Las diversas tecnologías alrededor de la galaxia son uno de los factores más impresionantes de 'Star Wars'. Sin embargo, los medios con los que el equipo del 'Episodio IX' se comunica distan mucho de ese nivel de avance: antiguos teléfonos móviles de Nokia han sustituido a los smartphones en la filmación de la tercera parte de la trilogía. El motivo: evitar cualquier filtración de lo que en ella podremos ver.
#OldSchool ~ #Crew ~ #IX pic.twitter.com/pg4OVNq5Q8
? Vic Mahoney (@VictoriaMahoney) July 26, 2018
"#ViejaEscuela - #Equipo - #IX"
Así lo ha revelado en Twitter Vic Mahoney, directora de segunda unidad de la película. Mahoney, la primera mujer negra con un rol de importancia en un rodaje de la saga, no da demasiados detalles en su tuit además de enseñar un Nokia 3310 (toda una reliquia). Pero si algo nos han enseñado las series de espionaje es que la función de este tipo de dispositivos es aportar la mayor privacidad posible.
Objetivo: no mostrar el lado oscuro de un rodaje
Cualquier previsión es poca para evitar filtraciones acerca de incidentes del rodaje o spoilers de cara al 'Episodio IX', en el que están puestas todas las miradas tras la 'guerra' abierta por la arriesgada 'Los últimos Jedi'.
Tras la salida de Colin Trevorrow, J.J. Abrams se hace cargo de la dirección en la conclusión de la trilogía, de la que aún desconocemos el título oficial. 'Star Wars: Episodio IX' llegará a los cines el 20 de diciembre de 2019, y parece que lo hará guardándose todos sus secretos. La fuerza de los Nokia.
Las claves del cine de J.J. Abrams
Nostalgia
Mirar al pasado es uno de los ejercicios más presentes en la obra de Abrams. No consiste en observar y quedarse embobado con los triunfos del ayer, sino adaptarlos a las posibilidades del presente, intentar que el espectador conecte con su niño interior, fascinado ante el aluvión de cine que le cae encima. Muchas veces, especialmente en los últimos años, se le ha etiquetado como mero transmisor de esencias clásicas, un renovador alejado de la innovación, una fotocopiadora sin mayor interés que repetir paso por paso triunfos ajenos. Sin embargo, en cada una de sus películas encontramos una honesta y sincera demostración de amor a las películas que marcaron su educación cinematográfica.
Por poner el ejemplo más evidente, Abrams rindió con 'Super 8' uno de los homenajes más maravillosos jamás realizados al legado Amblin y a la figura de Spielberg. Injustamente tratada por todos aquellos que, curiosamente, esperaban un nuevo 'E.T.' o 'Los Goonies', el director compuso una sinfonía de entretenimiento perfectamente medido, de ritmo impecable, con el mejor conjunto de actores infantiles vistos en mucho tiempo y con un manejo del género deslumbrante. Una carta de amor al cine con el que creció y del que aprendió. Un agradecimiento en modo de película. ¿Nostalgia? Claro, pero bien entendida.
Permanente resurrección
En 2009, no se puede decir que la saga de 'Star Trek' estuviera, precisamente, en su mejor momento. Por supuesto, todavía quedaban auténticos fanáticos que la defendían como la obra de entretenimiento definitiva, pero la mayoría del público la recordaba levemente o, simplemente, se había olvidado de ella. Ante la duda de si había alguien con capacidad para resucitar la Enterprise, surgió un nombre: J.J. Abrams. Y funcionó mucho más de lo que se podía esperar.
La mayoría de trekkies salivaron con el lavado de cara que el cineasta le dio a la saga mientras que el resto de público, entre los que me incluyo, se encontraron con una de las cintas de aventuras más redondas de los últimos años. Cuatro años más tarde, el director repitió triunfo con 'Star Trek: En la oscuridad', pese a que el resultado final no terminó de dejarle satisfecho. La autocrítica está bien, pero Abrams puede estar más que satisfecho con sus dos parques de atracciones interestelares que funcionan como un reloj suizo, festivales de acción trepidante y espectáculo para TODO tipo de público, sea o no fan de la franquicia. Visto lo visto, el teléfono volvió a sonar y una voz al otro lado le ofreció cambiar a Spock por Han Solo. Un reto más grande y más peligroso. Abrams no dudó.
