Hace ya mes y medio que salió a la luz el tráiler de 'Stonewall', la película sobre el momento más importante de la historia del movimiento LGBT. Dirigida por Roland Emmerich, el director de 'Independence Day' y 'El día de mañana', y protagonizada por Jeremy Irvine ('War Horse (Caballo de batalla)'), el avance despertó instantáneamente críticas desde la parte más comprometida del público por haber centrado la revolución LGBT que empezó en Nueva York a finales de los años 60 en un hombre blanco.
Hollywood lo volvía a hacer: ensalzar al prototipo masculino caucásico como héroe de la historia, incluso cuando las revueltas que cuenta la película fueron célebremente impulsadas y protagonizadas por una variedad de transexuales y travestis de diferentes razas, además de mujeres lesbianas y todo tipo de hombres que no encajan en esa imagen de chico guapo y fuerte que es Jeremy Irvine. Lo que viene siendo el colectivo LGBT.
A Emmerich se le presupone una buena intención, ya no solo porque es abiertamente homosexual y habrá querido contar la historia con respeto y gratitud a las personas responsables de este movimiento social que le afecta directamente, sino porque, según ha contado el propio director alemán, fue su trabajo en una ONG de ayuda a jóvenes sin hogar lo que le inspiró a contar esta historia. Como el personaje interpretado por Irvine, muchos de los jóvenes a los que atendía la organización eran homosexuales que habían abandonado las casas de sus padres tras haber salido del armario.
De alguna manera, Roland, intentando defender su criatura, se metió en terreno aún más pantanoso. En una entrevista a Buzzfeed, el director de '2012' explicó que "no he hecho esta película solo para el colectivo gay, también para el público heterosexual". Y precisamente para tal fin, le pareció que la figura de Danny, el personaje de Irvine, allanaba el camino: "En las proyecciones de prueba, el público heterosexual aceptaba fácilmente a Danny, porque tiene apariencia y comportamiento hetero". Es decir, que, en el mundo de Emmerich, el gran público solo se sentirá cómodo viendo una película sobre el movimiento LGBT si su protagonista no parece gay.
Lo cierto es que, probablemente, el mundo de Emmerich sea el mundo real. En un 2015 en el que películas como 'Selma' y 'Straight Outta Compton', junto a series como 'Empire' y 'How to Get Away With Murder', han subrayado la necesaria vuelta de un movimiento reivindicativo en pos de la igualdad racial en EEUU, parece que la sociedad está menos acostumbrada a la diversidad de lo que llevábamos décadas asegurándonos.
Hollywood, además, está empezando a darle visibilidad a los transexuales (gracias a ese icono tan repentino como contradictorio que es Caitlyn Jenner) y a las lesbianas ('Orange Is the New Black' es un milagro hecho serie de televisión). Pero, aunque parece que en los sofás y butacas del mundo hay tolerancia y empatía, en las calles sigue habiendo violencia y discriminación. Por eso, 'Stonewall' parecía necesaria y oportuna. Y por esto mismo, es una pena que la película de Roland Emmerich no esté a la altura, según las críticas que llegan de Toronto.
Un desastre de película
Que no esté a la altura es, en realidad, un eufemismo, si echamos un vistazo simplemente a los titulares. En Gawker, Rich Juzwiak firmaba que "No hay suficientes ladrillos en el mundo para tirarle a 'Stonewall'", mientras que en Vanity Fair Richard Lawson afirmaba que es "terriblemente ofensiva, y ofensivamente terrible". Henry Barnes metía el dedo en la llaga en The Guardian: "¡Hay una revuelta en marcha! Qué pena que Roland Emmerich se la haya perdido" mientras que Ignatiy Vishnevetsky en A.V. Club culpaba a la película de representar mal un momento que definió una era.
Parece que Roland Emmerich, acostumbrado a hacer películas sobre desastres, ha hecho un desastre de película. En España no podremos comprobarlo hasta que alguna distribuidora decida traerla, y, sinceramente, estoy deseando poder echarle un vistazo para comprobar por mí mismo la magnitud de la catástrofe.
Pero, ¿qué esperábamos? El director de '10.000' no parecía la persona adecuada para llevar a la gran pantalla esta historia, incluso cuando parece haberse centrado en un relato de madurez centrado en el personaje de Irvine, más que en el retrato de un momento importantísimo para los derechos civiles. Emmerich estaba en el derecho de hacer esto, aunque ni siquiera tal propuesta le haya salido bien.