El cineasta francés Arnaud Desplechin y su actor fetiche Mathieu Amalric repiten juntos en 'Tres recuerdos de mi juventud'. Como en el grueso de la decena de títulos que componen su filmografía, el cineasta se aferra al relato emocional de vocación psicoanalitíca con cierto componente autobiográfico, revisitando en algunos de sus pasajes sus temas predilectos: la historia de un retorno, las tortuosas relaciones familiares, la enfermedad mental o los amores obsesivos.
La película nos presenta a Paul Dedalus (Amalric), un hombre maduro -entendemos que alter ego del propio director- que evoca sus recuerdos de infancia y adolescencia cuando se dispone a abandonar Tayikistán para regresar a Francia. Los tres recuerdos del título consisten en una breve revisitación de la difícil convivencia con su inestable madre, en la crónica de un tortuoso viaje a la URSS para cumplir una arriesgada misión, y en un detallado relato de tránsito a la madurez que explica las relaciones del protagonista con sus hermanos, sus amigos y, sobre todo, con su primer amor.
Emparentado por cierta crítica con los clásicos del cine francés y con el estilo de la Nouvelle Vague, a Desplechin le aparta del naturalismo de Truffaut y la jovialidad de Godard, la espesura de una narración que es compleja por puro capricho. Estos recuerdos de juventud que dan nombre al film, podrían ser dos si eliminásemos el breve episodio que explica la traumática relación con su madre, una mera digresión sin continuidad dramática en la historia de adolescencia que desarrolla más tarde.
La nostalgia difuminó el entorno
Por desgracia no solo hallamos desequilibrios relacionados con el peso que cada episodio aporta al conjunto, también en el arbitrario cambio de narrador, en el desigual trabajo del reparto (al joven protagonista le falta una cocción de carisma) o, sobre todo, en la conversión en pura anécdota del fascinante contexto histórico en el que sus mucho menos fascinantes personajes desenredan el ovillo de una típica fragilidad emocional adolescente, rechazando el preferible modelo de la maravillosa cinta italiana 'La mejor juventud'.
La película tiene una buena ambientación, evoca un momento y un lugar concreto a través de citas literarias y guiños musicales. Pero todo es mero adorno. Sus personajes parecen desconectados de ese entorno, como si en esta suerte de álbum de recuerdos, un nostáligo Desplechin hubiera querido difuminar el marco para ceñirse a un colorido lienzo rebosante de emoción juvenil. Eso dota al film de cierta universalidad emocional, pero evidentemente le hace perder singularidad e interés.
En definitiva, 'Tres recuerdos de mi juventud' se queda a medio camino entre el melodrama juvenil, la crónica histórica y la psicoanalítica revisitación de los fantasmas de un pasado reciente. Una amalgama de ideas dispersas a medio cocinar, que nunca componen un todo que mejore a sus partes y que acaba privilegiando un romance adolescente agradable pero de escaso calado.
Nota: 5
Lo mejor: El episodio en la antigua URSS.
Lo peor: Que aísle a sus personajes del fascinante contexto sociopolítico.