A nuestros ojos Hollywood es la cima del glamour y el éxito, pero parece que debajo de la alfombra se esconde más basura de la que podemos imaginar. Este domingo 21 de marzo, Los Angeles Times ha publicado un extenso reportaje sobre el club nocturno y gótico Cloak & Dagger, un lugar elitista y exclusivo donde al parecer "artistas experimentales realizaban ceremonias espeluznantes y cargadas de sexo cada semana". En él se reunían actores, rockeros y demás celebrities solo con invitación para celebrar fiestas desinhibidas y, según han denunciado hasta 10 mujeres, cuatro de ellas ex-trabajadoras del bar, para cometer abusos sin que pudiera haber represalias. Todas ellas han acusado a Adam Bravin y Michael Patterson, co-fundadores del club, de hacer la vista gorda ante la conducta sexual inapropiada de los miembros, entre los que se encontraba Thomas Middleditch, el protagonista de 'Silicon Valley' ahora en la serie 'B Positive' de CBS.
En el artículo hay una mujer, Hannah Harding, que da detalles de un incidente que sufrió en el bar a manos de Middleditch en una "noche típica". Según relata Harding, el 22 de octubre de 2019 Middleditch se acercó a ella que estaba con su novia en la pista de baile e hizo lo que el Times describe como "insinuaciones sexuales lascivas" y, tras no aceptar el rechazo, comenzó a perseguirlas y toquetearla delante de sus amigos y varios empleados sin que nadie hiciese nada. Harding tenía entonces 21 años. Al parecer Kate Morgan, gerente del club en ese momento, expresó sus preocupaciones sobre el comportamiento del actor y pidió a sus jefes que lo echasen de allí, pero nadie la tomó en serio.
Harding alega también que vio la misma escena que tuvo que padecer ella repetirse en otras ocasiones y con otras mujeres: "Se preocupaban más por las personas famosas del club que por la seguridad de las mujeres". Middleditch ha rechazado todas las solicitudes de Los Angeles Times y The Hollywood Reporter de hacer declaraciones al respecto, pero Harding enseñó al periodista que la entrevistaba una conversación privada de Instagram en la que el actor de 'Solar Opposites' se disculpaba escribiendo: "No tenía idea de que mis acciones fueran tan raras para ti... Sé que probablemente quieras pintarme como un monstruo... No espero que quieras ser mi amiga ni nada... Estoy muy avergonzado de haberte hecho sentir incómoda".
Lo que pasa en el club, se queda en el club
Cuando el Cloak abrió en 2015, Bravin y Patterson intentaron recrear la mística de la escena gótica de Los Ángeles de la década de 1980, fetichizando el glamour decaído del viejo Hollywood. Ambos son veteranos de la industria musical de la ciudad ya que el primero pertenece a la banda 'She Wants Revenge' y el segundo ha sido nominado al Grammy y al Oscar por su trabajo como productor en películas como por ejemplo 'La red social'. Según cuentan sus empleadas, eran manipuladas con falsas promesas de que podrían conseguirles papeles en películas o audiciones, les hacían el tratamiento de silencio y las obligaban a pasar por un ritual de iniciación. Dentro del club estaban prohibidas las fotos y todos los que entraban eran obligados a guardar silencio o serían despedidos o excluidos para siempre. Según Annie Lesser, productora teatral y la responsable del guion del Cloak, "La gente tenía un vínculo emocional con el sitio de una manera que no podrías tener con un club normal".
Del Cloak & Dagger, cerrado físicamente desde marzo de 2020, sí que fue expulsado Max Landis, denunciado por abuso sexual por varias mujeres, como también lo fue una chica llamada Elisabeth, pero ella solo por contar que un miembro del club la había agredido sexualmente e intentado violar: "La suspendieron, se disculparon con el miembro y le dijeron que lo superase". Para entrar al club, si no eras lo bastante influyente para ser invitado, tenías que pagar hasta 100 dólares al mes y muchos llegaban vestidos con cuero BDSM o lencería para asistir a sesiones de tarot a la luz de las velas, recitales de danza de vanguardia y juegos de privación sensorial, y aunque no estaba calificado como un club de sexo, todos tenían "palabras seguras" por si alguno de los juegos de bondage o encuentros casuales se volvían demasiado intensos. Según Los Angeles Times, Bravin abuso de su figura dentro del club para forzar encuentros, pegar a sus empleados y mandar mensajes obscenos a las mujeres que trabajaban para él. Los dueños han declarado que comprendieron la gravedad del ambiente que allí se había creado tras una llamada de Zoom para miembros de toda la vida el 23 de junio de 2020, cuando muchos de ellos, desde la seguridad de sus casas, les recriminaron los abusos sufridos y decidieron que no volverían a abrir: "Mi comportamiento fue inapropiado e inaceptable. Me estoy educando sobre por qué y cómo mi comportamiento podría ser dañino y emocionalmente manipulador", escribió Bravin en Instagram.