La tercera entrega de la saga 'Underworld', iniciada por Len Wiseman, y que llevará por título 'Underworld: la rebelión de los licántropos' llegará a las salas de nuestro país el próximo 13 de marzo.
Dirigida en esta ocasión por Patrick Tatopoulos, diseñador de las criaturas en las dos primeras entregas, y protagonizada por Rhona Mitra en sustitución de Kate Beckinsale, Billy Nighy, Michael Sheen, Shane Brolly, Steven Mackintosh y Kevin Grevioux, su historia se centra en la llamada Edad Oscura, cuando un joven licántropo de nombre Lucian emergerá como un nuevo líder que tratará de derrocar a Viktor, el cruel rey vampiro que ha mantenido esclavizada a su especie desde su creación; Lucian tendrá un aliado secreto, Sonja, su amante no muerta, en una lucha en busca de la libertad.
Precuela Previsible Pobre Prescindible
Previsible precuela resulta ser esta tercera entrega de la saga 'Underworld', en la que parece ser una suerte de extensión de los primeros compases de la anterior entrega, 'Underworld: evolution'.
Afincada en esta ocasión en una edad media algo difusa, 'Underworld: la rebelión de los licántropos' pretende narrar los hechos que originaron tanto a los propios licántropos, como a la sempiterna guerra a espaldas de los humanos entre éstos y los vampiros. Con ello, el especialista en efectos visuales Patrick Tatopoulos nos brinda una película previsible hasta la saciedad, en la que su trío protagónico (Rhona Mitra, Bill Nighy, Michael Sheen) no parece esforzarse en demasía en dotar de excesiva verosimilitud fuera de los arquetipos a sus personajes, siendo pues la mera faceta estética el plato fuerte brindado al espectador.
Como suele ocurrir en este tipo de productos, 'Underworld: la rebelión de los licántropos' pretende ser una gran historia sin disponer de los recursos de ésta, por lo que sus batallas y escenografía quedan fatalmente delimitadas en una suerte de microcosmos ajeno al resto del mundo, distanciándose así de la verosimiltud -por decirlo de algún modo- para con el espectador que nos ofrecía su primera entrega y que ya quedó bastante dañada en su secuela.
De este modo, vampiros y licántropos campan a sus anchas en un bosque perdido de la mano de Dios, en el que cuatro granjeros mal contados pretenden representar a la humanidad temerosa de estas criaturas de la noche tan arraigadas al folclore popular. Así pues, la verosimilitud brilla por su ausencia en esta precuela, resultando, así y todo, entretenida de ver dentro de su exacerbante previsibilidad, y relativamente vistosa en su estética gótica, si bien tampoco deslumbrará a nadie a parte de su inusitado gusto por el gore.