Más. Mucho más. Todo. Sin opción alguna a la réplica, el sosiego o el (auto)control. Sube el volumen, mete la sexta marcha, derrapa sobre las líneas rectas y lánzate al mismísimo vacío sin tener la certeza de que el paracaídas funciona o no. Si la trayectoria profesional de Kenneth Branagh como director se pudiera resumir en una sola palabra sería ¡EXCESO! Mayúsculas y exclamaciones obligadas. Es lo que tiene la potencia, con o sin control.
Amparado en la práctica totalidad de su carrera tras la cámara bajo el inagotable abrigo de Shakespeare, el cual se podría definir casi como el leit motiv artístico y personal de Branagh, sus propuestas se caracterizan por lo ampuloso, lo enfático, lo rabioso y lo sobrexcitado. Y es que, incluso cuando se deja caer por los terrenos del blockbuster de acción o lidera encargos marca Disney, el actor y cineasta británico trata de mantener ese sello grandilocuente y personal, clásico y deslumbrante, que le ha convertido en una figura claramente identificable para público y crítica.
En prosa o en verso, con musicales o thriller de misterio, adaptando obras inoxidables o tratando de activar nuevas franquicias, Kenneth Branagh es uno de esos directores románticos y apasionados, delirantes y virtuosos, desatados, imparables e incontenibles. Una auténtica fuerza de la naturaleza que, como no podía ser de otro modo, se mimetiza con su forma de contar historias, apabullando de pura insistencia. Los frenos no sirven en el cine de Branagh. No hay paradas a mitad de camino. Es un constante doble o nada. ¿Juegas?
El Kenneth Branagh director, de peor a mejor
'La flauta mágica'
Lo mejor de 'La flauta mágica', ambiciosa adaptación cinematográfica de la radiante obra de Emanuel Schikaneder es la maravillosa música de Wolfgang Amadeus Mozart. Y ahí se acaban las buenas noticias. Porque el despliegue visual marca de la casa Kenneth Branagh está omnipresente, sí, pero, por desgracia, ese es el principal y más grave problema de la cinta. La afectación general, la épica mal entendida, el uso excesivo y cansino del virtuosismo como vehículo para el deslumbramiento general. Por desgracia, una propuesta más Branagh que Mozart. Un punto de partida que lleva directamente al fallo inevitable.
'La huella'
Las cosas buenas de 'La huella' son las mismas que ya aparecían en la muy superior versión dirigida por el gran Joseph L. Mankiewicz a comienzos de la década de los 70. Quizá por eso, la sensación al terminar de ver esta revisión firmada por un Kenneth Branagh especialmente rutinario, está más cerca del sabor agridulce que del aroma característico de la victoria. En cualquier caso, maldita sea, veamos las cosas con una perspectiva positiva y quedémonos con Michael Caine devorándose sin piedad a un histéricoJude Law, la estupenda banda sonora de Patrick Doyle y un desenlace que sigue funcionando a la perfección desde la sorpresa. Menos es nada.
'En lo más crudo del crudo invierno'
'En lo más crudo del crudo invierno' funciona mucho mejor como complemento de la posterior 'Hamlet' que como película independiente. Y es que, tanto en el fondo como en la forma, esta propuesta no deja de ser una simpática y agradable carta de amor al mundo del teatro en general y, por supuesto, a la obra de Shakespeare en particular. Con un atrevido y, bueno, algo injustificado uso del blanco y negro, Kenneth Branagh entregaba aquí una de sus cintas más humildes, transparentes y sencillas, triunfando en un primer tramo especialmente refrescante, divertido e inspirado. Lástima que, tras este fulgurante comienzo, 'En lo más crudo del crudo invierno' atraviese caminos demasiado previsibles, resultando una experiencia tan curiosa como intrascendente.
'Enrique V'
El debut como director de Kenneth Branagh llegó, poca sorpresa, de la mano de William Shakespeare. Y del apoyo total de una crítica entregada a este 'Enrique V' que consiguió además el favor de una Academia que le entregó el Oscar a Mejor vestuario y nominó al británico en las ilustres categorías de Mejor director y actor. Un reconocimiento algo desmedido, especialmente si tenemos en cuenta que, pese a funcionar perfectamente como primer reflejo de lo que sería Branagh como director desde aquel lejano 1989 en adelante, nos encontramos ante una propuesta tan sobria como aburrida, tan desmedida como pretenciosa, tan fascinada consigo misma y su historia como irregular de inicio a fin. Es un acto de amor hacia un autor y su inolvidable obra, pero Branagh parece tan obsesionado con subrayar cada diálogo, cada escena y cada golpe dramático que parece olvidarse de algo tan esencial como, al menos, tratar de atrapar al espectador.
'Frankenstein de Mary Shelley'
Después de su (justamente) celebrada adaptación de 'Muchos ruidos y pocas nueces', Kenneth Branagh se atrevió con la adaptación de otro clásico tan imponente como inolvidable: 'Frankenstein de Mary Shelley'. Palabras mayores. El desafío era tan grande como la posibilidad de error y, por desgracia, se terminaron cumpliendo los presagios menos satisfactorios. Todo aquí es excesivo, grandilocuente, estridente e intenso en el peor de los modos posibles.
