Había algo en ella indestructible, una cualidad feroz que en las tablas o en la sala de cine era un rastro vigoroso de talento. Podríamos decir que a ello contribuían sus ojos, capaces de engullir en cualquier momento al contrincante, al compañero de reparto que osaba encararla e interponerse en su camino. El grado de la experiencia unido al crepitar de sobresaltos de Álex de la Iglesia, para quien Terele Pávez era una actriz perfecta indispensable en su obra desde 'El día de la bestia'.
Había algo más, no obstante, un torrente que añadía carácter a su expresión de "bruja" que alertaba de los hijos de ****: su voz; mejor dicho, su tono brusco, como si soltase las palabras sin pensarlas, con la naturalidad de ser la bellaca y con el poder de dar lecciones. Era su sello, su ronca tonalidad, el canal por donde corrían las emociones y que se inundó al recibir el Goya a mejor actriz de reparto en 2014 por 'Las brujas de Zugarramurdi'.
Dulce lengua viperina
Fue, en la televisión, la última mujer ejecutada en España y ahora la acusan de "embrujar" al cine español, de desatar algo mágico cuando se introdujo con 12 años en el mundo de la interpretación. Tenía el puñal bien preparado al abrir la boca y la sonrisa como consuelo al despedirse, la misma que surge al reunir las grandes interpretaciones de su carrera.
Los grandes papeles de Terele Pávez
'Los santos inocentes'
En la adaptación de la obra de Miguel Delibes a cargo de Mario Camus, Terele Pávez se echó a las espaldas las cargas familiares de Régula, una campesina descarnada en la que se ha convertido en la gran película de su carrera, donde el (in)genio de su interpretación empezó a ser aplaudido.
La huella del crimen
De mirada perdida y gesto retorcido lleno de picardía, la actriz personalizó en la serie de televisión 'La huella del crimen' a Pilar Prades, la envenenadora de Valencia y la última mujer ejecutada en nuestro país. Su rictus descompuesto en el momento de la ejecución es muestra fiel de la ambigüedad con la que afrontó a la sirvienta y que conseguía desarmarte.
'El día de la bestia'
La malicia y la desconfianza de la madre de José María en 'El día de la bestia', Rosario, la dueña de la pensión en la que se alojan las esperanzas de detener al Maligno, convirtieron a Terele Pávez en la bellaca preferida de Álex de la Iglesia. Adquiría así protagonismo, de nuevo, una actriz que llenó de personalidad a sus personajes. "El mundo está lleno de hijos de ****", decía Rosario, y nosotros temblábamos ante el cuchillo y la escopeta de caza como aquel conejo, pelele en manos de Pávez.
'La Celestina'
Ya había hecho callo encima del escenario cuando se metió en el traje de la alcahueta de Fernando de Rojas, 'La celestina' que tenía que procurar que Melibea bebiese de las promesas de amor de Calisto. La actriz, que llevaba cuatro años sin trabajar hasta el alumbramiento del anticristo de De la Iglesia, imprimió el coraje y la ambición al personaje adaptado en la gran pantalla por Gerardo Vera, pasando a ser una de sus interpretaciones emblema de su carrera.
'La Comunidad'
En el 2000 llegó 'La Comunidad', de nuevo de la mano de su director de confianza. Su mirada envenenada gana presencia con Ramona y su promesa de sacar de la acción "con los pies por delante" a Carmen Maura en su persecución por el cielo de Madrid enturbia de manera magistral el universo del cineasta. Con este papel, recibió una tercera nominación al Goya a mejor actriz de reparto que, finalmente, se llevó Julia Gutiérrez Caba.
'Cuéntame cómo pasó'
Volvió a la televisión tras 'La barraca' o 'Fortunata y Jacinta' para formar parte de la gran familia española que ejemplifica la historia reciente de nuestro país. Fue Doña Pura en 'Cuéntame cómo pasó', la madre de Antonio Alcántara, a quien transmitió su mala leche. El tándem con María Galiana fue imbatible entonces y, aunque la llamaron "para matarla", Doña Pura dio mucho de sí en los meses previos a su adiós.
'Las brujas de Zugarramurdi'
Recibió su primer Goya en medio de un aquelarre, aferrándose a la mitología de 'Las brujas de Zugarramurdi' con garras y dientes. De su oscura y estridente participación en uno de los recientes proyectos de Álex de la Iglesia, se ha desligado el reconocimiento que se le había resistido en la alfombra roja. La acidez con la que la intérprete encaró al público desde el caldero de Maritxu condensa la esencia que ha ido dejando Pávez en su carrera, algo así como un Peta Zetas: un punto dulce y enigmático, pero electrizante y peligroso.