Si hay un tema recurrente en la filmografía de Sam Mendes, éste es la desmitificación de lo que se conoce como american way of life. El cineasta británico ha diseccionado y desmitificado la tierra de las oportunidades desde todos los primas posibles, comenzando por la maravillosamente caústica 'American beauty', pasando por la icónica figura del gangster ('Camino a la perdición'), del héroe de guerra ('Jarhead'), y del origen de la sociedad del bienestar ('Revolutionary Road').
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Con 'Un lugar donde quedarse', empero, Sam Mendes se nos presenta mucho más benévolo con la sociedad norteamericana, confeccionando una road movie en clave indie afable y simpática, gentil y condescendiente, en la que la obviedad de su mensaje y su predecible happy ending quedan supeditados por el retrato humano y social que nos ofrece el film.
De este modo, el director de 'American beauty' arremete con una mezcla de hiel y nostalgia contra buena parte de las familias tipo de la sociedad norteamericana, con un especial hincapié hacia la herencia hippie y progre, sirviéndose en la mayoría de ocasiones de la hipérbole para caricaturizarlos y satirizar a su costa.
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Con ello, el nuevo largometraje de Sam Mendes se nos antoja, al menos a priori, como un título menor en su filmografía, una nueva permutación de una misma fórmula que, por contra, oculta una gran variedad de elementos -donde cabría destacar el uso preciosista del encuadre-, que logran que el film funcione a la perfección en la pantalla, obsequiándonos con un título reposado e inofensivamente mordiente que mantiene una perenne sonrisa en el rostro del espectador.