Aviso de SPOILERS sobre el final de la serie
La esperanza como un grito ahogado en el fondo de una piscina infinita. El peso de la pérdida. El dolor en el alma, sin fisuras externas y con todas las posibles adheridas a un cuerpo lleno de dudas. La desaparición de un ser querido y las preguntas que se quedan flotando en el aire. La perspectiva que siempre ofrece un tiempo empeñado en condenar y perder la piedad que le falta a la venganza de una negación. La fe como instrumento esencial de supervivencia. Y viceversa. El universo sumido en un ¿por qué? El espectador al otro lado de una pantalla pequeña reconvertida en un espejo gigante. El milagro convertido en un secreto a voces. El mañana como justiciero para convertir el culto en imprescindible. 'The Leftovers' para cambiarlo todo sin que, aparentemente, nadie se entere. Y de fondo, un eco abrumador. El que siempre dejan las obras maestras esenciales. No, no la busquéis en las listas de las series más vistas, no la identifiquéis con el éxito masivo, no tracéis una ruta basada en audiencias millonarias. El refugio, de puro íntimo, es tan emocionante como injusto. Aprovechemos que se trata de un tesoro, de una experiencia, de una vida y una muerte que, seguro, algún día obtendrá el estatus que merece, el de ser una de las mejores obras audiovisuales de la historia. Y que no tiemble el pulso.
¿Quién la vio venir? ¿Quién encontró en sus primeros capítulos las claves esenciales de 'The Leftovers'? ¿Quién confiaba en un (injustamente) señalado Damon Lindelof como posible autor de un monumento de estas dimensiones? La respuesta ya la sabéis. Nadie. Cero culpas, era completamente imposible. Ni siquiera los que formábamos parte del Ejército Suicida de Defensores Totales del Final de 'Perdidos' podríamos haber imaginado una obra tan compacta y compleja, tan libre y cautivadora, tan sensible y arrebatada, tan impulsiva y equilibrada, tan contemporánea y tan eterna. Memorable hasta decir basta. Y por encima de todo, capaz de hipnotizar y mantener una línea invisible entre lo que se está viendo y lo que se está sintiendo. No hay distancia, es una bomba capaz de destrozar cualquier cimiento, un golpe en el estómago al que se regresa una y otra vez, un nudo en la garganta que nunca aprende a nadar. Cada semana, 'The Leftovers' crecía ante nosotros como un cuchillo afilado que se clava entre nuestras entrañas y la punta de nuestros dedos. Una caricia envenenada y un giro que no aparecía en ningún mapa. Nunca sabías qué ibas a encontrar y ahí estaba una de sus grandes virtudes.
Por eso, tras una primera temporada que partió en dos las dudas iniciales, la serie firmada por Lindelof y Tom Perrotta comprendió que el camino que HBO, bendita sea, había dibujado para su criatura era un auténtico lienzo en blanco. Y decidieron saltar al vacío sin paracaídas, expandir su universo narrativo, zarandear el avispero, presentar nuevos personajes, todos ellos deslumbrantes, y convertir su segunda temporada en uno de los mejores conjuntos de capítulos jamás vistos en la pequeña pantalla. Incluso cuando todo parecía que estaba perdido y que las tramas caminaban hacia un precipicio de incoherencia y ciencia ficción, 'The Leftovers' se las apañaba para dar la vuelta, encontrar la salida al laberinto y dejar mandíbulas desencajadas, corazones en un puño, y por supuesto, lacrimales destruidos. Aquella segunda temporada trajo todas las buenas noticias posibles, comenzando con la consolidación absoluta de un legado imborrable y la certeza total de estar ante un clásico contemporáneo, y la tristeza más grande, la confirmación por parte de la cadena de que todo terminaría dos años más tarde. A 'The Leftovers' le quedaban ocho capítulos. Tras el impacto, la pregunta de las preguntas: ¿su desenlace estaría a la altura? Pocos días después de poder verlo, saborearlo, llorarlo y analizarlo, la respuesta no puede ser más contundente. Sí. Sí. Y SÍ.
