'Stranger Things' ha desafiado todas las expectativas con su cuarta temporada. Cuando parecía que la serie de los hermanos Duffer empezaba a estancarse, con una tercera temporada entretenida pero poco memorable, de pronto la serie regresaba más oscura, más adulta y más emotiva que nunca. Matt y Ross Duffer supieron aprovechar el tiempo de descanso obligados por la pandemia y el estirón de gran parte de sus protagonistas para dejar que la serie creciera con ellos. Los siete primeros episodios les han puesto contra las cuerdas, les han enfrentado a sus mayores miedos y les han dividido. Y eso era solo el principio.
El Volumen 2 de la serie bastión de Netflix está compuesto por dos capítulos con duración de película (uno de ellos, de película larga además) en los que tienen que lidiar sobre todo con las consecuencias de los recuerdos desbloqueados por Once (Millie Bobby Brown): Vecna es en realidad Uno (Jamie Campbell Bower), el primer sujeto de pruebas del doctor Brenner (Matthew Modine), desterrado a otra dimensión por Once en un alarde gigantesco de potencial. Nancy (Natalia Dyer) también ha visto esos recuerdos porque Vecna quiere que sepa que nada le va a detener en su plan para conquistar nuestra dimensión, así que inicia un concienzudo plan, acompañada por Steve (Joe Keery), Max (Sadie Sink) y los demás para acabar con él antes de que éste acabe con Hawkins. Once, de nuevo con sus poderes, también buscará la manera de volver para ayudarles, mientras que Hopper (David Harbour) y Joyce (Winona Ryder) tienen que escapar de la prisión rusa en la que encontraron al sheriff.
Aunque la hayamos recibido por fascículos, la temporada entera mantiene una cohesión en tono y ritmo, por mucho que sea un final de temporada. Obviamente el clímax es todo lo intenso que cabía esperar, y que deja bien clarito que se acerca el gran desenlace con la quinta temporada, pero los Duffer no han querido romper el momentum que han ido construyendo a lo largo de los capítulos anteriores. Sí aprovechan para arreglar algo de lo que adolecía la temporada hasta ahora: arreglar las descompensaciones entre personajes. La cuarta temporada se despide escribiendo una carta de amor a prácticamente todos los protagonistas de la serie, dándoles su momento para brillar, y a nosotros nuevas razones para quererlos un poquito más.
El octavo capítulo, 'Papa', busca esa calma que precede a la tempestad, dejando respirar a todos los personajes y, sobre todo, permitiéndoles reflexionar. Es un episodio de conversaciones y de sentimientos, de desarrollar esas tramas que se han ido cocinando a fuego lento desde hacía tiempo. Se nota muchísimo que Matt y Ross Duffer quieren un montón a cada uno de los chicos y chicas que forman este numeroso elenco. Y que aunque la temporada ha tenido sus claras protagonistas, no se han olvidado de Mike (Finn Wolfhard), con el que siguen rompiendo los tópicos del protagonista masculino y le buscan la brújula que él creía que no tenía, tampoco de Will (Noah Schnapp), para el que tenían guardadas algunas de las mejores escenas de la temporada, Lucas (Caleb McLaughlin), que tiene por fin momentos para lucirse en estos dos capítulos, o Dustin (Gaten Matarazzo), que demuestra que es muchísimo más que el alivio cómico. Hasta Jonathan (Charlie Heaton) tiene una escena que seguro le hará ganar muchísimos puntos entre los fans, y que corona una de las tramas más complicadas de llevar por las circunstancias de la serie, convirtiéndola en un auténtico referente en el que deberían fijarse otras. Compensa por completo toda la parte de California (más allá de Once).