Cada escena, cada diálogo y cada instante está empujado a la intensidad más insoportable por culpa de un cineasta que tampoco está acertado, ni mucho menos, en su faceta interpretativa, resultando un trabajo totalmente descontrolado. Y es que, cuando esta 'Frankestein de Mary Shelley' finaliza, uno no puede más que respirar tranquilo y acercarse a la farmacia más cercana para conseguir pastillas para el dolor de cabeza.
'Asesinato en el Orient Express'
A la hora de plantear su visión cinematográfica del legendario 'Asesinato en el Orient Express', lo primero que hizo Kenneth Branagh fue contar con uno de esos repartos apabullantes marca de la casa. En esta ocasión, el actor y cineasta sumó a su nueva aventura a, entre otros, intérpretes de la talla de Michelle Pfeiffer, Daisy Ridley, Judi Dench, Penélope Cruz, Willem Dafoe, Olivia Colman o Derek Jacobi. Un escándalo.
Sin embargo, ninguno de estos talentos habría sido suficiente si Branagh no hubiera sido capaz de trasladar a la gran pantalla la misma esencia de esta historia repleta de suspense y giros marca de la casa Agatha Christie. Afortunadamente, lo consiguió. Y ahí estaba la clave de esta nueva adaptación, su destreza para mantener la intriga de manera tan sofisticada y elegante como aparece planteada en la novela original. El tren como un enorme tablero de juego en el que nada es lo que parece. Una notable delicia que se mueve de estación en estación.
'Morir todavía'
De cara a su segundo largometraje tras 'Enrique V', Kenneth Branagh se alejó por completo del espíritu Shakespeare para introducirse de lleno en el terreno del thriller con 'Morir todavía', una historia que se movía constantemente en el terreno de los saltos en el tiempo y los cabos por atar. Hablamos de un laberinto narrativo y dramático protagonizado por una estupenda Emma Thompson que, sin embargo, fracasa de forma considerable en su intento de sorprender a un espectador que, con un mínimo de atención, será capaz de anticiparse a cada giro de la trama. En definitiva, pocas sorpresas, varios errores importantes y una notable primera mitad. Término medio.
'Jack Ryan: Operación Sombra'
Después de rendir pleitesía y colar algo de su arrolladora personalidad al universo de Marvel gracias a la infravalorada 'Thor', Kenneth Branagh confirmaba su nueva inquietud artística relacionada con los blockbusters con 'Jack Ryan: Operación Sombra', intento fallido de iniciar una nueva saga liderada por el personaje creado por Tom Clancy.
Una decepción en taquilla que, sin embargo, no está relacionada con el resultado creativo de una película que cumplía de manera notable con su principal cometido, el de entretener al espectador devorador de palomitas con set pieces de acción que cortaran la respiración, malos muy malos, buenos muy buenos y salvaciones en el último segundo. No había nada nuevo bajo el sol, pero 'Jack Ryan: Operación Sombra' tampoco necesitaba inventar nada para funcionar.
'Thor'
Después de firmar el innecesario y fallido remake de 'La huella', Kenneth Branagh se enfrentó a uno de los retos más grandes e inesperados de su trayectoria profesional: 'Thor', cuarta entrega del Marvel Cinematic Universe tras 'Iron Man', 'El increíble Hulk' e 'Iron Man 2'. Un proyecto con el que el británico tenía que cumplir tres objetivos: no defraudar a los fanáticos del legendario personaje, demostrar que podía llevar a cabo una propuesta de estas (espectaculares) características y, sobre todo, no hundir el impresionante castillo de naipes cinematográfico que ya había comenzado a elevar Kevin Feige y su equipo. ¿Misión cumplida? Sí, a pesar de la incomprensión general.
No acostumbra 'Thor' a aparecer en los puestos más altos de los aproximadamente trescientos ranking del Marvel cinematográfico que podemos ver y leer, más bien suele ocupar la zona baja de la clasificación, pero estamos ante un blockbuster que, con ligeros toques de la marca operística que caracteriza a su director, funciona siempre alejada del bostezo, abrazando sin descaro el lado más kitsch y ridículo de su historia, personajes y universo. El resultado final es irregular, como sucede en la mayoría de estos casos, pero pocas películas de esta franquicia cuentan con un sello autoral tan marcado. Y solamente por eso ya merece un respeto y un cariño especial.
'Cenicienta'
Al contrario que la (muy) fallida 'Maléfica', obsesionada con pervertir el cuento original a base de mensajes morales y éticos de dudoso gusto, y pasando por alto la opción de convertir el cuento en un parque de atracciones como la 'Alicia en el País de las Maravillas' de Tim Burton, 'Cenicienta' sabe que la historia que tiene entre manos tiene el suficiente poder como para seguir la ruta establecida. Puestos a buscar sorpresas, nos tendremos que conformar, y no es poco, con su despliegue visual cautivador. Una puesta en escena arrebatadora y un diseño de producción que, en no pocas ocasiones, consigue alcanzar los años más esplendorosos del Disney clásico. Mérito de un Kenneth Branagh acostumbrado al exceso.
