El cine experimental tiene un punto de atracción irremediable: romper el lenguaje audiovisual y la estructura narrativa del cine convencional para dar importancia al mero elemento artístico; al arte por el arte. No podemos negar que generalmente es un cine complicado, un cine extraño y ambiguo al que no estamos acostumbrados. Porque nuestra cultura audiovisual nos ha condicionado a una estructura narrativa impuesta basada en un planteamiento, un nudo y un desenlace.
Pero el cine puede aportar mucho más. Podemos combinar imágenes, actuaciones y sonidos varios para crear una muestra de expresión artística que no necesariamente tiene que estar narrativamente estructurada o guiada por unos estándares y unos patrones fijos. La obra audiovisual, como una combinación de sus materias primas (audio e imagen) puede transmitir sensaciones, emociones y experiencias varias otorgando mayor valor a la estética y en definitiva, al arte, que al resto de los componentes.
Por lo curioso de la propuesta y lo llamativo de su repercusión, 'The Tracey Fragments' se ha recorrido medio mundo de festival en festival, desde los más selectos hasta los más minoritarios, siendo siempre considerada una gran cinta a tener en cuenta dentro del cine experimental del panorama independiente.
Ellen Page, fragmentos de una adolescente
La película nos cuenta la historia de Tracey Berkowitz, una "adolescente normal que se odia a sí misma" (como ella misma se define), y transcurre en un autobús urbano; donde se nos presenta a la protagonista sola, desnuda y tapada con una cortina de baño, buscando a su hermano desaparecido Sonny. Y a partir de aquí, a base de flashbacks, flashforwards y pantallas fragmentadas se nos cuenta la historia de esta curiosa adolescente.
Decimos pantallas fragmentadas, y es aquí donde se encuentra la esencia de 'Los Fragmentos de Tracey'. La pantalla está continuamente dividida, en dos, tres, hasta veinte visiones diferentes de una misma escena. Esto no es un recurso que se use puntualmente (como ocurría, por ejemplo, en los primeros minutos de la española 'El Método') sino que está presente durante absolutamente todo el filme, convirtiéndose en su materia prima y en su principal característica para definirla como una gran propuesta de cine experimental.
Porque aquí no importa el argumento, simple en apariencia y en ejecución. Importa cómo se ha contado y cómo nos lo quieren explicar. Todos los fragmentos que 'The Tracey Fragments' ofrece en pantalla son de una belleza visual pasmosa; hipnóticos y agónicos a la vez.
Tampoco podemos caer en el error y afirmar que estamos ante una muestra de cine asombrosa, o ante una obra maestra. Es verdad que la propuesta es arriesgadísima, y merece un visionado aunque sólo sea por la belleza de esa pantalla fragmentada tan característica. Pero el canadiense falla (no estrepitosamente, pero sí que es erróneo) en su idea de contar una 'trama' de esta forma tan peculiar. La historia queda desdibujada, confusa y más compleja de lo que debería ser. Porque juntamos saltos en el tiempo, con sueños, con delirios y para más inri, unimos al cóctel varias acciones simultáneas en la pantalla, con distintos diálogos y distintos personajes en cada una de ellas. Es un recurso precioso y significativo, pero en algunos momentos no nos enteramos absolutamente de nada.
Si obviamos estas rarezas y las atribuimos a una propuesta experimental, no podemos sacarle demasiadas pegas, pero sí podemos alabar varios aspectos del filme. Entre ellos, y por encima de todo lo demás, Ellen Page. Con la estupenda 'Hard Candy', ya demostró que se mueve en el drama como pez en el agua, y que está destinada a convertirse en un enorme portento de la interpretación. Es complicado, complicadísimo, llevar todo el peso de una película, y más de una cinta de estas características que obliga al personaje a ser complejo, ambiguo y a jugar más con las miradas que con las propias palabras. Porque lo demostró en la divertidísima 'Juno', lo demostró en la maestra 'Origen' y lo demostró en la fallida 'An American Crime'; es la mejor (o de las mejores) de su generación de actores y actrices, y el tiempo la pondrá en el lugar que merece.La cinta deambula entre la dureza y la belleza de las imágenes y la rareza de la propuesta, y destaca y despunta en su curiosa secuencia final. Más de diez minutos de grabación, cámara en mano y el rostro de Page en primer plano. Caminando, paseando y viajando hacia lo desconocido y lo complejo de su conciencia. Una muestra de cine que opta por la esencia misma, por la rica estética visual; una película, que por encima de todo, es una muestra de arte.
'The Tracey Fragments' es una pieza de difícil consumo (empezando por su nula distribución por España, y terminando por su carácter de experimento) que destaca por sus formas y por su intento de reflexión sobre la estética visual del cine actual. Belleza, cine, Ellen Page y un poquito de pedantería por parte de McDonald (para qué vamos a negarlo); todo en pedazos.