencio y, sí, ese desenlace inesperado, giro final nada gratuito que aporta la dimensión total a una película que, hasta ese punto, ya había conseguido el suficiente número de triunfos como para respirar tranquila. Ese epílogo, puro Shyamalan, condensa toda la esencia de una obra maestra que sirvió, también, para marcar la primera batalla entre el amor y el odio de un director que, por encima de todo lo demás, ofreció un recital de puesta en escena, pulso narrativo, resoluciones visuales y, volvemos, belleza. Versos en una historia que, en otras manos, habría caído en la prosa más vulgar.
'El protegido'
Cuando uno se sienta a ver una película con la firma de M. Night Shyamalan, siempre anda alerta por si alguna pista está cayendo por el camino, por si hay pequeñas migas de pan que nos lleven a encontrar la casa antes de que nos muestre la verdadera ruta, el destino más resplandeciente. 'El protegido', excelente película que se metía de cabeza en los dramas e inseguridades que habitan en la mente del superhéroe mucho antes de que Christopher Nolan pareciera inventarlo con su saga del hombre murciélago, llegaba después del fenómeno social y cinematográfico de 'El sexto sentido' como una declaración de intenciones. En esta ocasión, Shyamalan exigía más al espectador, apostaba por un ritmo mucho más lento e introspectivo, buscaba constantemente la poesía visual, la grandeza de las cosas más sencillas. Y lo conseguía. De paso, jugaba una vez más la última carta con toda la sabiduría del mundo.
Convirtiendo ese giro en epílogo, Shyamalan ofrecía la dimensión total de su mensaje, desvelaba todo el juego, conseguía épica a través de un apretón de manos, terminaba de dibujar definitivamente a sus dos personajes principales y dejaba surgir una emoción que solamente se intuía a lo largo del relato. La que para muchos, incluido el propio Shyamalan, es la mejor película de su filmografía, enseñaba que un giro final puede ser tan necesario para la historia como un prólogo o un hecho clave en su desarrollo. Las sorpresas no son siempre gratuitas. Y en esta obra maestra queda más que claro. Un clásico contemporáneo. Una de las mejores películas de lo que llevamos de siglo. Un universo propio que, sin nosotros si quiera intuirlo, nacía de la manera más excepcional posible.