Seis películas en ocho años, la primera de ellas rodada a los 19 años, y seis historias de amor y devoción entre la crítica y el cineasta. El término 'joven promesa' se debería reinventar para definir un fenómeno de las características de Xavier Dolan, director, guionista y actor surgido en Canadá y elevado a la categoría de tsunami mundial artístico en tiempo récord.
La razón es evidente, todas sus películas, sin excepción, se elevan, crecen, se ensanchan, derrapan, conmueven, enamoran, sufren y liberan sensaciones en cada uno de sus planos. Y consigue todos estos objetivos gracias a la labor de Dolan, especialmente tras la cámara. Y es que estamos ante un director que se permite una media aproximada de una decena de ideas visuales deslumbrantes a lo largo de cada uno de sus trabajos, saldando las apuestas con victoria abrumadora en la inmensa mayoría de los casos.
Un talento impactante capaz de conseguir, por poner un ejemplo contundente, que una canción tan manoseada como 'Wonderwall' parezca nueva, emocione como la primera vez y marque el punto de inflexión de una película tan inolvidable como 'Mommy'. Un grito de genio más en una carrera, hasta la fecha, impactante en todos los sentidos. Y la repasamos a continuación ordenando cada uno de sus trabajos de menos a más. Un torbellino emocional y cinematográfico llamado Xavier Dolan.
Xavier Dolan, de peor a mejor
'Yo maté a mi madre'
Xavier Dolan tenía diecinueve años cuando, atención, dirigió y protagonizó su primera película, 'Yo maté a mi madre', historia que él mismo escribió a los dieciséis. No se puede negar que aprovechó su adolescencia a lo grande. Sin embargo, más allá del indiscutible mérito que supone un ejercicio artístico de estas dimensiones, este debut ha terminado convertido en un trabajo 'menor', conviene subrayas las comillas, teniendo en cuenta el altísimo nivel que alcanzó el canadiense con sus obras posteriores.
Y es que, partiendo de una puesta en escena tan austera como efectiva en la que ya se podían detectar algunas señas de identidad de lo que sería el cine de Dolan a partir de este disparo inicial, 'Yo maté a mi madre' funciona más por momentos aislados que como conjunto unido y cohesionado. Ahí están instantes tan maravillosos como su escena inicial, un precioso tramo final o diálogos realmente sobrecogedores para mantener sobre tierra firme una propuesta que, en demasiadas ocasiones, prefiere acudir al grito ensordecedor que a la caricia sutil. Errores de cálculo dramático que, en cualquier caso, no empañan el chispazo inicial de la apasionante mecha Dolan.
'Tom à la ferme'
Un año después de firmar una película tan excesiva, en todos los sentidos, como 'Laurence Anyways', Xavier Dolan volvía a ponerse delante y detrás de la cámara, además de responsabilizarse, por supuesto, del guion, con 'Tom à la ferme', una cinta que coqueteaba de manera tan evidente como inspirada con el thriller. Cuidado, eso no significa que estemos ante una película que apueste todo a la casilla de la intriga, ni mucho menos, pero si que resulta especialmente interesante la forma en la que el joven cineasta ubica algunos de los elementos más característicos de su personalidad artística en un terreno de atmósfera opresiva, misteriosa y repleta de secretos.
Aquí nos encontramos, además, con la interpretación más inspirada de Dolan hasta la fecha, capaz de desconcertar, conmover, irritar e hipnotizar con una facilidad que se echaba muy en falta en sus trabajos previos como actor. Un factor positivo más que sumar a una película que, pese a contar con ligeros fallos de ritmo durante su tramo central, sale airosa en la consecución de la mayoría de sus objetivos. ¿La guinda? Una escena final abrazada con la inagotable emoción del 'Going To A Town' del maravilloso Rufus Wainwright.
'Los amores imaginarios'
Marie, Francis y Nick. Tres personajes, tres almas libres y confusas, brillantes y nostálgicas, frágiles y retorcidas, solitarias y dependientes, rotas y descompuestas. Con su segundo trabajo, 'Los amores imaginarios', Xavier Dolan confirmaba lo que ya se podía intuir en su ópera prima ('Yo maté a mi madre'): un talento especial, único y casi irreverente en su insultante juventud que, engrandecido por una facilidad aplastante para crear escenas de una belleza plástica fascinante, estaba muy cerca de alcanzar una madurez insospechada.
