¡Cuidado SPOILERS!
* Este artículo incluye algunos ligeros spoilers de 'Terminator: Destino Oscuro'.
El último episodio de la recién estrenada primera mitad de la última temporada de 'BoJack Horseman' (no probéis a decir esta frase sin respirar) tiene uno de esos comentarios tan ácidos que caracterizan a la serie de Netflix, que es la crítica más feroz a Hollywood que hay ahora mismo en antena (bueno, en streaming): dos ejecutivos quieren hacer una película sobre Fireflame, una superheroína perfecta para la cultura "Yas Kween" (sic). Será una mujer fuerte que salve al mundo y sea celebrada por todos, una superheroína que se convierta en Trending Topic y sea jaleada por la "woke culture".
'Terminator: Destino Oscuro' parece hecha por esos mismos ejecutivos. Es una secuela directa de 'Terminator 2: El juicio final' pero también es un remake. Los que decían que es 'El despertar de la Fuerza' de la saga creada por James Cameron dieron en la diana: es exactamente la misma historia protagonizada por gente distinta. Esta vez el cyborg bueno es Grace, una mujer con implantes robóticos que viene del futuro para proteger a Dani, una joven mexicana que es la John Connor de esta entrega. Ella también cuenta con su propia Sarah Connor, que en este caso sí es, de hecho, Sarah Connor, interpretada casi 30 años después por la misma Linda Hamilton. Juntas las tres escapan una y otra vez de las garras de un Terminator, esta vez latino además de líquido y letal. Se habla en español en varias escenas y la acción transcurre en México, hasta que las protagonistas tienen que cruzar la frontera a Estados Unidos en busca de la salvación. Es una reimaginación femenina y latina de la misma historia, pero en ningún momento se siente diferente ni real, como muchas críticas han dicho de ella.
La representación es importante, y es cierto que 'Terminator: Destino Oscuro' está protagonizada por tres mujeres, una de ellas latina y otra de ellas mayor de 60 años. El físico de Hamilton, además, está más cerca de Chelo García Cortés que del resto de actrices de su edad en Hollywood, y lo digo aquí como algo positivo (las Chelos también existen y tienen derecho a ser visibilizadas). Pero es ese tipo de representación que vimos en la escena de las superheroínas de 'Vengadores: Endgame': la que se puede convertir en gif y compartir en Twitter con un "ESTOY LLORANDO", pero no aporta demasiado a la historia. Críticos latinos aplauden el paso adelante en términos de visibilidad, pero critican que Natalia Reyes, la actriz protagonista, tenga acento colombiano mientras interpreta a una mexicana, o que el México representado, que como sabemos por aquí se rodó en España, no sea demasiado creíble (Arturito de 'La casa de papel' habla mexicano y Alicia Borrachero le da un masaje a Arnold Schwarzenegger; creíble no, pero sí es una fantasía). "Los guionistas, ninguno de ellos latino, están interesados en aprovechar los titulares actuales, pero sus intenciones son vagas", escribe el periodista Carlos Aguilar.
Ese es uno de los detalles más curiosos de esta película: está escrita por seis hombres blancos, siete contando al director Tim Miller. Es fácil imaginar una escena parecida a la de 'BoJack Horseman' en la que un grupo de ejecutivos decide, por cuestiones comerciales, que el público objetivo de la saga es el latino pero no se le ocurre ni por un momento contratar a una persona latina ni a una mujer (de ningún color). Todo para el pueblo, pero sin el pueblo.
Quizá por eso la taquilla ha sido tan desastrosa: 'Terminator: Destino Oscuro' ha tenido un peor estreno en Estados Unidos que recientes fracasos como 'X-Men: Fénix Oscura' y 'Men in Black: International', y su recibimiento en el mercado internacional, incluida la salvadora China, ha sido igual de frío. Hacer una secuela mediocre ya no es garantía de éxito; ayuda, pero no lo es todo. Al menos sabemos que su fracaso comercial no tiene nada que ver con sus protagonistas femeninas y de minorías: gran parte del público no sabía de qué iba la cosa porque la campaña de promoción, aparte de una primera foto con las tres protagonistas, se ha centrado en el regreso a la saga de Linda Hamilton y James Cameron. Fue un movimiento inteligente por parte de Fox, viendo las campañas en contra de proyectos como 'Cazafantasmas' u 'Ocean's 8', lideradas por trolls machistas autoproclamados fans reales de las sagas originales, que destruyeron las películas en redes sociales mucho antes de verlas. Por suerte para ellos probablemente nunca las llegaron a ver, porque ambas eran bastante malas aparte de feministas.
