En el título de esta crítica comencé con un dicho que dejaré entero en este primer párrafo. "Cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo". Así de aburridos tenían que estar Luke Greenfield y Nicholas Thomas cuando decidieron escribir el guion de 'Vamos de polis', película en la que incluso el primero de ellos no tuvo bastante con ser guionista, sino que se atrevió a dirigirla.
El argumento es sencillo, Ryan y Justin son dos amigos y compañeros de piso de Ohio que se fueron a Los Angeles para triunfar y cumplir sus sueños. Llegaron a un acuerdo de esos que no hace falta cumplir: si a los 30 años no habían realizado sus objetivos, abandonarían California y volverían a casa. Como era de esperar, a ninguno de los dos le va bien, así que quizás tocaría regresar... o no.
Justin (Damon Wayans Jr.) trabaja en una empresa de videojuegos en la que nunca le hacen caso, tenga razón o no, y siguiendo esa línea, le ningunean cuando presenta un proyecto con policías. Peor lo tiene Ryan (Jake Johnson), que se lesionó antes de entrar en la Liga de Fútbol Americano, y ahora se dedica a pasar el día 'entrenando' a unos niños en un parque.
Parece que las cosas no les pueden ir peor, pero de repente hay un rayo de esperanza cuando reciben una invitación para acudir a una fiesta de disfraces a la que llevan los trajes de policía que Justin utilizó en la presentación fallida de su videojuego. Al llegar allí hacen el ridículo, ya que la fiesta era de máscaras, y no tardan en irse al darse cuenta de que todos les consideran unos fracasados; ese manido cliché estadounidense que establece los cánones del triunfo y que viene tan bien en esta película. Los dos amigos se van por donde han venido, pero por el camino, se dan cuenta de que la gente les confunde con policías. ¿Podrían sacar algún beneficio de ello? Sin duda Ryan y Justin sí, pero desde luego no el espectador.
A partir de ahí, ambos se hacen pasar por policías. Primero es una noche de diversión, pero no sabrán parar y pronto empezarán los problemas de verdad, ya que en este tipo de películas tiene que haber alguien a quien enfrentarse y que dé emoción al asunto. Cuando empiezan a salir a patrullar, la cosa tiene emoción, aunque se pierde con ese intento de subtrama amorosa de Justin con la camarera Josie (Nina Dobrev), que no aporta mucho a la historia.
Una 'buddy movie' fallida
Así, a lo largo de la cinta se suceden gags, chistes facilones con poca gracia, y alguna que otra historia que sí provocará risa hasta al espectador más serio, pero eso sí, que se olvide de pasarse la película a mandíbula batiente, porque si pretendía ir al cine a reírse, no cumplirá su deseo demasiado con 'Vamos de polis, una 'buddy movie' que tiene mucho que envidiar a 'Nada que perder' o '2 Guns'.
Las interpretaciones no están mal, quizás algo forzada en el caso de Jake Johnson, pero lo cierto es que él no tiene la culpa, es del guion que cayó en sus manos y con el que tuvo que trabajar. Destacan tanto James D'Arcy, el malo de la película, como Andy Garcia, cuya actuación da mil vueltas al de sus compañeros de reparto.
A nivel técnico no hay mucho que decir, salvo que es correcto. En cuanto al ritmo, después de un arranque insulso, llega una parte entretenida (cuando comienzan a hacerse pasar por policías), después viene una sucesión de escenas infumables en las que los espectadores más exigentes podrían caer en brazos de Morfeo, para finalmente recuperar el ritmo hacia el final, con más acción y entretenimiento. Lo bueno de que el desenlace acabe siendo acertado, es que deja buen sabor de boca, o mejor dicho, no deja tan mal sabor como cabría esperar.