"O mueres como un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en un villano". 'El Caballero Oscuro' nos regaló una de las frases más icónicas del cine de superhéroes, frase a la que (viaje rápido por el multiverso hasta la editorial rival) el Universo Spider-Man de Sony, la franquicia marvelita sobre personajes asociados con el trepamuros, le dio una vuelta en 'Venom'. El simbionte ha vivido lo suficiente para que su adaptación cinematográfica en solitario lo convirtiese en un héroe. Uno gamberro, caótico y de moral cuestionable, pero igualmente un héroe, y 'Venom: El último baile' es la metamorfosis completa del villano de Spider-Man al bando de los buenos.
"Escúchame atentamente. Vosotros no nos encontrasteis, os encontramos nosotros", respondió en la primera película Venom a Eddie Brock sobre la idea de que fueron los humanos quienes dieron con los simbiontes en una investigación espacial. Este comentario, cuya importancia pareció desvanecerse con la muerte del antagonista de aquella entrega, cobra sentido en 'Venom: El Último Baile', en la que alienígena y humano no solo tendrán que lidiar con las consecuencias de su última aventura (ahora son fugitivos), sino con la peligrosa realidad por la que los simbiontes estuvieron interesados en escapar de su hogar.
Dirigida y escrita por la debutante en la dirección Kelly Marcel, guionista de los dos proyectos anteriores del Protector Letal, 'Venom 3' explora esa realidad ampliando de forma satisfactoria la mitología de los simbiontes, donde cada nuevo dato revelado sobre ellos resulta interesante y aporta frescura a la trilogía. En parte es a través de Knull, el dios creador de estos seres y villano de la cinta. Aunque villano en segundo plano, pues si bien es él (se desvela en la primera escena) quien tiene un interés personal en liquidar a Venom, su rol en 'El último baile' es el de rey que envía a la guerra a sus peones caza-simbiontes mientras se queda sentado en el trono. Se justifica que tenga que ser de esta manera, pero no quita que su corta presencia en pantalla sepa a poco, más que nada porque cada una de sus apariciones son enriquecedoras.
No solo se saca partido a esta especie en lo narrativo, también en la acción, pues es la entrega de la saga que más originalidad busca en este tipo de secuencias con un despliegue visual consciente de las exclusivas posibilidades que ofrecen las habilidades de un simbionte.
La calidad de las escenas de acción también aumenta respecto a sus predecesoras gracias a unos efectos especiales con acabados más limpios, además de por ser más explícitas. Seguimos sin ver un Venom gore que desmiembre a diestro y siniestro a sus enemigos manchando con su sangre las paredes, pero Marcel apura al máximo la calificación por edades PG-13 (+12 en España). Cuando el protagonista devora las cabezas de sus enemigos, 'Venom: El último baile' no recurre, como las anteriores partes, a cortes o cambios de planos que rebajan la intensidad al ocultar parte de lo que sucede. Ni tampoco con las criaturas caza-simbiontes, a las que vemos triturar cuerpos. De nuevo, no es el Venom salvaje que merecemos ni son escenas bestias comparadas con películas de superhéroes +18, pero desde 2018 ha habido tiempo para asumirlo, por lo menos lo suficiente como para celebrar este pequeño avance.
El libreto no sale ileso del repaso. Ni arriesga tan poco como 'Venom', que siguió demasiado al pie de la letra la guía básica de cómo crear una historia de origen de un héroe, ni es el desastre narrativo que fue 'Venom: Habrá matanza', pero hereda varias de sus flaquezas. Como fue el caso de la segunda, aunque aquí es menos grave (el listón estaba bajo), 'Venom: El último baile' no es que desarrolle de forma apresurada sus frentes abiertos, es que prácticamente no los desarrolla. La introducción y el desenlace se comen al nudo. Se plantan un par de ideas, te despistas con un intermedio de Eddie y Venom liando una de las suyas y de repente estás en una resolución de un tema que casi no se ha explorado.
Tampoco ayuda que se apoye en situaciones y decisiones de personajes incoherentes para que la trama avance hasta los puntos deseados de forma fácil. Después de un buen tiempo viendo a los caza-simbiontes desenvolverse, descubrimos que desde el principio cuentan con un ataque bastante letal, pero no lo habían utilizado porque no le venía bien a la historia. Sin explicación alguna se presenta al final, y aquí también se usa en los momentos puntuales que interesan a la película. O personajes como Venom que, sin razones lógicas, contradicen lo que acaban de explicar en beneficio del guion. No entramos en detalles, pero el alienígena insiste a Eddie en que no deben hacer algo concreto que podría suponer la muerte de ambos, pero al rato de decirlo es él mismo quien rompe su norma para bailar un remix de 'Dancing Queen' con la señora Chen. Nunca seré yo quien se queje de escuchar esta canción, pero que una buena parte de la trama avance mediante acciones poco coherentes lapida la poca credibilidad que de por sí dejaba el nulo desarrollo.
Sí, el Protector Letal saca los pasos prohibidos con la señora Chen, y sirva como ejemplo para asegurar que 'Venom: El último baile' no abandona el humor tontorrón e irreverente que asomó en la primera entrega, salió por completo en la segunda y se abraza todavía más en la tercera con un simbionte bastante payaso que baila, canta y es un ludópata porque ha visto 'Rain Man' (cree que puede engañar al casino como hicieron Dustin Hoffman y Tom Cruise). Aquellos acostumbrados al giro humorístico de Venom se divertirán con el aspecto cómico del proyecto, pero los que todavía sueñan con una versión macarra del personaje tienen más posibilidades de encontrarla en la sala contigua.
De la misma forma, si no has aceptado la transformación del personaje a héroe tras dos películas y mantienes esperanza en que cambie, vuelve a esa otra sala. Como decíamos al principio, 'Venom: El último baile' convierte sin tapujos al simbionte en uno de los buenos. Ya no se intenta camuflar mediante comentarios que indicaban que Venom cedía y contenía su lado maligno por Eddie, ahora es él también quien, acompañado de cierta irreverencia, se inclina hacia el bien.
La relación del simbionte y su huésped siempre ha sido muy de pareja. En 'Venom', tras un pequeño encontronazo, vieron que eran tal para cual. En 'Habrá matanza', la convivencia complicó las cosas y tuvieron una pequeña ruptura que no tardó en remediarse. En 'El último baile', son un matrimonio que, a pesar de sus diferencias y la pesadez de la rutina, se quieren irremediablemente, pero lo ocultan bajo una capa de hostilidad. Aunque sin profundizar, que parece que está prohibido en la trilogía, es la película que más explora el lado emotivo y vulnerable de ambos. Como pasa con las relaciones, esta dupla ya no tiene la chispa de su primera etapa como enamorados, pero la complicidad dentro de la cotidianidad también tiene encanto a su manera.
'Venom: El último baile' saca lo mejor del primer proyecto, un dinamismo que te mantiene pegado a la pantalla durante su veloz hora y media (sin créditos) con un magnífico Tom Hardy; lo peor del segundo, un pobre desarrollo a varias de sus ideas; y lo mezcla con algo de identidad propia dentro de la saga para ser un decente cierre de la trilogía. Que no es poco, teniendo en cuenta los antecedentes. Como su título indica, funciona como despedida del dúo, pero a la vez se prepara de nuevo la pista por si se quiere bailar en ella en un futuro.
'Venom: El último baile' está disponible en cines.