En esta ocasión, el canadiense trazaba una historia romántica a tres bandas en la que la realidad y lo platónico se enfrentaban al ritmo de canciones pop y torbellinos de colores hipnóticos. Y aunque la forma se comía por completo un fondo que tampoco albergaba grandes reflexiones, lo cual no implica que profundizara con acierto en la personalidad de sus tres personajes protagonistas, 'Los amores imaginarios' funcionaba a la perfección en su condición de caramelo envenenado. Un Dolan especialmente juguetón, divertido y refrescante.
'Sólo el fin del mundo'
Tras el aplauso unánime obtenido con la magistral 'Mommy', y tras dirigir el aclamado videoclip de 'Hello', la espléndida balada de Adele, Xavier Dolan estrenaba 'Sólo el fin del mundo'...y recibía el primer varapalo serio por parte de la crítica de su carrera. Y es que, este Melodrama Familiar, mayúscula obligada, protagonizado por un reparto de auténtico nivel formado por Gaspard Ulliel, Nathalie Baye, Vincent Cassel, Léa Seydoux o Marion Cotillard, entre otros, fue acusado de convertir la obra teatral en la que se inspiraba en una sucesión de excesos irritantes y fuegos artificiales lacrimógenos más cercanos a la telenovela que al género en el que se enmarcaba su historia.
Golpes en el mismo estómago de una película que, sin embargo, te abría sus puertas de par en par siempre que aceptaras la intensidad como único vehículo posible para alcanzar su(s) meta(s). Porque, efectivamente, todo era grandilocuente, empezando por sus interpretaciones y finalizando en la dirección más ambiciosa de Dolan hasta la fecha, pero no había trampas en sus métodos, no había zancadillas en una carrera narrativa de fondo que, sin embargo, nacía asfixiada por sus propias pretensiones. De esta forma, el resultado final de 'Sólo el fin del mundo' era tan fallido como apasionante, tan imperfecto como hipnótico, tan irregular como profundamente notable.
'Laurence Anyways'
Después de sus dos primeros largometrajes, 'Yo maté a mi madre' y 'Los amores imaginarios', gran parte del mundo cinematográfico andaba pendiente del próximo paso de Xavier Dolan. Lo que pocos, o ninguno, podían imaginar es que su tercera película, 'Laurence Anyways', supusiera un paso tan gigantesco dentro de una carrera que acababa de arrancar. 168 minutos de cine excesivo y exagerado, fascinante y emotivo, deslumbrante y embriagador, hipnótico e inspirado, vibrante y contundente, precioso y alocado, único y genuino.
Dolan, a través de una historia protagonizada por un profesor de literatura que decide cambiar de sexo, pone toda la carne, sudor, lágrimas y sangre sobre el asador para construir un auténtico monumento dramático que abrasa y conmueve con la misma facilidad. Protagonizada por un impresionante Melvil Poupaud, acompañado de una no menos espectacular Suzanne Clément, 'Laurence Anyways' explota en la pantalla y atrapa al espectador con la firmeza del mejor cine. Una obra casi maestra que supone, sin lugar a dudas, la primera gran cima conquistada por Dolan.
'Mommy'
Historia de amor total entre una madre y un hijo, crítica social sutil en plena histeria, delicado tratado sobre la capacidad de superación sin perder la identidad propia, relato de supervivencia arrebatador... 'Mommy' pretende ser todo lo que puede abarcar su punto de partida y lo consigue con insultante facilidad. Obra maestra, aquí sí, que fluye con maravillosa sencillez desprendiendo el aroma de un cine grande, arriesgado, potente, lanzado como un puñetazo a la cara de un espectador que encuentra la botella de oxígeno en algunas de las escenas más bonitas y deslumbrantes que se han visto en una pantalla en los últimos años. La mejor película de Xavier Dolan hasta la fecha. Inagotable. Inolvidable. Imprescindible.