Feminismo de chascarrillo
'Terminator: Destino Oscuro' tampoco es demasiado buena: es muy larga, una copia sin gracia, sus escenas de acción son normalitas y está mal escrita (a pesar de, o quizá por, haber pasado por tantas manos): la protagonista es pasiva hasta que decide arbitrariamente ser activa y antipática; su relación con Grace, la mujer robótica del futuro interpretada por Mackenzie Davis, no está construida, y Sarah Connor ya no es un personaje sino una máquina de matar que solo habla soltando chascarrillos.
Y tampoco es tan feminista como se cree (quizá tenga algo que ver que no haya una sola mujer en ese equipo creativo). James Cameron ya puso a una mujer al frente de una película de acción hace 30 años. Sarah Connor, al igual que la teniente Ripley de 'Alien', fue un icono feminista con sus matices: al fin y al cabo tenía que ser salvada por el superhombre Schwarzenegger (esto también ocurre en 2019, por cierto), y su papel era el de la madre del mesías. Hamilton se queja de eso en la nueva entrega, y la película se congratula por convertir a una mujer latina en la esperanza de la Humanidad. Pero lo que están haciendo los guionistas es despreciar el importante rol de Sarah Connor, su valor como mujer protectora y cuidadora (eso también es feminista) y la simbología cristiana que aderezaba 'Terminator 2'. Las capas son importantes para que una película sea buena.
"Es la agenda progresista básica", dice un crítico conservador. "Tenemos que reemplazar todos los personajes masculinos fuertes por personajes femeninos fuertes, pero primero las mujeres tienen que rechazar la feminidad tradicional y adoptar el rol masculino de los hombres". Y lo cierto es que... tiene razón. Precisamente el mejor personaje de 'Terminator: Destino oscuro' es el de Mackenzie Davis: Grace es una mujer fuerte con un físico andrógino, tiene una misión imposible y las capacidades para llevarla a cabo, pero es vulnerable, fallida y tiene miedo.
Precisamente esta semana llega a los cines un gran ejemplo de cómo Hollywood puede contar historias inclusivas sin que resulte un zafio movimiento comercial que quiere aprovecharse de esa supuesta "dictadura de lo políticamente correcto". Se trata de 'Estafadoras de Wall Street', en la que Jennifer Lopez lidera un grupo de strippers que se dedican a robarle el dinero a los brokers ricos de Manhattan. Son latinas, son asiáticas, son mujeres pobres y por ello son oprimidas, explotadas y despreciadas por el sistema. Así que usan todo lo que tienen, sus cuerpos, para vengarse. Es una historia de minorías que tiene sentido, escrita y dirigida por una mujer que entiende de qué está hablando. Igual que Ryan Coogler con 'Black Panther', Patty Jenkins con 'Wonder Woman' o Jordan Peele con 'Déjame salir' y 'Nosotros'. Todas ellas han sido fenómenos de taquilla en Estados Unidos.
En esa escena de 'BoJack Horseman', una directora planta cara a los ejecutivos. "¿Salva el mundo y todo el mundo la ama? Eso solo tiene sentido si fuera un hombre. Las reglas son distintas para las mujeres. La gente nos da por sentado, o peor, nos coge manía. Nos castiga". Es un sentimiento tan reconocible para las mujeres y se manifiesta de forma tan sutil y soterrada que solo a una mujer podría ocurrírsele. ¿Cuánto de la experiencia latina y femenina se habrá quedado fuera de 'Terminator: Destino oscuro' por haber sido escrita solo por hombres blancos? Qué más da, ahí tenemos aquella primera foto promocional con las tres reinas. Yas, kweens.