A estas alturas, las de los pañuelos empapados en la estación de tren y el adiós resonando en el abismo que siempre dejan los títulos de crédito de toda obra maestra, no parece ninguna locura cometer el absurdo de comparar temporadas y afirmar que, efectivamente, este último tramo de 'The Leftovers' ha sido el mejor. Lindelof y Perrota no necesitaron más que un prólogo para dejar claro que habían regresado para condensar, en ocho horas de arte en estado puro, todos los ases en la manga que escondía su serie. Aquella mujer que sube una y otra vez al tejado de su hogar en busca de respuestas y termina empapada, sola y observada por un pueblo ya incrédulo que la asesina con miradas de incomprensión y tristeza, con su familia en primera línea de batalla, ya asentaba las bases de lo que, siete capítulos más tarde, hemos entendido de la manera más magistral posible. Se trataba de asumir el dolor, encontrar un refugio en medio de un apocalipsis que siempre ocurría por dentro, coger la mano del amor entre lágrimas y continuar. ¿Hacia dónde? Hacia una pregunta. Siempre es la próxima parada.
Así, 'The Leftovers' cerraba su inolvidable historia con un capítulo final que nadie podía imaginar y que, al mismo tiempo, se descubrió como la mejor vía posible. Más allá de la maravillosa presencia de Matt, impecable Christopher Eccleston, el protagonismo absoluto de estos últimos compases recae sobre los hombros de Nora y Kevin. En ese orden. Los dos mejores personajes de una serie repleta de creaciones inolvidables fueron los encargados de guiarnos hacia un desenlace que explota ante nosotros con toda la transparencia que atesora una incógnita. Toda la esperanza humana resumida en una lágrima que cae sobre la mejilla de una persona que, al fin, encuentra un camino en medio del desierto. Y hablemos ya de Carrie Coon. Si la interpretación que ha brindado Justin Theroux a lo largo de estas temporadas nos ha dejado completamente alucinados, conviene señalar a Coon como uno de los mayores y más deslumbrantes descubrimientos que se han visto en la pequeña pantalla. Una interpretación basada en la carne y las vísceras, la entrega absoluta como vehículo para arrastrarse por el fango y terminar elevada a las alturas de un presente que ya es suyo. Merece un lugar destacado entre todos los tesoros de 'The Leftovers'.
Su Nora, nuestra Nora, ha terminado siendo la clave. Más bien, siempre lo fue. Su desolación al ver a un grupo de muñecos sentados en su mesa ocupando el lugar de su familia. Su rostro al encontrar un hogar que nunca será suyo. Su cigarro encendido en medio de una tormenta expandida en una habitación de hotel. Y al final, su monólogo. Nuestro monólogo. Su mirada. La nuestra. Su mano tendida. Esa mano que todos agarramos sin que nos importara si lo que acabábamos de escuchar era cierto o no. Si me preguntáis, diré que estoy en el barco de los que no creen que viviera esa experiencia tan hermosa como terrorífica, que decidió abandonar en el último momento las opciones por reencontrarse con esa vida que tanto anhelaba, que el miedo a la muerte terminó ganando la batalla. Ya lo dice esa monja que parece su única amistad en medio de la soledad, puede que las palomas se hayan perdido pero es más bonito imaginar que se encuentran entregando mensajes de amor alrededor del mundo. Por eso, aunque las aves terminen regresando al hogar para poner el punto y final definitivo a 'The Leftovers' con un último plano perfecto, lo que importa es que Nora y Kevin se han reencontrado para comenzar de nuevo en el tiempo de descuento.
Él cree en lo que ella dice. O puede que no. Pero, maldita sea, está ahí. Estamos ahí. Sus manos entrelazadas, sus lágrimas, su salvación. Coon y Theroux delante, Lindelof y Perrota detrás. Y todos nosotros frente a ellos, emocionados, conscientes de estar ante algo más que una serie de televisión. Muchos pensaban que 'The Leftovers' no podría tener nunca un final perfecto, que aquellos que llegaron a ella buscando respuestas solamente encontrarían decepción, que la satisfacción no era el destino para todos aquellos que nos quedamos sabiendo que nunca descubriríamos las razones y el destino de la desaparición de ese 2 por ciento de la población mundial. Ya estábamos preparados para recordar que lo realmente importante es el viaje y no la meta. Pero nos volvimos a equivocar, o lo que es lo mismo, la serie nos volvió a superar. Un último disparo a quemarropa, el enésimo golpe de genio de una obra maestra total, la lágrima definitiva. 'The Leftovers' ya es historia. Nuestra historia. La vida entre dos signos de interrogación.