En 1999 Almodóvar estrenaba 'Todo sobre mi madre' con cierta necesidad de reivindicarse. El 'enfant terrible' de la comedia excesiva de la Transición, había dado un salto cualitativo desde finales de los ochenta, encadenando tres éxitos notables como 'Mujeres al borde de un ataque de nervios'. 'Átame' y 'Tacones lejanos'. Pero desde esta última, Almodóvar había pinchado con 'Kika' una de sus comedias menos valoradas, 'La flor de mi secreto' que no terminó de convencer, e incluso 'Carne Trémula', que pese a recibir una buena acogida, se percibía como un proyecto menos personal de lo habitual (por una vez el guion no era obra exclusiva del propio director).
Marcaría por tanto 'Todo sobre mi madre' un regreso a las esencias del director y a la vez un acertado conglomerado de sus obsesiones. La película es Almodóvar puro: un cocktail de melodrama llevado al límite, comedia de extrarradio, homenajes al cine y al teatro, personajes atrapados por los traumas del pasado y pasiones incontrolables. La película, como toda la filmografía del director, se asoma al abismo del exceso (en lo visual y en lo argumental) y no será plato del gusto de cualquier espectador, pero si uno acepta el juego hiperbólico que plantea el cineasta, la película atrapa en su imparable madeja de emociones extremas.
Cuenta el film la historia de Manuela, una enfermera y madre soltera, que vive con su hijo de 17 años, un adolescente culto e inquieto con el que tiene un relación muy cercana y que le pregunta insistentemente sobre la identidad de su padre. Sin que esto llegue a ser desvelado, Esteban muere atropellado ante su madre cuando intenta pedir un autógrafo a la protagonista de una obra de teatro ('Un tranvía llamado deseo', obra de Tennessee Williams fuente de continuo homenaje-referencia en toda la trama). Tras el trágico suceso, Manuela decide emprender un viaje de vuelta a Barcelona para comunicarle la noticia al padre de su hijo.
Sonrisas y lágrimas
La Barcelona que Almodóvar nos presenta (al ritmo de la preciosa canción 'Tajabone' de Ismaël Lô) dista mucho de la postal woodyalleniana que más tarde veríamos en 'Vicky Cristina Barcelona' y en ella, seguimos los pasos de Manuela, que se reencuentra con una vieja amiga prostituta, conoce a una inocente monja con sida, se cuela en la compañía de teatro que representaba la obra que marcó su vida y finalmente encuentra al padre de su hijo... Todo en hora y media de puro cine, de melodrama rabiosamente vivo, bien escrito y fascinante, que nos lleva hábilmente del llanto a la carcajada y trufado de actrices maravillosas (junto a una inmensa Cecilia Roth, están Penélope Cruz, Candela Peña, Rosa María Sardá, Marisa Paredes... todas extraordinarias).
La película guarda otra baza digna de mención que no es otra que el genial personaje de la prostituta transexual Agrado (que vive para 'hacer la vida agradable a los demás' como ella misma dice en un monólogo inolvidable), interpretada por la estupenda Antonia San Juan. Su personaje es el alivio cómico de un film que comienza con un dramatismo terrible (y tremendamente emocionante) para ir insuflando aire y esperanza, pues es al final la historia de una lucha femenina colectiva contra los caprichos del destino y las desgracias cotidianas. Y en ese sentido, una carta de amor y un homenaje, como reza en los créditos, a las mujeres.
'Todo sobre mi madre' es Almodóvar a la máxima potencia, una pieza que aúna un guion complejo, en el que cabe el drama más doloroso y la comedia más alocada y una dirección sumamente personal y especialmente atenta al trabajo de su reparto. Conmovedora cuando se lo propone y divertida cuando se entrega al diálogo deslenguado, la película, que se llevó el Oscar y el Globo de Oro al mejor film extranjero y el premio de Cannes a la mejor dirección, es probablemente aún hoy, la cinta más redonda de su director.