Un padre que no ha conseguido superar el abandono de su esposa por un hombre más joven, tiene que lidiar con dos hijos adolescentes contrapuestos: la cínica y despreocupada que no cree en el amor frente al eterno enamorado con dificultad para relacionarse. 'Un invierno en la playa' es una ligera producción con aire independiente que se sirve de una familia de escritores para hablar de los problemas del corazón.
Esta tipología de personajes la hemos visto cientos de veces en producciones previas y el guion no hace nada por intentar escapar del arquetipo en su desarrollo. Las historias de los personajes se mueven por el camino de los lugares comunes; siendo capaces de predecir cómo acabará todo desde un primero momento. Los hechos se suceden sin ningún tipo de sobresalto hasta llegar a un final acomodaticio y repleto de buenas intenciones.
La pretendida profundidad de sus diálogos (justificada en parte, por el hecho de que sean escritores) hace acto de presencia en situaciones que no logran conmover al espectador, aunque el trabajo de sus actores y la ligereza de las mismas conseguirán hacerle pasar un rato agradable.
Gran trabajo actoral
De entre todos los hilos argumentales, el más original es el del patriarca que sigue enamorado de la mujer que lo abandonó. Greg Kinnear aporta el toque cómico a muchos momentos de la trama con sus gestos contenidos mientras que Jennifer Connelly transmite la angustia de su personaje con una enorme facilidad sin ningún tipo de aspaviento. Lily Collins, Logan Lerman y Nat Wolff no se quedan atrás, sabiendo estar a la altura de la pareja pese a que sus personajes estén mucho menos trabajados en el guion y se muevan por terrenos más cotidianos.
Josh Boone, director y guionista que debuta con 'Un invierno en la playa', falla al intensificar unos diálogos que no se corresponden con la liviandad de lo que nos muestra. Pese a ello, la simpatía y encanto que desprenden sus personajes unidos a su falta de pretensiones, consiguen suscitar un interés constante durante todo el visionado.