Despertando a la fuerza
Hay propuestas que marcan una carrera. Puede que una vida. Y la oportunidad que se le puso encima de la mesa a J.J. Abrams a la hora de dirigir 'Star Wars: El despertar de la fuerza', es una de ellas. Sin lugar a dudas. Realizando un ejercicio algo pretencioso, nos metemos en la mente de cualquier director y la respuesta más evidente es SÍ, SÍ, SÍ. Pero hay que pensar en las consecuencias. Incluso para el creador absoluto de una de las obras esenciales del entretenimiento cinematográfico, George Lucas, su última trilogía, es decir, los episodios I, II Y III, han terminado siendo una losa más que pesada. Pero Abrams tenía la clave para que todo funcionara. Tocar lo justo, regresar a la esencia y proponer un viaje en el que todos, los que conocen todos y cada uno de los personajes de la saga y aquellos que veían por primera vez esos títulos de crédito perdiéndose en el espacio, se aseguraran un viaje inolvidable. Y lo consiguió.
Muchos se han encargado de criticar a esta nueva entrega basándose en su naturaleza de remake encubierto, algo que, pese a la evidencia de sus múltiples homenajes a la trilogía inicial, no deja de ser un argumento algo superficial. Abrams, tipo inteligente, regresa a los orígenes para dar forma a un artefacto de entretenimiento perfecto, empeñado en recuperar lo que hizo grande a los primeros capítulos de la saga. Los héroes inesperados, el misterio alrededor de un villano que es todo carisma, los golpes de humor, responsabilidad directa de los personajes secundarios, y por encima de todo, la capacidad de capturar el sentido de la aventura y la maravilla. Algo más de dos horas que pasan en un suspiro, convertidas en una atracción cinematográfica en la que el fan de toda la vida sentirá que ha regresado a casa, mientras que las nuevas generaciones encontrarán más de decena de excusas para interesarse por el legado galáctico. Una película que era un truco a vida o muerte. Salió la primera.
Misterios Abrams
Bad Robot, la productora que dirige J.J. Abrams, fundada en 1998, es una de las mayores factorías de blockbusters de los últimos años. A las últimas entregas de las sagas de 'Star Trek', 'Star Wars' o 'Misión Imposible', franquicia que el director se encargó de revitalizar con una estupenda tercera entrega, hay que sumarles productos televisivos que cambiaron la historia de la pequeña pantalla. Con 'Perdidos' a la cabeza, no podemos olvidarnos de 'Alias' o 'Fringe', dos propuestas que conviene reivindicar con insistencia. Propuestas distintas entre sí que, más allá de su formato, encontraban en el misterio su punto de encuentro esencial. Porque nadie maneja mejor las expectativas que Abrams y los suyos. Sus campañas de marketing, siempre efectivas, consiguen captar el interés del espectador a través de una fórmula tan sencilla como la de enseñar lo mínimo e intentar que todas las sorpresas se desvelen cuando uno esté sentado en la butaca o en su sofá.
El ejemplo más significativo lo encontramos en 'Monstruoso', cuya campaña de promoción supuso toda una revolución viral que tuvo como principal consecuencia una taquilla mucho más abultada de lo esperada. Una respuesta mucho más meritoria que la del resto de sus compañeras de productora, ya que en esta ocasión no había una gran saga detrás. Una situación que se ha repetido este año con el estreno de su secuela 'Calle Colverfield 10', otra espléndida cinta de ciencia ficción e intriga incesante. Al igual que la inmensa mayoría de propuestas que nos llegan a través de Bad Robot, todo era novedad, misterio y cuestiones por resolver. Tres efectos que llevaron a millones de espectadores a la sala de cine para dar respuestas a sus incógnitas. Y sí, ya lo sé, muchas veces esa ha sido la cruz de Abrams, no aportar todas las respuestas o que las que se nos den no sean del todo satisfactorias. Pero ese es el juego que aceptamos, con sus consecuencias.
