'The dead girl' es el segundo largometraje de Karen Moncrieff tras dirigir 'Blue car' en el año 2002.
Protagonizada por Toni Collette, Brittany Murphy, Marcia Gay Harden, Rose Byrne, James Franco, Josh Brolin, Giovanni Ribisi, Kerry Washington, Mary Steenburgen y Mary Beth Hurt, 'The dead girl' narra las historias de diversas personas sin aparente conexión que juntas podrían revelar la causa que rodea la muerte de una joven prostituta.
Una historia sin historia
Dividida en cinco arcos argumentales que llevan por nombrela extraña, la hermana, la esposa, la madre y la chica muerta, 'The dead girl' usa de excusa el hallazgo fortuito del cadáver de una joven, acontecido en la primera de las historias, para realizar un retrato de la vida de una serie de personajes que, en mayor o menor grado, se encuentran relacionados o con la joven asesinada o entre ellos.
Y es que los motivos por los cuales la prostituta interpretada por Brittany Murphy -en el que puede que sea su mejor interpretación junto a la infravalorada 'Spun'- fue asesinada carecen de interés para su directora, quien se centra en servirnos un desasosegante y pesimista retrato de diferentes estratos de una sociedad norteamericana media y baja sin rumbo, de esa América profunda repleta de complejos y tabúes; de este modo, todos sus protagonistas aprovecharán su relación con dicho acontecimiento para romper de un modo u otro con sus vidas y tratar de empezar de nuevo, ya sea separándose de una madre posesiva, de una relación matrimonial infructuosa, o de los propios lastres del pasado.
Por contra, y al contrario de lo que pueda parecer, los diferentes personajes que deambulan por 'The dead girl' no son sometidos a ningún análisis psicológico exhaustivo, sino que su directora se limita a mostrarlos como una suerte de arquetipo personalizado, donde sus personalidades apenas sí son escrutadas, si bien la película tampoco precisa mucho más para funcionar.
Así pues, 'The dead girl' es un compendio de historias interrelacionadas entre sí que, por contra, no se entrecruzan de un modo abierto: austera, descorazonadora, gris y sin un ápice de esperanza en su horizonte, la película de Karen Moncrieff deja al espectador un amargo sabor de boca, más por su propio mensaje que por la calidad de un film que, pese a que podría haber sido mucho más explotado, no decepciona en su concepción de historia mínima.