Hay celebridades de Hollywood cuyos títulos icónicos pueden extenderse durante varias décadas. Cate Blanchett y Robert De Niro, Kate Winslet y Leonardo DiCaprio, por citar cuatro ejemplos, dan muestra de ello. Otras han divisado el estrellato gracias a un único personaje mítico que hoy en día sigue constituyendo, en vida o muerte, el motivo de su recuerdo.
A nadie se le escapará que Christopher Reeve, superhombre cinematográfico por motivos obvios, pertenece a este segundo grupo. Tanto que Ian Bonhôte y Peter Ettedgui, anteriormente responsables de las también documentales 'McQueen', centrada en el modisto británico, y 'La extraordinaria historia de los Juegos Paralímpicos', producto para Netflix donde la diversidad funcional ya era un elemento central, han considerado que el neoyorquino no solo fue un superhéroe a las órdenes de Richard Donner, Richard Lester y Sidney J. Furie, sino también a partir del 27 de mayo de 1995, fecha en la que, tras una caída practicando equitación, se seccionó la médula espinal.
Para ello han contado con numeroso material de archivo, sustentado principalmente en fotografías, videos, entrevistas y apariciones públicas que el intérprete hizo a lo largo de su carrera. Tampoco faltan testimonios de sus familiares más cercanos (son bastante frecuentes las intervenciones de sus tres descendientes) y otras figuras destacadas del mundo del cine con las que Reeve compartió amistad. Sobre el papel, la presencia de Glenn Close, Jeff Daniels o Susan Sarandon debería volver más atractiva la cinta, y aunque inicialmente parece conseguirlo (el magnetismo exhibido por el trío es indudable), también es cierto que el asunto comienza a carecer de interés cuando su única finalidad pasa por contar alguna anécdota y, sobre todo, rendirse ante el homenajeado.
La mayoría de afirmaciones en torno al Hombre de Acero original, incluidos los pasajes más polémicos (ya sea por utilizar el término 'cura' o simular digitalmente que podía volver a caminar), terminan por arrodillarse ante una figura que innegablemente, sobre a todo a través de la fundación que Chris y su esposa Dana crearon en 1996, ha sido relevante para que los diagnosticados de parálisis reciban mayores recursos por parte de las administraciones públicas, tal y como representa la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio y las personas con discapacidades.
Dios no se toca
'Super/Man: La historia de Christopher Reeve' pasa por alto alguna arista que, como todo ser humano, su protagonista tiene. La obra misma sugiere vestigios de una paternidad ausente tras poner punto y final a la relación con Gae Exton, madre de sus dos primeras criaturas. Sin embargo, a pesar del interés temático que puede suponer para la audiencia (la infancia del propio Reeve estuvo marcada por su pertenencia a una familia desestructurada), la cuestión solo aparece superficialmente en uno de los testimonios de sus hijos, optando Bonhôte y Ettedgui por olvidarse rápidamente de ello.
Aunque puede deberse a una simple atracción de fondo, lo que los directores destacan es esa doble faceta superheroica por medio de continuos saltos desde los instantes posteriores al accidente y lo que se supone que representa Clark Kent desde su llegada a la gran pantalla, cabría no olvidar que los encargados de producir el proyecto son CNN, DC y la sección documental de HBO, todas marcas bajo el amparo de Warner Bros. Discovery. El gigante mediático, comandado por David Zaslav, es en última instancia el propietario de la creación de Jerry Siegel y Joe Shuster y, por razones de imagen obvias, no puede permitirse que el hijo de Krypton, eterno salvador de la humanidad, de lo que Reeve finalmente es emblema, mantenga una conducta que vaya más allá de lo intachable.
No obstante, el verdadero objetivo del filme pasa por emocionar constantemente al personal. Es precisamente en esta búsqueda donde la película se vuelve realmente problemática. Primero, porque el ejercicio pasa por apelar a la nostalgia del espectador, por recordarnos lo que durante algunos años fue ese hombre que ahora se encuentra con respiración asistida y apenas puede moverse. Segundo, porque la importante presencia de Robin Williams invoca de nuevo a ese sentimiento de reencuentro con alguien muy querido que nos dejó antes de tiempo.
Tercero, y aquí reside la mayor gravedad del asunto, llega cuando la cámara decide recrearse en el llanto de aquellos que han perdido a un ser querido y se opta por una banda sonora cuya intensidad y volumen remite precisamente al empacho acústico reinante en muchos blockbusters actuales. Para el que escribe, lejos de tocarle la fibra, esta fórmula tan elemental y trillada le produce justamente lo contrario: agotamiento e indiferencia.
A pesar de todo, sí que resulta interesante el proceso de preparación del 'Superman' primitivo, que cuenta unos de sus productores, y la idea visual, relacionada con la Kryptonita, que sirve a los cineastas para mostrar los efectos de la parálisis sobre el cuerpo de Reeve. ¿El motivo? Constituyen unos de los pocos instantes en los que el largometraje renuncia a conquistar nuestro corazón a cualquier precio. Y, como sorpresa positiva al no resultar emocionalmente pornográfico, cumple al dar voz a una persona de a pie cuyo organismo también ha perdido funciones musculares.