Hace unos años Henry Bean saltó a la palestra de la dirección con 'The believer', film protagonizado por un entonces desconocido Ryan Gosling que obtuvo cierta repercusión internacional gracias, en buena medida, a su buena acogida en Sundance.
Ahora, cerca de una década después, el cineasta y guionista estadounidense regresa a nuestras pantallas con un título completamente antagónico al drama existencial de aquel neo-nazi judío, pero cuyo común denominador, al menos sus propias palabras, resulta ser la obsesión.
Por su parte, 'Sobrepasando el límite', fiel traducción del original 'Noise', retrata con un abierto tono de comedia y elementos autoreferenciales la historia del rectificador, justiciero para algunos, vándalo para otros, que se dedica a descacharrar toda propiedad, ya sea pública o privada, cuya acústica afecte a los vecinos del centro de Nueva York. Solvente fusión de parodia de títulos como 'Un día de furia' o, por qué no, 'El club de la lucha', y denuncia social con tintes de filosofía Hegeliana a partes iguales, 'Sobrepasando el límite' resulta ser un más que recomendable título, eso sí, tan indescriptible como irregular.
Con el sonido como protagonista omnisciente, el segundo largometraje de Henry Bean denuncia a través de un elemento particular todos los males endémicos de la sociedad moderna y cosmopolita, reivindicando la acción aislada liderada por un Tim Robbins -como casi siempre- solvente como medio de rebelión. De este modo, la obsesión que llevará al personaje de David Owen a perder a su familia y convertirse en el Rectificador terminará por resultar justificada y compartida, tornando hábilmente la locura y la obcecación en una suerte de justicia poética urbanita.
En resumen, 'Sobrepasando el límite' resulta ser un film entretenido aunque algo irregular, no rítmicamente, sino como consecuencia de una constante y algo arbitraria mutabilidad de género.