Me es inevitable comenzar una crítica de 'Shame' sin mencionar la interpretación de Michael Fassbender. Y es que la mayoría de los afortunados que ya la hemos visto coincidimos, no se puede concebir la película si su presencia, Fassbender se hace con el personaje, este adicto al sexo que responde al nombre de Brandon. Desde ese plano inicial, impactante, tumbado en la cama, éste nos atrapa, para no soltarnos, para sentir toda su "vergüenza" durante unos escalofriantes 90 minutos.
Es sorprendente que este magnífico trabajo (probablemente el mejor del año) no haya sido recompensado ni siquiera con una nominación al Oscar. De la película, ya no hablamos, es harina de otro costal. Una cinta magnífica, subversiva, incómoda; un relato nada complaciente de la adicción, la obsesión, la enfermedad. Demasiado polémica para la "intachable" visión norteamérica. Es demostrativo el hecho de que a pesar de no contener escenas explícitas más allá de la media, lo habitual en el género, haya recibido la calificación por edades más agresiva en su exhibición en Estados Unidos (la NC-17). Y es que 'Shame' quizá no sea una película brutalmente explícita a nivel de imágenes, pero si a nivel sensorial, en lo que transmite. Sugiere, no enseña, pero el impacto es mucho mayor.
La adicción como enfermedad
Y es que como comentaba, sentimos la angustia de Brandon durante toda la película, lo pasamos mal, e incluso una vez acabada la película te cuesta escapar de esta sensación. Un adicto al sexo hasta niveles insospechados, que no puede vivir sin él, hasta el punto de comerle la vida, y destrozársela. No necesitamos demasiados detalles al respecto del personaje, aunque la película va poniendo piedrecitas sobres sus actos a medida que avanza, porque desde el primer fotograma ya vemos cómo es: verlo masturbarse compulsivamente, practicando el sexo desenfrenado con prostitutas o en encuentros casuales, servicios de cibersexo... sólo son la confirmación de lo que ya intuíamos.
Poco a poco vamos enlazando las conexiones, buscando el porqué a sus actos. Y el eslabón en la cadena es su hermana Sissy, maravillosamente interpretada por Carey Mulligan. Sus apariciones a lo mejor en cuanto a metraje no son demasiadas, pero su presencia se nota en Brandon. Lo verdaderamente jugoso es conocerlo a fondo, más allá de sus acciones, y para ello es imprescindible Sissy. Nos damos cuenta que verdaderamente no son tan diferentes, ambos se sienten muy solos, buscan el amor, solo que cada uno lo busca, lo intenta (o no) de diferente manera. Una relacción que por momentos se acerca a lo incestuoso de forma enfermiza, aunque no lo veamos, todo es demasiado sútil.
La búsqueda de la idendidad, la soledad, las relaciones, el amor... son temas inherentes, claves en la película. Y si la trastornada Sissy se deja llevar por las emociones, lo vive, se acuesta con uno y se aferra a él, incapaz de soltarlo, Brandon lo vive también, pero de otra manera. Él también desea una relación, ser alguien normal, dejar de ser un enfermo. Y realmente lo va a intentar, así vemos como intenta estrechar lazos con una compañera de trabajo y dejar su historial de prostitutas y rollos de una noche, pero su adicción es algo que va con él y no puede abandonar. Esclarecedor que no pueda realizar ni siquiera el acto sexual con la chica con la que intenta construir una relación pero sí las fantasías más perras que estaba imaginando con la primera que acaba de encontrar.
Steve McQueen, un director que impacta
Al igual que ocurría con la anterior película de Steve McQueen, la tremendamente reivindicable 'Hunger', film con el que Fassbender se dio a conocer como un preso del IRA que afronta una huelga de hambre hasta las últimas consecuencias, todo es brutal en 'Shame'. Si en 'Hunger' sentíamos las palizas, la violencia, el asco, la suciedad (incluso podíamos oler la mugre de las paredes de las celdas), aquí no escapamos de ello. Vivimos los orgasmos de Brandon, asqueantes, llenos de desesperación, la angustia del personaje, y eso que insisto, en esta ocasión se sugiere más que se muestra. Pero es una cinta que inevitablemente provoca, que es dura de ver; una hora y media increíblemente intensa, y puede que no pudieramos soportar más metraje. McQueen (no confundir con el que fuera actor) una vez más se toma su tiempo para cada escena, algo que no decae en una película pesada, al contrario, es necesario para aliviarnos un poco de tanta tensión, si podemos.
Me quiero quedar con un par de escenas de la película, entre muchas otras, no por trascendentales, pero que me resultan icónicas, mágicas, o simplemente cine: Carey Mulligan cantando de forma maravillosa el 'New York, New York' en una larguísima secuencia de unos cinco minutos (con solo primeros planos a Brandon y Sissy como si fueran las únicas personas del local); y Brandon saciando su frustración, su rabia, su desesperación, en una larga carrera por las calles de Nueva York. Ambas escenas son cine con mayúsculas. Aunque es algo que se puede sentir en cada uno de sus fotogramas, para explotar todo en un espectacular clímax, símbolo de la caída al abismo de los protagonistas, su desbordamiento, y que no podía ser menos en un documento como este. 'Shame' es una película que hay que ver, y que se sitúa como de lo mejorcito que ha parido la cartelera de los últimos meses.