Hay humo, vasos medio llenos, miradas furtivas, dudas, tensión y silencios que atesoran misterios indescifrables. La partida va llegando a su fin y es hora de poner las cartas sobre la mesa. Una mujer asegura que necesita más fondos cuando, de repente, se escucha una voz: "Admiro su valor, señorita...". Ella responde mientras firma un nuevo cheque que le permita seguir jugando hasta que, con una mirada capaz de unificar atracción, deseo y curiosidad, le pregunta: "Y yo admiro su suerte, señor...".
Él enciende un cigarrillo con calma, consciente de estar al mando de la situación, antes de desvelar su identidad: "Bond. James Bond". De fondo suenan las notas de la inolvidable banda sonora firmada por Monty Norman y orquestada, como mínimo, por John Barry, pero nada de eso importa porque, con la ayuda de un gesto tan sencillo como memorable, una estrella explotaba ante el público. Corría el año 1962 cuando Sean Connery no necesitó más que un plano para convertirse en el mejor 007 de la historia del cine y dar el primer golpe sobre la mesa de una trayectoria profesional en la que se acumulan los clásicos inoxidables.
Retirado desde el año 2005 tras 'La liga de los hombres extraordinarios', un traspiés artístico tan traumático y doloroso que le empujó definitivamente a abandonar su oficio, Connery nos ha dicho adió a los 90 años provocando uno de esos aluviones de respeto, cariño, admiración e incluso polémica que solamente consiguen las auténticas leyendas. Porque se podrán decir muchas cosas del intérprete escocés, pero poca discusión cabe a la hora de definirle como uno de los últimos grandes representantes del Hollywood más reconocible y brillante, aquel capaz de cautivar a millones de espectadores y espectadoras durante décadas, creando así generaciones y generaciones enamoradas de una pantalla siempre engrandecida por la presencia de Connery.
Y es que hablamos de uno de esos actores que justificaban con creces el precio de una entrada, apuesta segura a la hora de decidir sentarse en una butaca y dejarse llevar por una historia, conscientes de que, si Connery formaba parte, merecería la pena. Y todavía lo sigue haciendo.
No importa las veces que uno haya disfrutado de sus mejores trabajos, sigue resultando imposible resistirse a la grandeza de propuestas tan maravillosas como 'Indiana Jones y la Última Cruzada', 'La caza del Octubre Rojo', 'La Roca', 'Los intocables de Eliot Ness', 'El hombre que pudo reinar', 'Robin y Marian', 'El nombre de la rosa', 'El viento y el león', 'La colina de los hombres perdidos', 'Marnie, la ladrona' o ese quinteto de oro de la primera etapa Bond que forman la citada 'Agente 007 contra el Dr. No', 'Desde Rusia con amor', 'James Bond contra Goldfinger', 'Operación Trueno' y 'Sólo se vive dos veces'. Y nos dejamos muchas otras cintas impresionantes en el tintero, demostración de contundente firmeza a la hora de celebrar un legado a la altura de muy pocos.
La presencia. La elegancia. El talento. El carisma. La genialidad. Todo estaba ahí desde el primer momento en el que Sean Connery apareció ante nuestros ojos dispuesto a pasar a formar parte de la historia del séptimo arte. Y todos esos elementos no solamente se mantuvieron con el paso del tiempo sino que, con el paso inevitable de los calendarios, fueron creciendo y asentándose hasta convertirse en un modelo de actor inimitable. Porque no hubo nunca otro intérprete como Sean Connery y, teniendo en cuenta el presente y un futuro repleto de incertidumbre, cuesta imaginar que lo vaya a haber.
Con Sean Connery reímos y lloramos, vibramos y nos enternecimos, nos enamoramos y nos sorprendimos, sufrimos y nos divertimos, quisimos ser un agente secreto, salir en busca de aventuras, pelear por encontrar el Santo Grial, abrazar al amor de nuestra vida hasta el último suspiro, investigar crímenes de sangre y tinta, escapar de una prisión de la forma más explosiva posible, en definitiva, ser otras personas, sumergirnos en otras historias, soñar otros sueños, imaginar un mundo distinto que siempre era mejor porque él estaba allí. El cine ha perdido a una de sus estrellas más deslumbrantes, pero nos quedan decenas de interpretaciones y películas que nos acompañarán toda una vida. Esa que nos alegró desde el otro lado de una pantalla que ya llora su ausencia.
Connery. Sean Connery.