Escenas como la de la huida de nuestra protagonista del baile o la primera aparición de la Hada Madrina lograba captar a la perfección el reconocible universo por el que transitan unos personajes que conocemos de memoria pero que, sin embargo, demuestran haber envejecido mucho mejor de lo que podríamos pensar. Ayuda, y no poco, un reparto entregado a la causa, comenzando por una maravillosa Cenicienta con la sonrisa y la mirada de Lily James y terminando por Cate Blanchett, madrastra del cuento y reina de la película. Su interpretación, imponente, con una contundencia que otras habrían convertido en sobreactuación, eleva todavía más la película y le otorga un valor todavía mayor.
'Como gustéis'
Pocas películas de la trayectoria profesional de Kenneth Branagh desprenden un aroma tan característico y representativo de sus señas de identidad como 'Como gustéis'. De nuevo, en el horizonte, el camino, el destino y el viaje, William Shakespeare. Y de nuevo, en la forma, un cineasta capaz de mimetizarse con el texto que está adaptando, aportando una puesta en escena luminosa y en permanente movimiento y una destreza especial para sacar lo mejor de su reparto. En esta ocasión, conviene centrar la mayoría de aplausos en las figuras de Kevin Kline y, sobre todo, una maravillosa Bryce Dallas Howard, auténtico corazón de una película que, sin tener nada especialmente memorable, transmite una energía especial. Toca reivindicar.
'Los amigos de Peter'
A la tercera fue la vencida. Tras la aburrida 'Enrique V' y la fallida 'Morir todavía', Kenneth Branagh acertó casi de pleno con 'Los amigos de Peter', una comedia con tintes dramáticos y viceversa que, apoyada en el estupendo libreto firmado por Rita Rudner y Martin Bergman, una banda sonora maravillosa y un reparto extraordinario en el que destacaban Hugh Laurie, Stephen Fry e Imelda Staunton, se confirmaba como la primera película realmente destacada del británico en su faceta de director. Una propuesta pequeña, sencilla, divertida, emotiva y sensible que crecía en cada diálogo, cediendo el espacio justo y merecido a cada uno de sus espléndidos personajes principales. Una pequeña joya que te dejaba con la sonrisa pegada al rostro y la emoción a flor de piel.
'Trabajos de amor perdidos'
Cuatro años después de su excelsa 'Hamlet', Kenneth Branagh volvía a dar en el mismo centro de la diana con 'Trabajos de amor perdidos', nueva adaptación de Shakespeare a la que el británico inyectaba una maravillosa esencia de musical clásico. Una espléndida combinación de verso hipnótico, comedia de enredo y aroma de Hollywood dorado que daba como resultado algo muy parecido a una obra maestra llena de luz, encanto, sonrisas y emoción. Sin lugar a dudas, la gran película desconocida de la trayectoria de Branagh y una de las mejores de toda su filmografía. Un diamante por descubrir y (re)valorar.
'Mucho ruido y pocas nueces'
Cuatro años después de 'Enrique V', Kenneth Branagh regresaba al universo de Shakespeare con 'Mucho ruido y pocas nueces', una de las películas más aplaudidas, inspiradas y memorables de su carrera. Y es que, partiendo de un texto glorioso, repleto de personajes y diálogos de auténtico oro, el británico conseguía sacar el máximo de todos y cada uno de los envidiables elementos con los que contaba. Desde su reparto, impecable con la excepción de un desorientado Keanu Reeves, hasta su magnífica puesta en escena, pasando por una banda sonora maravillosa, una dirección sobresaliente y un desenlace especialmente emotivo, 'Mucho ruido y pocas nueces' fluía con la naturalidad de una joya atemporal. Sin lugar a dudas, uno de los triunfos indiscutibles del Branagh director.
'Hamlet'
242 minutos de cine explosivo, arrebatado, apasionado y apasionante. 242 minutos de Shakespeare en vena, de personajes inolvidables, de historias legendarias y de conflictos dramáticos repletos de emoción. 242 minutos de interpretaciones magistrales entregadas en bandeja de plata por un reparto tan deslumbrante como entregado a la causa.
Y es que, si cuentas con figuras de la talla de, atención, Derek Jacobi, Kate Winslet, Julie Christie, Charlton Heston, Billy Crystal, Jack Lemmon, Timothy Spall, Gérard Depardieu, Robin Williams, Richard Attenborough o Judi Dench, entre muchos otros, partes con una ventaja más que destacada. 242 minutos de un Kenneth Branagh soberbio delante y detrás de las cámaras, pleno de inspiración, ambicioso e hipnótico, vibrante y poético. 242 minutos que conforman una obra maestra llamada 'Hamlet'.