Giacchino
Si hablamos de elementos comunes en toda la obra de J.J. Abrams, uno de los más especiales y positivos es el de la participación de Michael Giacchino como responsable de todas las bandas sonoras de sus películas, exceptuando la última entrega galáctica. John Williams es John Williams. Pero, salvo esa infidelidad justificada, el compositor estadounidense ha demostrado entender a la perfección las distintas propuestas del director, acompañando sus imágenes con alguna de las bandas sonoras más deslumbrantes de los últimos años. Porque, volviendo a los paralelismos más evidentes entre Abrams y Spielberg, Giacchino se ha convertido en el auténtico heredero de Williams, un autor capaz de mezclar el espectáculo y la sensibilidad de la manera más artesanal posible.
La épica a través de la sencillez. Parece sencillo, pero no lo es. Es muy complicado, por no decir imposible, abandonar una sala de cine después de haber visto una película de Abrams sin tararear alguna de las composiciones de Giacchino. Una capacidad innata para emocionar al espectador, fundirse en las imágenes, aparecer sin subrayar, recalcar la sensibilidad sin recargar ni manipular. Una unión que encontró su cima en 'Super 8', el mejor trabajo conjunto hasta la fecha de dos artistas que, observándose en el espejo de dos gigantes, continúan disfrutando de su amistad en una permanente búsqueda por la belleza.
Acero azul
Ok, no se puede escribir un especial sobre las claves del cine de J.J. Abrams sin mencionar sus destellos de lente. En palabras del director: "Sé que fastidio mucho con eso. Pero hay veces cuando estoy trabajando en una toma que pienso: 'Oh, esto molaría tanto con un destello de lente. Pero estaba enseñándole a mi mujer un corte inicial de 'Star Trek: En la oscuridad' y había una escena donde ella dijo literalmente algo así como: 'No puedo ver lo que está pasando, simplemente no entiendo lo que es'. Y entonces yo pensé: 'Sí, se me ha ido la cabeza con esto. Asumir que eres un adicto es el primer paso para la rehabilitación'.
Viendo 'Star Wars: El despertar de la Fuerza', hemos comprobado que su enfermedad está mucho más controlada. En cualquier caso, no lo dudéis, si un día veis una película con esta factura visual, estará dirigida por J.J. Abrams. O por un impostor.
Hacer fácil lo difícil
¿A qué me refiero cuando hablo de hacer que parezca fácil lo que no es? A tener atrapado al espectador sin opción al más mínimo despiste o bostezo, rendir homenaje a sus influencias y a su propia obra, construir un artefacto cinematográfico que lleve al éxtasis de manera clásica y, al mismo tiempo, profundamente contemporánea. Por que, tomar caviar en un restaurante cinco estrellas siempre estará más valorado que devorar un helado en un parque de atracciones, pero, a veces, se pasa mejor en el segundo de los casos. Y no son pocas las ocasiones en las que a Abrams le ha tocado bailar con la más fea, teniendo que hacer el trabajo sucio para que otros se encontraran el escenario en perfectas condiciones. Y lo ha hecho con dignidad, inteligencia y altísimas dosis de talento.
Por cerrar el círculo en el que se ha basado este especial a la hora de analizar las claves de su cine, diremos que a Abrams todavía le falta mucho para ser Spielberg. Pero también diremos que, muchas veces, parece que el alumno se acerca peligrosamente al Maestro. Y no tengamos miedo a admitirlo, después de todo, no es más que una gran noticia. Pocos, muy pocos cineastas en el Hollywood actual facturan gran cine de entretenimiento como lo hace Abrams. Gran cine de espectáculo. Gran cine, a secas.