Once, Nancy, Max
Pero la temporada ha sido absolutamente sobre ellas. 'Stranger Things' nos ha dado un montón de respuestas sobre Once, el doctor Brenner y el Upside Down, y aunque el personaje de Millie Bobby Brown quizás no ha contado con la mayor evolución de la temporada en esta ocasión, la actriz ha aprovechado cada momento que ha podido para recordarnos por qué tuvimos claro en la primera temporada que había nacido una estrella. Natalia Dyer ha explotado por completo con esta Nancy lideresa, tan Ripley que estoy seguro que su peinado en los últimos capítulos no es para nada casual. Su evolución en la serie ha sido totalmente satisfactoria, aunque Steve haya querido eclipsarla en más de una ocasión. Pero Max. Simplemente Max. Todo lo que ha hecho Sadie Sink esta temporada debería suponerle una lluvia de premios y que el teléfono de su representante esté ardiendo. Aunque ya desde el guion este cambio de adolescente irritada, derrotista y en duelo a una heroína capaz de plantar cara a sus mayores temores está fantásticamente escrito, sin el poder de Sink para conectar con el espectador y romperle en mil pedazos no habría funcionado tan bien como lo hace. La actriz vuelve a dejar con la boca abierta con escenas dignas del nivel del fantástico cuarto episodio, cúspide de la temporada. Se ha entregado en cuerpo y alma a Max, la serie le ha correspondido con una de las mejores tramas de todo el recorrido.
Es una pena que la parte de Rusia jamás llegue a... despegar, por mucha Katinka que valga. Resulta bastante curioso cómo los Duffer han conseguido sacar lo mejor de los personajes más jóvenes y no han sabido qué hacer con talentos como los de Winona Ryder o David Harbour. Tampoco es que de ese lado nos hayan llegado un montón de respuestas para justificar su existencia. Es particularmente frustrante ver a Joyce, quien fue uno de los pilares de la primera temporada, convertida simplemente en una sombra sin mucho que hacer más allá de salvar a Hopper. Ni siquiera el guion ha acompañado, con chistes casposos y personajes bastante cargantes que han lastrado bastante la duración de muchos de los capítulos. Demos gracias por el par de escenas en las que les permiten, al menos, ponerse un poco sentimentales.
El gran final de esta temporada de 'Stranger Things' sabe incidir en ese "gran" sin perder de vista la escala de la serie, siendo consciente de que es 'Los Goonies' y no 'El Señor de los Anillos'. Además de ese componente aventurero que sigue siendo clave para el éxito de la serie, y de un clímax con un ritmo tan medido como las campanadas del reloj de la mansión Creel, todo sigue envuelto en ese halo de terrorcillo que lo hace más tenso y claustrofóbico, que deja todo el rato pensando que, de verdad, todo puede ocurrir. Quizás los Duffer han acabado pecando un poco de cobardía después de lo mucho que han cebado estos dos últimos capítulos, pero al noveno episodio no le falta de nada. Hay presión, hay sorpresas, hay más respuestas, hay camaradería, hay amor, hay mucha actitud, hay sufrimiento y hay pérdida. La serie tiene tiempo (lógico, tiene dos horas y media) para seguir desarrollando personajes y para darnos dinámicas auténticamente deliciosas, como ese rollo hermano mayor-hermano pequeño que tienen Dustin y Eddie (Joseph Quinn). Hasta encuentran otro momento más para que Kate Bush vuelva a lucirse en la banda sonora. El dinero de Netflix, de nuevo, se nota en cada escena, aunque por supuesto el Upside Down tenga sus momentillos de pantalla verde bastante descarados.
La cuarta temporada termina, además, poniendo las primeras piezas de cara a una quinta temporada que será, por lo que vemos, bastante diferente a todo lo que ha habido hasta ahora, sobre todo en escala. Todavía quedan muchas preguntas acerca del Upside Down. Y si en esta tanda de capítulos los protagonistas iniciales han tenido un protagonismo menor, todo apunta a que lo que empezó con ellos terminará con ellos. Los Duffer se han puesto un listón altísimo para terminar la serie, que sigue siendo de lo mejor que ha nos ha dado Netflix. Estos nueve capítulos han sido capaces de renovar el interés por Hawkins y el Mundo del Revés, de hacer evolucionar a los personajes como nunca, y de convertirse en una aventura de terror para la que no existen límites. Ni de duración, ni de ambición, ni de nada. Y todo sin perder nunca de vista el principal objetivo: atraparnos y entretenernos.
Todos los episodios de la cuarta temporada de 'Stranger Things' ya están disponibles en Netflix.
Nota (episodios 8 y 9): 8
Lo mejor: La futura ganadora del Emmy Sadie Sink. La jefaza en la que se ha convertido Nancy. El cariño por cada personaje. Will y Jonathan me han hecho llorar. El clímax intenso y lleno de sentimiento.
Lo peor: La trama de Rusia. El humor de la trama de Rusia. El desaprovechamiento de Winona Ryder. Una ligera cobardía en los momentos finales.